Cuando el sol se asoma por la montaña que da frente a la finca ‘Los Angelinos’, vía La Cemento al norte de Bucaramanga, siendo las 4 de la mañana, María del Tránsito Dulcey Pinto enciende el radio que tiene colgado en una biga frente a la cocina y lo primero que escucha es la voz de Jorge Velosa cantando “Julia, Julia”. Con esta canción empieza su jornada.
De lunes a viernes, esta mujer hace el desayuno para que su esposo vaya a sembrar maíz y yuca. También alimenta a las gallinas y los perros, y lava ropa. Al llegar el fin de semana, sabe que debe bajar hasta el barrio Los Colorados vendiendo lo que recogió de la plantación, pero, cuando se acercan las 3 de la tarde del sábado, María se alista para ir donde ‘La vieja Sara’, restaurante en el que realizan fiestas de carranga y que está ubicado diagonal a la parada de buses de dicho barrio.
“Me fascina la carranga y para ir a bailarla voy bien arreglada, con mi sombrerito y mi poncho, me mando a peinar y me pongo la mejor ropa que tengo”, cuenta Tránsito Dulcey. En 1977, el grupo fundado por Jorge Velosa, “Los Carrangueros de Ráquira”, empezó a construir una identidad con su composición llamada “El Carranguero”. Fue así como dicho nombre tomó fuerza y los oyentes le dieron el nombre de carranga.
En ese entonces Dulcey estaba joven, pero en las reuniones de baile que hacía en su casa con su esposo y su familia este ritmo no podía faltar. Desde ese momento su gusto por esta música la llevó a participar como bailadora en distintos lugares: Vijagual, Girón, Paipa, Tunja, Chiquinquirá, Socorro, Charalá, Los Colorados, la fiesta del campesino y la fiesta del tendero en el Centro de Eventos y Exposiciones de Bucaramanga (Cenfer), donde le dieron el título de Campeona de Carranga.
“La carranga para mi significa mucha felicidad porque todavía me siento con valor de moverme, porque me gusta mucho el baile y compartirlo con mi marido, amigos y amigas, se siente muy bueno una carranga bien bailada y bien presentada”, sostiene Dulcey. Un sombrero de pana y de color negro, su cabello recogido en una trenza que se enrollaba en la parte de atrás de su cabeza, una camisa y una falda de color fucsia, una mochila terciada y unas cotizas oscuras.
Este es el atuendo que luce María se abre paso en la pista de baile de la plazoleta del Centro de Ferias y Exposiciones, Cenfer. Un “quinciañero”, como le llama a un joven que no pasa de 20 años, la acompañó en su presentación; y al ritmo de “Que no me caso (El jornalero)”, de Los K-Ramones, ganó su título. “Fui campeona el año pasado. Apenas escuché la música me puse a bailar y no paré mientras sonaba. Por ser la ganadora me dieron un mercado grande con café, jabones y otras cosas, también un poncho y una gorra”, contó Dulcey.

Pinto participa
en la fiesta del campesino
que se hace
en Los Colorados
barrio al norte de Bucaramanga.
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VANNESA PABÓN L
El momento en el que escucha la música y si está en una competencia, el primer pensamiento que llega a su mente es, “¡No puedo parar de bailar!”. Si esto llegara a pasar, corre el riesgo de salir del concurso. Con las palmas de las manos juntas y en su cara un gesto de preocupación al decir esto, desliza las manos y afirma, “por eso es que uno tiene que tener soltura en el cuerpo, para aguantar el baile”. Un factor importante que facilita el movimiento del cuerpo es el licor; por esto, antes y mientras está bailando, consume de seis a diez cervezas.
“Esta bebida me gusta mucho y cuando me tomo mis traguitos bailo mucho mejor”, dice en medio de risas. Además, asegura que esto ayuda al calentamiento del cuerpo para después seguir bailando y moviéndose “divinamente”.
En medio de los recuerdos
La sala de su casa de María se convierte en una pista de baile, mientras ella toma su bufanda de las esquinas, la cual usa en representación del poncho. Dice que “esto se baila así”, entretanto va cruzando los pies y dando pequeños saltos, sus manos se posan en su cintura, da una vuelta y menciona que “cuando bailo carranga siento mucha felicidad porque me siento viva”.
“A mí me fascinan las fiestas, y si hay buena música y que tomar bailo hasta el amanecer y para eso me acompaña mi marido, porque a él también le gusta y desde que nos juntamos hemos estado bailando”. Mientras prepara el café, tararea “La china que yo tenía”, de Los Carrangueros de Ráquira, y al tiempo dice que “aquí en el barrio hacen muchas actividades para el adulto mayor y nos gusta participar en todo eso”, como las olimpiadas de la tercera edad.
Para Dulcey la carranga no es solo para divertirse. También es un viaje que la lleva a recordar los amigos que ya no están y con los que amanecía balando. “Es una forma de rendirles un homenaje, si bailo y digo que es por él o si todos los amigos que éramos bailamos revuelticos y lo nombramos, ahí le estamos dando un obsequio que sabemos le va a gustar”.
Aunque a veces tiene quebrantos de salud, María del Tránsito Dulcey asegura que esto no es impedimento para la cita de cada fin de semana, junto con su esposo. “Hay tiempo para estar alegre, la vida no está para uno ser esclavo, por eso salgo a pasarla contenta y donde haya fiesta de carranga, allá voy”, concluye la bailarina de música popular.
Por Vannesa Pabón Lozano
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