Por Daniela Archila Gualdrón / sarchila659@unab.edu.co
Obstinada, persistente y, según sus amigas, alguien sensible. Así es Andrea María Navarrete Mogollón. Esta ciclo-viajera inició su rodada desde la academia, durante sus estudios en licenciatura en Español y Literatura, pero primero recorrió un poco el mundo de la biología. Y, aunque no la apasionó, menciona que todo lo estudiado y aprendido lo enganchó a su vida.
Cuando entró a la Universidad Industrial de Santander (UIS) no se imaginó que comprarse una bicicleta le cambiaría el mundo. Luego, fue docente de la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga durante cuatro años y allí sintió la necesidad de realizar una Maestría en Filosofía. La cursó y hoy agradece las enseñanzas del profesor José Francisco Maldonado, a quien describe como una persona que entendió sus intereses personales y la enfocó a realizar una tesis sobre la metafísica de la bicicleta. Ahí comprendió que podía hablar de su compañera de vida e incluso, desarrollar un capítulo sobre género.
Esto le abrió su mente. Ella advirtió la relevancia que la bici tiene en las mujeres, pues el impacto en el mal llamado sexo débil es enorme. por eso, menciona que “la mayoría de personas ven este objeto como un momento en el ciclo de la vida donde niños y niñas aprenden a montar. Pero no se detienen a pensar que la bicicleta es el primer vehículo que le permite a las mujeres viajar solas y movilizarse por sí mismas”.
Mujeres Bici-bles
Recorriendo las calles notó que se prohibía y no era respetado el andar en bicicleta, algo que realmente la molestó. En 2012 fundó el colectivo Mujeres Bicibles. Allí inició un activismo para luchar por los derechos femeninos de quienes utilizan este medio de transporte, pues siempre ha sentido que su tierra es un lugar machista donde las mujeres han tenido que combatir mucho para ser quienes son.
El colectivo fue importante para Andrea, ya que le permitió desarrollar charlas y llegar a varios países donde pudo hablar sobre la importancia que tiene para la mujer andar en un medio de transporte que la hace completamente independiente. Con todo el equipo de chicas que reunía, formó un grupo que ella señala como “invencible” y que tomó fuerza y entendió que sus derechos son completamente válidos.
Recorrido por Suramérica
Después de varios años de estar llevando una vida de docente, decidió emprender otro camino. El inicio de 2016 la inspiró, y esperanzada en poder erradicar la monotonía y la rutina tomó la decisión de viajar: “ya no quería ser profesora, yo quería que la bicicleta fuera mi proyecto de vida”. Se trazó en su cabeza un extenso viaje en el cual podría recorrer Suramérica.
Con la emoción de lograr este objetivo vendió lo que tenía, “hasta las cucharas, lo único que no toqué fue mi biblioteca, los libros quedaron intactos”, según relata. Como buena literata, dejó lo que le podría generar un ingreso, pero sus tesoros jamás los tocó, ni dejo que alguien se los llevará. El viaje le permitió recorrer ocho países: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Brasil y Argentina.
Ya suma 18 años en bici y así los resume: “viajé sola, tuve compañeros de ruta, pero por instantes, en esencia sola, todos los días paraba y en las grandes ciudades me quedaba más de un día.
Dormí en iglesias, fincas, casas de conocidos, pero eso sí, en cualquier espacio siempre tuve dónde dormir”. El viaje iba bien, pero el destino la obligó a devolverse: “mi papá enfermó gravemente, entonces se comunicaron conmigo y me tocó devolverme”. Aunque fue dura la despedida, su curso seguía y para ese mismo año viajó a un congreso en España, mientras seguía buscando trabajo.

Entre ida y venida
“Yo pedí que me dejaran los noventa días que tenemos los colombianos allá para darme una vuelta por España. En efecto así fue, estuve 90 días con 90 euros”, recuerda Andrea. Recorrió muchos países y promovió el uso de la bicicleta en mujeres. En estas charlas, también impulsó a las mujeres a confrontar la violencia de género en el ciclismo aficionado.
Llegó a Bucaramanga después de dos años de viajes. Consiguió trabajo en la Universidad Industrial de Santander en un proyecto de SmartCity. “Ahí empezó a cambiar un poco mi perfil profesional y empecé a trabajar en temas de ciudad con un pequeño componente en movilidad”.
Los caminos se le cerraban, pero una mujer en Bogotá le abrió una ruta inesperada. Fue Ángela Anzola, exsecretaria distrital de la mujer. “Después de estar desempleada y publicar en mis redes que hacía lo que fuera, Anzola me ofreció un trabajo en Bogotá. En abril de 2019 viajé y en mayo ya
estaba trabajando en esa secretaría. También me vinculé en temas de bicicleta con el módulo de género apoyando temas vinculados con la bici”, recuerda Andrea.
La capital del país fue, una vez más, una salida para sumar kilómetros en las carreras de la vida. Así, en 2020 se hizo especialista en género ya directamente vinculada con la Secretaría de Movilidad. En enero de 2021 siguió trabajando en esa área y se presentó para el cargo de la Gerencia de la Bicicleta de Bogotá. Envió la hoja de vida y en agosto la aceptaron.
Hoy día Andrea María es, según el ranking Remarkable Women in Transport 2020, una de las mujeres más reconocidas del sector transporte. La bicicleta es su proyecto vital. Desde que se subió por primera vez no la sintió como la herramienta inseparable de una deportista, la vio como una compañera de su viaje por las carreteras de la vida.