Sandra Milena Roncancio, es una de las más de diez madres cabeza de familia en el barrio Don Bosco que se dedica a alguna actividad en la zapatería artesanal. Nació en Bogotá el 6 de marzo de 1977 y a los seis años de edad llegó con su madre a Bucaramanga.
En la actualidad tiene 40 años y es madre de dos niñas: Paula Andrea Calderón de 13 años y Darlin Yulethsy Castellanos con 8 años, “con esto es que yo hago para el mantenimiento de nosotras”, dice Roncancio mientras da tres golpes con un martillo a dos láminas de cuero a las que previamente a aplicado pegamento con un pincel en ellas.
Siempre con una sonrisa en su rostro, sus ojos algo cansados y unas manos limpias que no demuestran los diecisiete años que ha estado ejerciendo esta actividad, relata la importancia que ha tenido el calzado en su vida.
Después de graduarse del colegio Francisco de Paula Santander en 1995 y al cumplir la mayoría de edad, decide independizarse y comenzar una relación con el padre de su hija mayor Paula Calderón. Comenzó ayudándole a su pareja en la cortada de cueros y así se fue introduciendo en este sector, las cosas con él no funcionaron y luego de un tiempo formó una relación con el padre de Darlin Castellanos, su segunda hija, al momento de quedar embarazada y saber que era de alto riesgo decide trabajar desde su casa. Comenzó emplantillando y luego como armadora.

“En la cortada se gana más y en la emplantillada también, la armada es la que hace todo el zapato y es la que menos gana”, relata Sandra pero agrega que prefirió ganar menos para poder cuidar a sus hijas y darles una sana educación, ya que su madre vive en Provenza y no puede ayudarle con el cuidado de ellas, Roncancio siente que aún están muy pequeñas para dejarlas solas.
En los zapatos de Sandra
Sus días comienzan a las 5 de la mañana, se despierta a despachar a sus hijas para el colegio. La mayor estudia bachillerato en el colegio Francisco de Paula Santander sede A, que está ubicado en el barrio Santander y la menor estudia en el Francisco de Paula Santander sede C.
A las 6 y media llega nuevamente a su casa y se sienta en una mesa que le ha servido durante muchos años como instrumento de trabajo, y que se encuentra llena de pegante y abolladuras. Se sienta y trabaja hasta las once y media, en ese momento se levanta a hacer el almuerzo y ya cuando termina, se dirige a recoger a su hija Darlin Yulethsy y esperan a Paula Andrea para almorzar juntas, luego vuelve a sentarse durante 8 horas más a terminar su trabajo.
Anteriormente la temporada del calzado iniciaba en el mes de septiembre hasta diciembre, “ahí uno trabajaba todo el día desde las 5 de la mañana, descansaba uno por ahí tres horitas y seguía” comenta Sandra mientras da una pincelada de pegamento y junta las partes formando la estructura de una sandalia para niño.
Su sitio de trabajo se encuentra al lado de las tres camas en donde duerme cada una, en la cama principal se encuentran las láminas que le hacen falta terminar, se disculpa por el desorden que hay en su casa, Sandra Milena dice que no le interesa que la vean haciendo aseo o planchando en otras casas, pues en épocas de escases tiene que seguir manteniendo su hogar.
Sus hijas, sus más valiosas creaciones
Relata que el papá de Paula si le colabora mientras que el de Darlin no. “El papá de Paula la mensualidad que me pasa es para pagar el arriendo, pero obviamente tengo que trabajar para tener los ingresos de la comida y en la casa no es lo mismo que trabajar en otro lado”.
Roncancio expresa que “la sandalia es muy fácil y rápida de hacer porque usted solo dobla y arma, pero el zapato deportivo tiene que poner una pieza y mandar a costura y volver por otra pieza y se repite la misma secuencia hasta que ya solo se tenga que agregar la almohadilla que es la más difícil, este zapato lo pagan a mil quinientos el par”.

La trabajadora santandereana cuenta con muchos sueños por cumplir pero que ahora pasaron a un segundo plano, pues tiene que velar por los sueños de sus hijas, en especial el de Paula Andrea que se encuentra cursando octavo grado y quiere ser chef.
Es por esto que Sandra Roncancio quiere que su madre se vaya a vivir con ella y así poder pasar hojas de vida a empresas de aseo, “a mí me han dicho que pagan muy bien y que son solo 8 horas y la tarde me queda prácticamente libre”.
En sus días de descanso trata de pasar la mayor parte de tiempo con sus hijas, y aunque no cuente con dinero suficiente para dar un paseo o darse grandes lujos, Paula y Darlin la entienden. Comenta que “cuando descanso damos una vuelta o nos acostamos a ver una película, también lo que hacemos es ir a comprar un helado, así sea de trecientos pesos, nos devolvemos para la casa y nos ponemos a ver televisión o a dormir un rato”.
Su hija Paula Andrea Calderón le dice “mamá cuando yo estudie la voy a sacar de esto y le voy a dar su casa”, mientras tanto Sandra sigue con su idea de darle lo mejor a ellas y proporcionarles un estudio superior.
Por Johan Sebastián Trujillo Muñoz
Jtrujillo180@unab.edu.co
Esta nota hace parte del especial web ‘En los zapatos de Bucaramanga’, para ver el especial completo, diríjase a este enlace: http://ow.ly/oA4X30ieO2G
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El trabajo oculto en un par de zapatos

Riquezas y prejuicios de la globalización económica

San Francisco: La vitrina del calzado

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