Por Javier Ferreira

jferreira4@unab.edu.co

Mi corazón palpita a 185 pulsaciones por minuto y siento que las piernas ya no son capaces de seguir girando. La subida se siente más pesada y más empinada, pero mi mente me dice que lo único que recordaré, al llegar a la meta, es el momento de alegría y la descarga de adrenalina de haber cumplido el objetivo. Mi mente tiene razón.

Por delante veo mi rueda delantera pegada a la rueda trasera de la bicicleta de mi entrenador y amigo Pablo Pulido Ibarra, que me ha puesto el ritmo durante los 75 kilómetros que hemos recorrido hasta ahora de los 76 pactados al inicio de la carrera. A izquierda va Nicolás Mejía, ciclista juvenil, integrante del Club y Fundación Jóvenes Ciclistas, atento a si me quedo y dándome ánimo con sus palabras. “Vamos, Javi, falta poquito. Un esfuerzo más… vamos”. Y mintiéndome, “falta poco, Javi. Esa curvita y llegamos”. Esa curvita terminaron siendo cuatro “curvitas” más.

Estamos subiendo a Palmas, una cuesta de 15,6 kilómetros de longitud, con una inclinación promedio del 6,72 %, y con tramos del 9 %. Palmas se inicia a 1.481 metros sobre el nivel del mar y se llega a 2.527. Estamos en una prueba tipo gran fondo. Este año participaron 1.600 ciclistas de todo el país, en categorías 18 a 35 años de edad, 36 a 49, 50 a 65 y 66 en adelante, femenino y masculino, entre ellos yo (36 a 49) que, en este momento, domingo 18 de junio de 2021, a las 10:35 de la mañana, me enfrento al último kilómetro. No quiero pedalear más, pero ya no es momento de rendirse luego de ocho meses entrenando para este momento.

Al inicio esta idea parecía una locura, pero el realizador audiovisual Damián Colmenares y el entrenador Pablo Pulido Ibarra, socio fundador de Threshold Experts, empresa dedicada al entrenamiento y asesoría profesional para deportistas, dijeron que sí a la idea y se pusieron a trabajar.

Lo primero, el estado físico y el acondicionamiento. Con un peso de 78 kilos (a lo mejor un poco más) y con un promedio de velocidad en bicicleta de 12 kilómetros por hora (en el Strava tengo registro de recorridos de 60 kilómetros en casi cinco horas), el camino era largo. Pero Pulido organizó un plan de fortalecimiento, con ejercicios que se pueden hacer en casa, y con una preparación específica sobre la bicicleta para llegar al pico de forma (el mejor estado físico del deportista) a mediados de julio de 2021.

Por el otro lado estaba la realización del documental que mostrara el proceso, la idea de Damián era mostrar esa evolución en los meses de entrenamiento, algunas grabaciones y el constante registro de cada jornada.

El 10 de noviembre comenzó el entrenamiento, con una pretemporada: ejercicios físicos, y recorridos de una hora y menos en la bicicleta. En ese tiempo recorría distancias cortas, 12 kilómetros, 15 a lo sumo, y sentía cómo la idea me iba a costar y a doler. Luego, ya para enero de 2021, comenzamos a aumentar la intensidad. No sabía lo que me venía pierna arriba, hasta que en el plan de entrenamiento vi un recorrido de tres horas y media, entonces pensé “esto se puso duro, ¿tres horas? Eso es mucho tiempo”. Pues llegó a haber jornadas de cinco horas y de cinco horas y media. Veía cómo en esos tiempos iba logrando recorrer mayores distancias. Recuerdo que en una jornada de cuatro horas y media pasé los 100 kilómetros de recorrido. Fue un día para celebrar.

Para esta prueba, Pablo Pulido, de Threshold Experts diseñó un plan de entrenamiento que además de mejorar el estado físico del deportista, debía incluir bajar 12 kilos de peso para el día de la prueba. Ambas metas se alcanzaron. / FOTO RUTA MEDELLÍN 2021

Ahora, mientras pedaleo los últimos 500 metros para llegar a Palmas recuerdo cómo inicié este proceso pesando más de 78 kilos, y ayer llegué a Medellín pesando 66,5 kilogramos.

El sudor cae por mi cara y me obliga a quitarme las gafas para el sol, porque se empañan y no me dejan ver. Adelante de mí va Pablo, fresco, pedaleando y controlando los vatios en su potenciómetro, calculando que, si él va en su zona 3 alta, yo voy en mi zona 4 alta de esfuerzo. Así me lleva. Calcula vatios, calcula cada pedalada y me da indicaciones. “No más líquido de aquí hasta el alto, que nadie se deshidrata en kilómetro y medio”, me dijo un kilómetro atrás, cuando sintió que tomaba desesperadamente un trago de hidratante de mi caramañola.

El esfuerzo se mide por zonas, dependiendo los vatios que uno puede generar en cada pedalada, como un dínamo, porque eso es lo que un ciclista hace, generar vatios a cada giro de pedal. Se mide desde la zona 1 (esfuerzo moderado) hasta la zona 6 (el mayor esfuerzo, que se puede hacer). Y las zonas se calculan según la capacidad de cada ciclista, o sea, mi zona 3 no es la misma de Pablo, por ejemplo, y mucho menos la misma que un ciclista profesional.

A mi izquierda viene Nico Mejía, que me da ánimos, “vamos, Javi, una curvita y llegamos”. Me ha dicho lo mismo las últimas cuatro curvas, pero sí, es la última curva, cerrada a la derecha. Alcanzo un pequeño grupo de ciclistas. Faltan 200 metros. Nico y Pablo comienzan a gritarme voces de ánimo para que haga ese último esfuerzo. Oigo sus gritos, “¡Vamos, Javi, vamos!”, dice Nico mientras oigo también a Pablo, “¡baja un piñón más!”, y así, de uno en uno, bajamos cuatro piñones, para hacer más fuerza y avanzar más metros por pedalazo. Mi corazón quiere salirse de mi pecho, por la emoción del momento, el esfuerzo que estoy haciendo, los gritos de la gente, el ambiente de ciclismo a mi alrededor, todas esas causas juntas.

Cruzo la meta. Arden las piernas, la respiración se agita, me ahogo, siento el calor más fuerte y necesito tomar aire y líquido. El chip de mi número de participante, el 1099, dice que el tiempo de subida fue una hora, 14 minutos, 12 segundos, y el total una hora, 52 minutos 21 segundos, suficiente para terminar 485 entre más de 1.500 participantes. La meta era estar entre los primeros 500 y se logró. El ganador hizo un tiempo de subida de 42 minutos 29 segundos, y un tiempo total de una hora 11 minutos y 56 segundos.

Estamos felices como equipo. Recupero el aire apoyándome en la bicicleta y Pablo, Nico y yo sabemos que esta no será la única vez que haga algo como esto, porque el ciclismo es adictivo, porque esta sensación se debe repetir

Universidad Autónoma de Bucaramanga