Para llegar a lo que hoy es esta fundación que busca beneficiar a niños y adolescentes de Chimitá, quienes diariamente ingresan a la Central de Abastos (Centroabastos), es necesario recordar que todo inició en el 2005, cuando los comerciantes José Antonio Villabona Buitrago (principal gestor) y Rogger Prada Avellaneda (representante legal y presidente de la junta directiva), empiezan a ver problemas en el lugar, tales como una ola invernal que dejó familias damnificadas, la llegada de desplazados de la violencia de diferentes lugares del país y niños que ingresaban a trabajar.

A partir de esto, piensan en la estructuración de un proyecto que promueva soluciones a cada una de estas situaciones. Es así como en el 2006 crean la fundación Semillas de Ilusión de la Central de Abastos de Bucaramanga, una institución privada sin ánimo de lucro, que tiene como objetivo mitigar de alguna manera los problemas sociales que se viven en el sector; gestada, creada y sustentada económicamente por los comerciantes de toda la familia de Centroabastos.

En las calles de estos barrios se mantenía un ambiente hostil, donde no solamente la problemática social que enfrentan los niños era la explotación de trabajo infantil, sino que también había situaciones de abandono, maltrato, abuso sexual, drogadicción y microtráfico comentaban los habitantes de la zona, despertando así el interés de los comerciantes para gestar y crear este proyecto que velara por los derechos de los infantes, brindado apoyo moral y económico para el desarrollo de diferentes programas enfocados en temas de salud, alimentación, formación y capacitación personal y educativa, formación de valores, cultura y deporte.

Generando ilusiones

Con el fin de fortalecer la organización deciden llamar en el año 2007 a Anadelina Benavides Díaz, gestora empresarial de la Universidad Industrial de Santander (UIS), quien tenía experiencia en procesos económicos, y actualmente es la directora de la fundación. “Llego a Semillas de Ilusión y no había nada, habían unos estatutos, una junta directiva, pero del tema de intervención no había nada”, aseguró.

En ese mismo año, por medio de una caracterización a los menores se encontró que 500 infantes entraban diariamente a recoger productos, trabajar, acompañar a los papás a diferentes actividades, reconociendo que 169 de esos niños eran menores de 12 años.

Según la psicóloga Diana Carolina Silva Polania, Colombia es uno de los países donde más se vulneran los derechos de los niños, especialmente en el trabajo infantil, “ya que esto le genera un ingreso en parte del sostenimiento de su hogar, acostumbrándose a eso sin tener algún tipo de aspiración personal”, sin poder vivir la infancia como una etapa esencial para su vida, los niños toman el trabajo como una carga sobre sus pequeños hombros.

En junio de ese año se empieza una articulación entre las instituciones del Estado, Centroabastos y la fundación Semillas de Ilusión, para implementar una ruta para la garantía de derechos como educación, salud y el buen uso del tiempo libre. Pero, luego se dan cuenta que los niños llegaban al lugar en busca de comidas, ya que no había nada que comer en sus casas. Haciendo frente a esa situación, se planteó una propuesta ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) que consistía en la construcción de un restaurante escolar.

Así mismo, se empieza a trabajar con los padres y por medio de la articulación con el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) se crea un programa de capacitación para que aprendieran algún tipo de arte y lo pudieran poner al servicio de su familia para así generar sus propios ingresos.

Gente Sol
Viendo que la fundación tenía muchas necesidades de aprendizaje para niños, se buscó ahondar en el tema de la paz y la formación de valores, por ello, buscaron la ayuda de Gente Sol, pastoral social de la parroquia Juan Pablo II.

Félix Andrés Farfán, el coordinador, afirma que “unimos recursos materiales o recursos humanos y miramos las necesidades de la fundación y que la solución genere un proceso, ya que queremos que realmente hayan cambios en determinadas poblaciones”.

Así nace el proyecto “Sembradores de Paz”, programa para la formación en valores, derechos, aceptación y, sobre todo, mucho carácter de los niños de 5 a 11 años. Todo esto se dio por medio del sustento de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (Ficonpaz), que lleva 15 años en la ciudad de Medellín.

No todo es enseñanza, también es aprendizaje, “es una experiencia bastante emotiva y chévere, porque más allá de la formación de los niños, me genera una lección de vida ya que son niños que se encuentran en una situación de vulnerabilidad bastante grande, son niños que muchas veces no tienen para comer o alimentarse
adecuadamente, sin embargo, siempre los vemos con una sonrisa
en sus rostros, enseñando que se debe valorar lo que se tiene”, asegura Luz Natalia Santos, voluntaria y líder del programa Gente Sol.

Así mismo, padres y madres de familia están satisfechos con la oportunidad que la fundación les ofrece a sus hijos, se sienten más tranquilos y seguros al saber que ellos están aprendiendo a sembrar paz. Silvia Holguin, madre de familia, afirma que “soy la mamá de tres niños que están aquí estudiando, me ha gustado el desempeño que han otorgado los niños aquí porque les enseñan muchas cosas positivas, que en ningún otro lado les habían enseñado y aquí ellos han sabido salir adelante y son unos niños de bien ahora”.

Por Ginna Paola Piraquive
gpiraquive@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga