Por Jhon Jairo Ballesteros C.
jballesteros343@unab.edu.co

Después de 32 años, la historia sobre la muerte de Rodrigo Lara Bonilla, exministro de Justicia, reconocido por abanderar la lucha contra el narcotráfico en el país durante los años 80, toma un nuevo rumbo que esta vez parece apuntarle al esclarecimiento de los hechos que rodearon su asesinato, ocurrido el 30 de abril de 1984 en Bogotá, a manos de sicarios del líder del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria. Luego de la publicación del libro “El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla. La verdad que no se conocía”, del periodista Alberto Donadio Copello, se reveló que detrás del crimen no solo estuvo el fallecido narcotraficante, sino las fuerzas del Estado. Esto, más otras hipótesis frente a la investigación del crimen, llevaron a la Fiscalía General de la Nación a la exhumación de los restos el 15 de abril. Sobre el tema, la relación personal con su hermano, los detalles sobre la última semana juntos y la marca que dejó para siempre en su familia, Cecilia Lara Bonilla, exgobernadora del Huila y hermana del político liberal, habló con el Periódico 15 en su visita a Bucaramanga.

¿Qué es lo que más recuerda de su hermano?
Rodrigo desde niño fue un líder, cada vez que uno se pone a analizarlo le ve más cualidades y nos hace más falta.

¿Cómo era Rodrigo Lara Bonilla de niño? ¿Qué gustos o pasiones tenía?
Le fascinaban los animales. Siempre oía música, de cualquier tipo. Lo último que oyó ese día que lo mataron fue música brasilera de un cassette que le habían regalado. Le gustaba leer cuentos y la prensa. Nos llamaba la atención que se interesaba por las noticias de Colombia. En ese tiempo fue la época difícil de la violencia conservadora y liberal y todo eso lo investigaba, algo que es raro en los niños. Desde chiquito demostró que iba a ser alguien grande en la vida.

El país entero conocía su faceta como político y ministro, pero ¿cómo era Rodrigo Lara Bonilla de papá?
Era una persona increíble. Si los niños estaban enfermos llamaba a recordar a qué hora era la cucharada de medicina, estaba pendiente de todos. Fue un gran hijo, hermano y tío. Vigilaba que sus sobrinos estudiaran, cuando le quedaba tiempo les miraba los cuadernos, les hacía criticas, los felicitaba y les exigía que tenían que ser buenos estudiantes. Alrededor de él había mas unión en la familia. Le fascinaba hacernos ‘pegas’, era preciso para poner sobrenombres y nos divertía.

¿Cómo fue esa Semana Santa antes de que asesinaran a su hermano? Estaba claro que iba a ser el embajador en Checoslovaquia, pero ¿qué otras cosas recuerda?
Estuvo en la casa en Neiva hablando de los problemas que tenía, pero en medio de todo eso se sentía seguro. No tenía carro blindado y tampoco usaba el chaleco antibalas, oí decir que le pesaba mucho. A pesar de tantas amenazas, él tenía mucha confianza en la gente que lo acompañaba. Aunque le comentó a unos amigos que eran tantas las amenazas que creía que hasta el que estaba al lado le podía disparar. A nosotros no nos decía para no asustar a mi mamá. Una de las pasiones que tenía eran los circos. Esa vez, para la coincidencia, había uno en la ciudad. No le importó el riesgo que corría, le tocó con unas medidas de seguridad grandes porque ya estaba perseguido; sin embargo, insistió y se fue. Después del 10 de mayo se iba a Checoslovaquia. Nos contó también que el Gobierno americano quería llevárselo y tenerlo en una base militar mientras las cosas se calmaban. No quiso porque decía que ir era como aceptar todos los señalamientos falsos que le habían hecho, (En 1983, Rodrigo Lara Bonilla fue acusado por Pablo Escobar de recibir un cheque de un millón de pesos proveniente del narcotraficante Evaristo Porras Ardila) que él estaba pendiente de una reforma a la justicia que había presentado. Entonces, dijo que hasta que no se aclarara eso, no se iba. El lunes temprano se despidió llorando y salió para Bogotá. Fue la última vez que estuvo en Neiva.

Su hermano decía que temía abrir la puerta de su casa y que mataran a la mamá. ¿Cómo lidiaba la familia con las amenazas?
La inseguridad era tanta que a mamá no la volvió a dejar ir a misa, ella iba a la iglesia todos los domingos a las ocho de la mañana. Le fascinaba ir y a la salida venirse a comprar revistas y sentarse a hablar con las amigas, pero eso le tocó a mi mamá dejarlo y escuchar las misas por televisión. Incluso después de la muerte de Rodrigo, mi mamá no volvió a esas misas. Ya no era por miedo, pero no quiso volver.

¿Alguna vez le pidió que dejara la lucha contra el narcotráfico?
No, contra el narcotráfico no. Le pedí que se retirara, que no siguiera en eso, que no había derecho que él expusiera su vida porque lo podían matar en cualquier momento. Me dijo que él seguía adelante y que tenía que desenmascarar el narcotráfico.

¿Cuándo y cómo empezó el interés de Rodrigo Lara Bonilla por la política y la justicia? ¿Por qué aceptar el Ministerio de Justicia?
Era lo que él deseaba, poder demostrarle al país lo que podía hacer en el tema de justicia. Lo nombraron (en el Gobierno del presidente conservador Belisario Antonio Betancur Cuartas) y para mi fue una sorpresa grande. Al principio sentí temor, después lo entendí. Fue corto el tiempo que estuvimos contentos porque a los ocho días de posesionarse ya le estaban haciendo el escándalo del cheque.

¿Qué aspiraciones políticas tenía su hermano? Aspiró siempre a ir al Congreso de la República.
La vida política de Rodrigo empezó a los 23 años que fue alcalde de Neiva, de ahí se fue a estudiar a París y después fue a aprender inglés a Melbourne, Estados Unidos. Regresó a Neiva con el deseo de ir al Congreso, pero no tenía edad suficiente para ser senador, tenía menos de 28 años. Entonces aspiró a la Cámara de Representantes, de suplente. En campaña la gente lo apoyaba, era muestra de que querían una persona joven que hiciera un cambio en la política a nivel nacional.

En sus correrías como político usted lo acompañaba, incluso fue tesorera del movimiento Dignidad Liberal. ¿Cómo era esa época?
Fue una época bonita, la gente estaba detrás de Rodrigo porque lo querían, porque esperaban que él generara un cambio. Esa Dignidad Liberal se formó por una rebelión que salió del Partido Liberal que se hizo en el Hotel Plaza. Él llevaba su gente pero no le aceptaron algunas personas porque todavía no eran concejales y entonces se formó una encerrona que la presidió Alberto Santofimio Botero y de ahí vino una división. En menos de 20 días se formó esa Dignidad Liberal. En los pueblos y veredas estaban pendientes de Rodrigo y lo que pasó en el Huila fue algo diferente, logramos senador, representante, concejales y diputados.

¿Cómo era la Colombia que Rodrigo Lara Bonilla deseaba?Una Colombia con justicia social, sin clientelismo, sin corrupción. Odiaba el nepotismo, no le gustaba que toda una familia se pasara el poder. Eran cosas bastantes graves para luchar en ese momento porque era lo que el país estaba sufriendo. Le preocupaba mucho la pobreza, decía que eso ayudaba a que la gente se saliera de los campos por falta de oportunidades. También le afanaba que no tuvieran acceso a la salud ni a la educación, quería que pudieran progresar.

¿Qué fue lo que le confesó el exministro sobre las evidencias en Tranquilandia (el más grande complejo de producción y tráfico de cocaína del cartel de Medellín) y el hallazgo del helicóptero que según su versión era del papá de Álvaro Uribe Vélez?
Nos contó, a mí y a otros que estábamos ahí, que si a él lo mataban era por lo de Tranquilandia. Dijo que habían avionetas que eran de la mafia, pero que pertenecían a gente importante del país. Comentó que era tan grave la situación del narcotráfico que se había dado cuenta que esa mafia había penetrado a las altas esferas y a la economía del país. Todas esas cosas tenían que investigarse y muerto él, no se hizo nada. Eso que hizo Pablo Escobar de dotar de armas a los que dispararon ese día, fue un montaje, porque todo eso parece que fue un invento del Estado para poder distraer las cosas. ¿Por qué no investigaron el cambio de carro en el que iba Rodrigo cuando le dispararon? ¿Por qué lo llevaron a la casa y no de una vez a la clínica?

¿Cuál sería el papel del exministro de Justicia en el momento político que vive Colombia hoy?
Si Rodrigo viviera, y tantos otros que mataron en este país por pensar diferente, por hablar claro y decir las cosas por su nombre, Colombia sería distinta y tal vez habríamos llegado más rápido a esa paz que tanto necesita el país.

¿Considera que actualmente denunciar casos de corrupción, narcotráfico o parapolítica es tan peligroso como en esa época?
No sé, desde el primer momento de la muerte de Rodrigo sentí ira y grité lo de Tranquilandia cada vez que me preguntaban. Pedí que investigaran eso. A mi mamá, a Nancy Restrepo, la esposa de mi hermano, y a los niños les llegaban amenazas porque creían que Rodrigo les había dejado algún documento en donde se podía esclarecer todo eso, pero lastimosamente no nos quedó nada y a Nancy le tocó irse a Europa con los niños. El presidente estaba preocupado de que les pudiera pasar algo y mi mamá nos reunió y nos advirtió que no quería más muertos en la familia, que no hablara más de Tranquilandia.

Hoy día se habla de bandas criminales, de la reconfiguración del paramilitarismo. Para las nuevas generaciones esto parece reciente, sin embargo, Rodrigo Lara lo denunció hace más de 30 años y esto lo llevó a la muerte. ¿Son el Estado y las autoridades colombianas cómplices de que con el pasar de los años sigamos en lo mismo?
Estas bandas criminales por supuesto que salen de la gente que no tiene oportunidades en la vida y que encuentra una forma de conseguir plata. Si el Estado le hubiera dado importancia al narcotráfico y a cómo había penetrado a la sociedad pues la realidad sería otra. Rodrigo decía: “la injusticia social es el caldo de la subversión y de toda cosa mala”, y es verdad.

¿Luego del asesinato de su hermano, ustedes como familiares le hicieron algún pedido a la Presidencia de la República?
Nunca. Me siento orgullosa de ser Cecilia Lara Bonilla pero procuro no decirlo porque siento que lo estoy utilizando. Rodrigo en eso era estricto, decía que cuando uno desempeña un puesto es para la persona que lo desempeña y no para la familia. Tengo una anécdota curiosa. Una vez estaba lloviendo en Neiva, me asomé por la ventana y vi que el carro de la Alcaldía estaba ahí. Llamé a mi hermano y le dije “¿será que ahí está ‘pachito’ el chofer?” y me dijo “sí, ¿para qué?”. Le conté que mis hijos no se habían podido ir al colegio porque estaba lloviendo y me respondió: “¿es que usted no tiene plata? El carro que está acá es del alcalde no de los sobrinos del alcalde, el carro no se lo presto”. Al principio me dio un ataque de ira, me senté a pensar y caí en cuenta de que él tenía toda la razón. En eso era riguroso, cuando fue ministro, los niños iban en bus al colegio, nunca fueron en el carro.

Después de la muerte de él, se firmó la extradición ¿Cuál fue su posición frente a eso?
En ese momento era lo mejor que podía suceder porque creíamos que de esa forma iban a cantar todo pero parece que no ha servido.

Usted fue gobernadora del Huila en 1991 en representación del liberalismo, ¿en qué momento decide dar ese salto a la política?
A Rodrigo le ayudé mucho en la parte logística, le organizaba reuniones en sus campañas para Senado y Asamblea. Eso y ser alcaldesa de Aipe me sirvió de experiencia para luego asumir la Gobernación. Peleé contra mucha gente del gobierno, por ejemplo no pagué los auxilios parlamentarios y vuelvo y me acuerdo de Rodrigo Lara Bonilla porque fue uno de los mayores enemigos de esos auxilios. Luego todos los que sí los pagaron fueron a parar a la cárcel. Así como me tocó a mi bregar, le toca a mucha gente, por eso este país no progresa. Es terrible que ahora hay más asesores que secretarios. En la época de uno no se nombraban asesores. Cada Secretaría tenía su gente, aunque a veces era un problema porque esas personas eran de otra corriente política y la política es sucia.

Cuál fue su reacción cuando Alberto Donadio la llamó y le contó sobre los nuevos hallazgos de la muerte de su hermano?
Alberto me llama y me cuenta lo del libro y yo sí sabía que lo de Rodrigo no era como se pensaba. Alberto siguió con la investigación, eso lo aplaudo. Después no quise seguir con eso para no sufrir. Pero ya cuando cogí el libro, que no he podido terminar de leer, me dolió y me sigue doliendo en el alma.

Exhuman los restos de Rodrigo Lara y se podría decir que se escribe un nuevo capítulo en esta historia. ¿Hay optimismo o temor frente a lo que se pueda encontrar?
No, temor no. Ojalá se sepa la verdad y que el país sepa lo que pasó, porque aquí los crímenes que se cometieron durante esa época fueron crímenes de Estado. Los políticos de la Unión Patriótica, todos murieron porque estaban en contra de lo que estaba pasando. Incluso Jaime Garzón, lo mataron por llamar las cosas por su nombre, a lo que mucha gente no se atreve.

¿Cree en el perdón y olvido?
Sí quiero perdonar, ojalá sepa quién fue y lo perdono.

¿Alguna vez la familia de Pablo Escobar los ha contactado?
Jamás en la vida. Mi sobrino Rodrigo (Rodrigo Lara Restrepo, hijo del exministro de Justicia y actual representante a la Cámara por Bogotá) una vez se encontró con el hijo de Pablo Escobar en Buenos Aires, pero no hemos hablado de eso. A mi mamá la vez que mataron a Escobar la llamaron de algún medio de comunicación y le preguntaron que qué sentía, ella dijo: “un gran dolor porque la mamá debe estar sufriendo lo mismo que sufrí yo”. Dijo que ya hacía tiempo había perdonado a Pablo. Ya uno sabía que Pablo Escobar había pagado los sicarios. Ahora nos damos cuenta que fueron una pantalla para desviar la atención y que detrás de eso hay más cosas. Pablo tenía intención de matar a mi hermano, pero el miedo de los otros también existía. Rodrigo era un peligro porque así como dijo lo de Pablo, hubiera dicho lo de los demás, a él no le daba miedo.

¿Cuál habría sido la posición del exministro frente al proceso de paz en La Habana?
Estaría ayudando. Creo que si Rodrigo estuviera vivo ya habría contribuido hace muchos años a hacer la paz, no la habría esperado tanto tiempo. Aunque exigiría que la paz fuera con la verdad. Me preocupa que los mensajes que el senador Álvaro Uribe Vélez y el Procurador Alejandro Ordóñez Maldonado le están dando al país, tengan tanta cabida en los medios de comunicación y genere zozobra en la gente. Lo más grave es que el país sufra de amnesia, no entiendo como ahora aceptamos que los personajes que tuvieron la oportunidad de gobernar y cometieron tantas arbitrariedades salgan a protestar a las calles. Acuérdese de las ‘chuzadas’. ¿Dónde está la memoria país? Colombia debe tener la mente abierta, con ideas liberales así sean de otros partidos.


¿Cuál era el mensaje que Rodrigo Lara quería transmitirle a Colombia?
Que merecíamos un país diferente, con oportunidades, con justicia social, que castigara al que comete una falta. Un país con oposición inteligente, capaz de controvertir, no esta oposición tan absurda donde no podemos debatir porque si el otro piensa diferente entonces es guerrillero o paramilitar. Eso no es construir sino acabar más con Colombia.

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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