Al llegar a la entrada de la cueva, Sara Gamarra Forero, de 18 años, creyó no poder vencer el miedo a los espacios reducidos y oscuros. En ese momento el guía José Luis Porras Mejía, quien desarrolla esta actividad desde hace tres años, le hizo entrega de un casco y una linterna, elementos indispensables para hacer espeleismo, pues es muy probable que los turistas que no conocen la cueva se golpeen la cabeza.
Sin saber lo que traería el recorrido subterráneo bajó unas escaleras de metal que permitían entrar al lugar, la joven tuvo que enfrentarse a su temor desde el primer metro de la travesía, ya que las personas deben gatear para poder ingresar en medio de grandes rocas. Así empezó una experiencia debajo de la tierra que “vale la pena vivir” como ella misma lo expresó, en compañía de Periódico 15.
Esta actividad extrema se caracteriza por recorrer cuevas y cavernas. Durante los recorridos también se pueden observar formaciones minerales y rocosas que tienen estas cavidades subterráneas, al igual que algunas especies animales como los murciélagos, cangrejos e insectos.
El recorrido bajo tierra
El descubrimiento de esta cueva, está ligado a varias versiones, según cuenta José Luis Porras. La más mencionada por los habitantes se relaciona con el uso de la tierra para la crianza del ganado, cuando un día dueño del terreno salió a contar sus reses y notó que faltaba una, por lo que inició su búsqueda, hasta que la encontró en un hueco profundo. Por la falta de recursos de la época no la pudo sacar y el animal murió en la oscuridad.

“Al bajar a observar lo ocurrido, notaron el agujero que permitía el ingreso a la cueva. Se dice que fue hecha por los indígenas en la época de la colonia española para ocultarse de los blancos y así evitar maltratos, pero esas versiones no se han constatado”, contó Porras.
Con esta historia sobre la Cueva de La Vaca, a las 9 de la mañana, Sara Gamarra, acompañada de tres amigos y el guía, dieron inicio al recorrido que duraría tres horas.
El desplazamiento
Luego de estar dentro de la cueva, se inicia lo que se conoce como cañonismo, caminatas en lugares con agua.
Al entrar al primer salón, el agua alcanzaba un nivel de 90 centímetros, aproximadamente. Al recorrer un trayecto corto, la distancia del piso al techo se reduce a un metro.
En ese momento, Sara, asustada, le dijo a su novio que quería salir, pero este logró tranquilizarla, le pidió que tratara de disfrutar la actividad. Esas palabras y ver que los demás estaban felices practicando espeleismo, le dieron seguridad para enfrentarse y vencer el miedo.
La calma duró hasta el momento en el que se apagaron las linternas. Esto, con el fin de sentir el ambiente que se vive en los ecosistemas subterráneos. En ese momento solo se escuchaba el cause del agua y los sonidos emitidos por murciélagos. La voz de Sara no se hizo evidente, pese a que no podía ver. El grupo tampoco hizo comentarios, solo avanzaron como lo estipula el recorrido.
Al finalizar la primera fase de la cavidad, los caminantes se encontraron con una cascada. En ella, los deportistas y turistas pueden tomar un baño para desprenderse de la arena que queda en todo su cuerpo, pues el desplazamiento se hace arrastrándose por el piso del lugar. Para sorpresa de todos, en este punto el miedo ya no estaba presente en la joven, pues se escuchaba su risa y su entusiasmo.

Para llegar al lugar en el que finalizó el recorrido de Sara, el espacio es reducido casi en la totalidad de esta travesía, por lo cual es recomendable llevar ropa adecuada para no lastimarse las rodillas, manos y codos, pues la mayor parte del peso corporal es descargado en estas extremidades.
Según Porras Mejía, “estos sitios son de un cierto nivel extremo, por lo tanto, se debe ingresar con ropa preferiblemente impermeable que cubra la mayor parte del cuerpo, para reducir el impacto en caso de golpes y facilitar el desplazamiento por los espacios reducidos. Es esencial, que siempre se vaya acompañado de un guía”.
“La verdad no fue fácil, como en tres ocasiones quise salirme y cuando estaba entrando sentí que me iba a quedar sin aire, pero me sorprendí de haber podido superar ese miedo, porque creí que nunca iba a hacerlo. Uno deja de pensar en el miedo porque empieza a ver todo lo que hay alrededor”, asegura la protagonista de esta historia.
Una de las precauciones que se deben tener en cuenta son los elementos de bioseguridad: los principales son el casco y la linterna. Por otra parte, es recomendable que antes de ingresar, los visitantes sepan si sufren de claustrofobia, de esta manera sabrán si quieren enfrentar el miedo y si están dispuestos a hacer el recorrido.
Por Isabella Quintero Valencia
mquintero369@unab.edu.co