La melodía del acordeón se percibe desde la acera. La caja y las guacharacas van marcando el paso y el ritmo. Es un local de dos pisos, con una fachada blanca y de ladrillo, una ventana marrón y la bandera de Colombia moviéndose al vaivén. Podría ser uno más de los tantos sitios de fiesta que quedan sobre la carrera 33, uno de los tantos para tomarse unas cervezas frías con los amigos y pasar la noche. Pero no lo es.
Una voz cálida suena desde el interior. Es la voz que cantaba con sentimiento historias de vida que muchos aún sienten como suyas. Esa que llena de alegría a sus fieles seguidores, quienes a todo pulmón y luego de un trago, cantan al unísono, dejando de lado la afinación, como si se tratara de himnos que describen quiénes son: “¡Oye mujer bonita, ay mírame de frente, que estoy enamorado, y no me he dado cuenta!”.
En la mitad del costado de la cuadra entre la calle 34 y 35 existe una máquina del tiempo que evoca recuerdos, un pequeño territorio que remonta a la Plaza Alfonso López, en Valledupar, con aires del mar Caribe y del río Guatapurí. Es la Tienda Diomedes – La Ventana Marroncita, un bar que venera la voz y talento del cantante vallenato Diomedes Díaz Maestre, quien murió un domingo, 22 de diciembre de 2013, pero cuya presencia sigue impregnada en “toda su fanaticada”.
El lugar es el sueño real de Guadit Navarro Caro, un coleccionista guajiro que siente una profunda admiración por ‘El Cacique de la Junta’. Ha recolectado a lo largo de su vida piezas, fotografías, discos y demás cosas que reconstruyen tan solo una pequeña parte de su vida musical. “Quería compartir con los otros diomedistas esa misma pasión que tengo” por las palabras que el cantante componía y poco a poco el lugar comenzó a tomar forma.
A nando los primeros acordes
Guadit Navarro nació en Riohacha en 1967. A los 12 años se fue de su casa y llegó a Barrancabermeja. Siendo un joven andariego comenzó a trabajar en El Pez Dorado, un bar que estaba sobre el muelle que ve fluir las aguas viajeras del río Magdalena. Debía hacer el aseo del lugar, limpiando y lavando.
El señor Jesús, como lo llamaba, era el dueño. Una de sus grandes aficiones era la música de Diomedes. Sus canciones acompañaban a Navarro durante los quehaceres. Como buen guajiro, a él ya le gustaba el vallenato pero de forma general, no un artista en particular.
En 1983 se mudó a Bucaramanga. Desde los 16 hasta los 38 años estuvo en varios trabajos. Fue mesero y ayudante de cocina en el Restaurante Versalles, que quedaba en la carrera 25 con calle 36. Estuvo en un taller de latonería y pintura sobre la calle 45. Trabajó en la fábrica Muebles La Española, que estaba en la carrera novena con calle 44, y de ahí pasó a Muebles Mi Alcobita, en la carrera 18 con calle 45, en donde duró 16 años.
Del dinero que ganaba, sacaba una parte para comprarse cosas de su ídolo. “Lo primero de toda mi colección fue el casete de ‘Brindo con el alma’”, álbum lanzado en 1986. También compraba afiches, láminas, libros, periódicos con notas que hablaran de él, las entradas de los conciertos y su música. Con el paso de los años ha recolectado 25 casetes, 20 acetatos y 36 CD, de los álbumes originales como de lanzamientos especiales con canciones inéditas o de grabaciones en vivo.
Para 2005 Navarro vivía en el barrio Alfonso López. Tenía su propia casa, en la carrera 6 con calle 42. En su garaje de 5×3 metros abrió una tienda de barrio y vendía comida y elementos de la canasta familiar. En las paredes reposaba una pequeña exposición de su colección y la voz de Diomedes era lo único que sonaba allí. “La gente le dio el nombre de ‘Tienda Diomedes’. Los vecinos decían frases como ‘Vaya a la tienda Diomedes y compre una libra de azúcar’”. La labor de tener una tienda lo agotó. Prefirió convertirla en una fuente de soda donde solo vendía cerveza.
El sitio empezó a ser más visitado por la gente del barrio. De 50 personas en promedio que venían a tomar, pasó a casi 100, según recuerda. El rincón diomedista no daba abasto. Los clientes se sentaban en los andenes cercanos, la música sonaba fuerte junto a los cantos acompañantes hasta horas avanzadas de la noche. Se estaba convirtiendo en un problema de espacio público.
En 2012 la tienda fue el escenario de un acto sin precedentes para Navarro. Se le cumplió un gran sueño, Diomedes Díaz se dio la pasadita por allí. “Era mi mayor anhelo. Él decía que la tienda era de él. Ni lo veía. Lo tenía ahí en frente y lo veía cerca, lejos, de todo. Fue una sensación bastante única”. Fue para él un momento especial. Sus ojos veían lo que pensó como algo utópico: cómo su mayor ídolo observaba detalladamente ese rincón en su honor.
Nuevas letras, nuevas notas
Tres años después del histórico encuentro, Guadit Navarro decidió buscar un mejor espacio. Estuvo tres meses buscando el sitio adecuado, hasta que en mayo de 2015 “las oraciones fueron escuchadas”.
Estando en un lugar con más espacio, finalmente pudo exponer piezas valiosas que habían estado ocultas bajo el polvo por muchos años. Fue así como diseñó un recorrido en su interior, en donde cada pared cuenta historias diferentes.
Al entrar y dar dos pasos a la derecha, a un costado está “El altar de Diomedes”, como lo llaman los clientes. Es un cuarto pequeño, cerca de 2×2 metros, que tiene los objetos más significativos. Algunos son un imponente cuadro de la primera foto que Navarro tuvo con Diomedes, el 23 de noviembre de 2013 en el Hotel Chicamocha. Una estatuilla de color dorado opaco del cantante, que fue un reconocimiento que Jorge Maestre, en nombre de Valledupar, le dio a la tienda en 2014. Enmarcado está el conjunto deportivo azul de Adidas que Consuelo Martínez le obsequió el 7 de septiembre de 2017. Además tiene una bandera blanca con el dibujo del ‘Cacique’ que fue firmada por varios clientes el día que falleció, el 22 de diciembre de 2013.
En la pared lateral izquierda reposan 41 fotografías enmarcadas donde aparece con Diomedes Díaz, Martín Elías, Beto Villa, entre otros. En la pared lateral derecha 27 afiches de distintos tamaños, y en el segundo piso se encuentra una exposición de 43 cuadros con algunos reyes vallenatos y ganadores del Rey de Reyes del Festival Vallenato.
Aparte de la música, Guadit Navarro organiza otros eventos, como conversatorios con Joaquín Guillén, mejor amigo del cantante; Antonio José de León o ‘Toño Cacique’, quien fue el jefe de prensa durante doce años; presentaciones de Karen Lizarazo y Óscar Díaz, bajo la única regla de que solo se cantan canciones escritas por Diomedes Díaz, y la celebración de dos fechas sagradas para ellos, su nacimiento y su muerte. Los diomedistas se reúnen y realizan una eucaristía en su honor.
Por Lucía Jeaneth Gualdrón C.
lgualdron195@unab.edu.co
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[…] (Esta nota fue publicada en la edición impresa No. 350 del Periódico 15 desde el 1 de diciembre de 2017) […]