El Cura peor que la enfermedad
Por Kevin Cristian / kcristian@unab.edu.co
El jueves 31 de octubre de 2019, el periodista paisa Juan Pablo Barrientos cambió el sentido de uno de los versículos más famosos de la Biblia, Mateo 19; 14: “Dejád que los niños vengan a mí”. Así tituló su libro sobre pederastia en la iglesia católica de Medellín. Una investigación de más de 3 años en la que se registró el relato de 28 víctimas de abusos sexuales por parte de 18 sacerdotes y el modus operandi amparado bajo el manto del arzobispo Ricardo Tobón Castro: “el que la hace, lo cambio de parroquia”.
La historia llegó al periodista luego de ver la película “Spotlight”, en la que unos reporteros de The Boston Globe denuncian a unos presbíteros acusados de pederastia y sostienen que no solo ocurrió en Estados Unidos. También en Medellín, Colombia.
De buenas intenciones está lleno el infierno
La violencia que azotó esa zona del país dejó a muchos niñxs sin figura paterna o materna, en condiciones de alta pobreza y vulnerabilidad, quienes refugiados en la iglesia, terminaron siendo objetivo de violadores con sotana y escapulario. Ganarse su confianza y la de su círculo, incentivar los paseos a casas campestres o dormir en la casa Cural, era el inicio del plan para abusarlos.
Resultaba un premio para el acólito ser invitado a dormir en la cama del sacerdote. En un contexto de tantas insuficiencias afectivas y de cubrir las necesidades básicas como dormir y comer, la parroquia era «un abrigo», e inclusive, el sacerdote un padre para los niñxs.
Ahí empezaba el chantaje, mediante ayudas, recomendaciones para algún trabajo, dinero en efectivo, como al monaguillo que le hacían sexo oral y le daban monedas, después billetes y más adelante, cuando la situación estuvo tan tensa, le regalaban relojes por su silencio.
¿En qué momento un niño con un alba y un cíngulo en la cintura, representando la pureza y devoción a Dios, termina perdiendo sus sueños, ganas de vivir, hasta el punto de pensar en el suicidio? Como le pasó a Daniel, un acólito que se lanzó de un noveno piso.
En «Dejád que los niños vengan a mí» se relatan hechos que a la fecha siguen en controversia. Como es el caso del asesinato del párroco John Fredy García Jaramillo y el favoritismo hacia el telepredicador Carlos Yepes por el arzobispo Tobón Castro.
El asesinato del sacerdote García Jaramillo ocurrido en su apartamento de Medellín, pero las versiones siguen siendo muy distorsionadas. Todos los medios titularon que había sido por un intento de hurto y se quedaron con una versión, mientras hay fuertes rumores que sucedió porque el sacerdote, quien ya había sido denunciado por violación, intentó abusar de los jóvenes menores de edad. Ellos en venganza actuaron con sevicia.
Barrientos relata la jerarquía de la que ostenta el arzobispo Tobón y de qué manera. Mediante cartas de recomendación, que negó al principio pero tuvo que reconocer después, engañaba a sus homólogos enviándoles sacerdotes sin el “Afidávit” que es el certificado de buena conducta en el que los presbíteros pueden comprobar que no han sido denunciados por abuso a menores. Al arzobispo se le olvidó ese detalle y envió a Carlos Yepes a Brooklyn, Nueva York.
Él es un telepredicador que se hizo muy famoso en Medellín por sus contratos públicos (con alcaldías y la Gobernación), y por su canal en YouTube “Amén Comunicaciones”. Resultó ser uno más denunciado por abuso sexual y protegido por el arzobispo hasta en la capital del mundo. En muchos casos los rumores se callaban con cheques hasta por 50 millones de pesos.
A puro rigor periodístico, Juan Pablo se adentra en las entrañas de la iglesia católica para develar estas denuncias. Con la confianza de las víctimas y a punta de derechos de petición y tutelas se ha encaminando en esta lección de periodismo contra los poderosos. Su relato envolvente, más allá de lo crudas que son las confesiones, atrapa al lector. Es una obra ejemplar que dignifica no solo las víctimas sino también nuestra profesión.
Contra viento, marea y la Arquidiócesis de Villavicencio

Por Laura Juliana Flórez Alba / lflorez451@unab.edu.co
¿Quién perdona está libre de pecado? Juan Pablo Barrientos nos cuenta cómo sin verdad no hay expiación.
El octavo mandamiento dice: “no darás falsos testimonios ni mentirás”. Sin embargo, parece que estas leyes no aplican para sus más altos emisarios en la tierra. Barrientos, periodista colombiano, con persistencia y rigurosidad logró documentar abusos perpetrados por la Iglesia Católica en Colombia, dando luz a los horrores que se escondían debajo de una sotana.
“Este es el cordero de Dios”, escrito a seis manos y fruto de una investigación de 15 meses, fue perseguido con antorcha en mano desde la publicación de su primera edición en agosto de 2021. Sus 227 páginas son incómodas, han generado gran descontento en un país religioso como este, pero necesario.
El libro recopila la investigación sobre actos de abuso sexual cometidos hacia menores por 38 sacerdotes en Villavicencio, encubiertos por la Arquidiócesis, presidida en ese entonces por monseñor Óscar Urbina Ortega. Sin importar las amenazas, Pedro narró los abusos a los que fue sometido por estos hombres de «Dios», quienes se aprovecharon de su vulnerabilidad y usaron su poder para someterlo por años a la prostitución.
Pedro no estaba solo. Dos mujeres fueron cruciales en lograr que su denuncia fuera finalmente escuchada por las autoridades: las abogadas María del Socorro Martínez Almanza y Olga Cristancho Vergara que, a pesar de su crianza y férrea creencia católica, pusieron por encima la verdad y la reparación de una de las tantas víctimas silenciadas por el miedo.
Pedro, un hijo de nadie, tuvo que envejecer más rápido de lo que quería. La insensibilidad y humillaciones a las que fue expuesto, lo convirtieron en presa fácil para el sacerdote Javier Guillén Urrego, quien, bajo promesas de mercados y zapatos, logró acabar con lo que quedaba de su inocencia. De aquí en adelante su vida consistiría en ser “rotado como un cd”, señal que utilizaban los pederastas para identificar los niños que se “regalaban”, y recibir migajas como una especie de compensación por los abusos sexuales y psicológicos que tuvo que vivir por años. Al volverse rutinarios, los horrores que vivía se volvieron soportables.
Cumplir la penitencia
Sacar provecho de un menor para cumplir sus más retorcidas fantasías sexuales, es algo que supondríamos no quedaría impune. Sin embargo, si hay algo que tienen en común los poderes civiles y eclesiásticos es el secretismo con el que manejan este tipo de situaciones.
Gracias a este libro y a la valentina de Pedro, el pacto de encubrir a abusadores queda expuesto, así como los nombres de los pederastas: Javier Guillén Urrego, Carlos Antonio Duque Tabares, Óscar Danilo Cardozo Ossa, Luis Carlos Escobar Muñoz, Jesús Rafael Sierra Gonzáles, Luis Albeiro Tamayo Giraldo, Roberto Luis Ochoa Agudelo, José Antonio Aya Hurtado, Juan Alberto Morantes Urbina, Jorge Luis Portilla Pantoja, Oswaldo Jaramillo Osorio, Arnulfo Vega Rodríguez, Jhony Ramos Gómez, Edgar Antonio Bolaños Pérez, Rafael Julio Cárdenas Palencia, Silvio Ignacio Pardo Beltrán, Luis Fernando Castrillón Castrillón, Carlos Julio Beltrán Gutiérrez y Wilson Xavier Andrade Vera, son algunos de ellos. Todos manchados por el mismo pecado. No hay justicia sin memoria.