A Ana Sofía Rincón Moreno de Tarazona, de 32 años, le encontraron un tumor en el riñón izquierdo. Pero su médico, al darle la noticia, agregó: “Busque dónde operarse porque acá (Venezuela) no tenemos los insumos para adelantarle la cirugía”. Es por eso que decidió venir a Colombia, donde hace 7 años le hicieron el mismo procedimiento médico a su mamá. Sin embargo, para salir de su país necesitaba su pasaporte y pese a solicitarlo y comentar a qué venía a tierras santandereanas, el documento no le fue expedido.
Pasaron tres meses de aquel incidente. Finalmente, logró entrar a Colombia con un pasaporte provisional. El 7 de marzo salió de Maracaibo, capital del estado de Zulia, e inició la mudanza con sus tres hijos y su esposo. Ana Sofía recuerda que durante el trayecto presentó quebrantos de salud, ya que debió desplazarse por tierra. De su ciudad natal llegó a Puerto Santander, en Norte de Santander, luego pasó por Cúcuta y finalmente arribó a Bucaramanga.
Luego de realizar una gestión para que el estado colombiano cubriera los gastos del procedimiento médico, estuvo durante 12 días en el Hospital Universitario de Santander, donde según contó, la atención fue satisfactoria. “Me hicieron todos los estudios que nunca me habían hecho y me repitieron los que me habían hecho en Venezuela”. Fue así como el 9 de abril se le realizó una lamparoscopia y la operación tuvo una duración de tres horas. Días después volvió al médico para su primer control posquirúrgico y desde entonces el único cuidado que debe tener es con las vacunas para no afectar su sistema inmunológico.
Según lo ha hecho público la Federación Farmacéutica Venezolana, los ciudadanos soportan tratos inhumanos a la hora de buscar atención médica. No solo deben soportar largas filas, hacer recorridos extenuantes por distintas farmacias y reunir dinero para comprar lo necesario para tratar sus enfermedades, sino que al llegar a las clínicas y hospitales el personal médico no tiene jeringas, gasas, guantes y otra clase de artículos quirúrgicos para adelantar los procedimientos.
Dicha Federación también ha denunciado que medicamentos como vitaminas, antibióticos, calmantes y droga para los hipertensos cuestan hasta tres y medio salarios mínimos.
Una nueva vida
Ana Sofía recuerda con nostalgia los años en que fue repostera en Maracaibo hasta que dejó de conseguir los insumos para su negocio. Ahora en la capital santandereana aspira a tener un negocio propio.
Mientras logra consolidar su sueño, se empleó como secretaria, luego de ser rechazada en otros trabajos con frases como: “no importa que sea legal, usted es venezolana”. Y ella respondía: “venezolana a mucho orgullo”.
Sus hijos de 13 y 9 años, que estudian en el colegio Las Américas, también han sido discriminados en varias ocasiones por sus compañeros de clases. “No les he hecho nada malo pero nos culpan a nosotros por lo que han hecho los venezolanos malos y así no es. Si fuera por mí no estaría aquí, podría pasar hambre allá en mi país, pero vine acá por mi madre, por su salud”, responde Horacio Gómez, el hijo mayor de Ana.
“Prefiero estar en Colombia porque acá sé que mis hijos tienen educación, salud, sabemos que hay médicos, que hay medicina, que con 2 mil pesos podemos comprar pan y una papeleta de jugo, pero al otro lado de la frontera ya ni siquiera hay pan, porque si hay harina no hay azúcar y si no hay huevos no hay nada”, agregó Rincón Moreno.
La adaptación de la familia venezolana integrada por una niña de 4 años y dos niños de 9 y 13 años ha sido un reto, pues se han tenido que acostumbrar a una cultura diferente, a estar sin los familiares cercanos y amigos, a la gastronomía local, el ahorro de los servicios, ya que allí tienen bajo costo. También han tenido que pasar de vivir en su propio apartamento a vivir todos en una habitación.
En cuanto a la alimentación, uno de los factores que influyó para que su adaptación fuera más difícil, fue el hecho de que llevaban varios años donde a veces solo podían almorzar con una arepa con mantequilla.
“No quiero estar aquí mami, me quiero regresar, Colombia no me gusta”, le dice Amanda, la hija de 4 años. Pero Ana le insiste en que estar en Bucaramanga es mucho mejor, especialmente por su educación, y que en las instituciones educativas de Maracaibo, se dan clases tres veces a la semana por la falta de transporte y por los pocos alumnos y profesores. Incluso, las directivas de los planteles educativos han tenido que unir grados para que los estudiantes avancen y no pierdan el año escolar.
Ana Sofía Rincón se aferra a la idea de continuar, al menos, en Bucaramanga, especialmente por su estado de salud. Las vacunas que requiere no se consiguen en su ciudad natal. Además, no quiere hacerlo por el desabastecimiento de alimentos, la baja calidad en la educación y la devaluación de la moneda.
Profesionales de la salud
Así como se acabó el algodón, los guantes y las gasas, también se acabaron las ganas de trabajar por parte de profesionales de la salud que son de dicho territorio. Tal es el caso de Luis Carlos Jaramillo Muñoz y Mary Alejandra Sánchez Uzcategui, dos médicos oftalmólogos que ejercen su profesión en Bucaramanga.
Al igual que las personas que padecen enfermedades, los médicos han tenido que dejar su patria por falta de implementos médicos.
Sánchez está radicada en Colombia desde hace 15 años. Llegó al país a realizar sus estudios con la esperanza de regresar a trabajar junto a su madre en Venezuela, quien también es oftalmóloga.
Cursó su pregrado en la Universidad de Santander (Udes) y su posgrado en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab), sin embargo, decidió quedarse trabajando en el Hospital Universitario de Santander (HUS), ya que podría pasarle lo mismo que a su mamá.
Y es que si la gente tiene el dinero para ir a consulta no cuenta con los recursos económicos para realizarse exámenes y comprar medicamentos. Asimismo, en caso de requerirse alguna cirugía, las instituciones tampoco cuentan con los equipos necesarios.
La oftalmóloga venezolana está en continuo contacto con la Fundación Dos Tierras que se encarga de apoyar a los inmigrantes venezolanos como Ana Sofía Rincón, y de contactar a sus coterráneos que quieran colaborar y que estén radicados en la capital santandereana. “Cuando Alba me manda gente, los atiendo gratis o les cobro dependiendo del bolsillo de cada quien, también he operado algunas personas que lo requieren”, asegura.
“Es injusto para los colombianos también porque los venezolanos están regalando la mano de obra”, explica Sánchez Uzcategui cuando Periódico 15 le pregunta sobre la afluencia de los emigrantes a tierras colombianas.
Por su parte, Luis Jaramillo expresa, “uno extraña su tierrita”. Este médico oftalmólogo que nació y creció en Valencia, en el estado de Carabobo, llegó a tierras santandereanas desde hace siete años. Cuando viajó el motivo fue hacer una especialización en Bucaramanga para posteriormente devolverse, ya que tiene acciones en una clínica. Sin embargo, su plan cambió, pues regresó y solo pudo estar por 15 días.
“No puedo vivir en un país donde recorrí todas las farmacias de tres ciudades buscando un inhalador para el asma de mi hijo y para una contracción muscular que tenía, y no encontré nada”. Por esto regresó a Colombia donde actualmente trabaja en la Fundación Oftalmológica de Santander, en la Clínica Carlos Ardila Lülle. Dentro de sus planes está salir en un futuro rumbo al Reino Unido.
Para este médico y su familia el desabastecimiento de medicamentos no solo los ha afectado a la hora de ejercer su profesión, pues varios familiares pertenecen al área de la salud. Ha afectado a su cuñado que padece cáncer desde hace seis años.
Cuando ya no encontraron más medicamentos, Luis compraba las quimioterapias en Bucaramanga y las enviaba hasta Venezuela, pero desde octubre del 2017 tuvieron que traerlo a Colombia, para que pudiera ser tratado correctamente.
Frente a esta situación médicos y pacientes han tenido que migrar hacia Colombia. Los profesionales para ejercer su profesión correctamente y las personas que están enfermas para sobrevivir y buscar una manera de ser atendidos.
Por Isabella Quintero Valencia
mquintero369@unab.edu.co