“Rómpala en el escenario!”, gritaron al unísono el grupo de al menos cien asistentes que el 29 de octubre a las 6 de la tarde, asistía al festival “Ojos que pintan”, en la carrera 27 con calle 15, frente a la sede del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena).

Frente del escenario una pista de baile que permitía a los bailarines mostrar su espectáculo de break dance. Al girar la mirada, un grupo de grafiteros, alrededor de 25, plasmando las propuesta en los muros del Instituto Técnico Superior Dámaso Zapata Sede D. Alrededor de las 6:40 p. m. finaliza la ronda semifinal de la ‘pelea de gallos’ y llaman a tarima a la agrupación ‘Rapnapolis’. Los espectadores perciben los nervios y la adrenalina que sienten los tres integrantes.

Entre risas y comentarios sueltos toman los micrófonos, se escucha la pista y con esta se dibuja una sonrisa en cada uno. Desde el escenario se ven como los asistentes se dividen en pequeños grupos y cada uno se ‘soya’ –goza– los temas de forma diferente. Algunos bailan, otros que se saben las canciones y las cantan o solo aquellos que sonríen y hacen cara de placer al escuchar cada rima que hace alguno de los cantantes.

“Nervios, mucha adrenalina, ganas de sacar todo eso que tenía en la mente”, fueron la palabras de Alejandro Vargas, de 24 años, integrante de ‘Rapnapolis’, al finalizar el concierto. Sudaba, reía y hacía comentarios que provocaban la risa de sus tres amigos que venían detrás de él.

Vargas en el rap santandereano es conocido como “Sagrav”, su proceso en la música empezó desde que era pequeño. “Tiraba rimas desde muy pequeño con “Bantú”, él siempre fue mi parcero –amigo-, nos alejamos un poco al crecer pero hace cuatro años nos encontramos, recordamos nuestras rimas y cantamos un poco, fue ahí cuando vimos la necesidad de hacer algo y decidimos formar un grupo para hacer rap, hacer lo que nos gusta”, expresó.

Jorge Ortíz, conocido por su seudónimo “Bantú”, es otro de los integrantes de esta agrupación. Conoció el género en un par de casetes que su primo mayor grababa y le regalaba a temprana edad, desde allí creció su amor por el arte y para él, el arte es rap.

Vargas y Ortiz, al terminar el concierto, prenden un cigarrillo y se sientan a ver el siguiente grupo. “Sagrav” rompe el silencio y dijo: “Cuando canto siento muchos nervios, pero cuando voy a grabar algún el tema es diferente, mis sentimientos cambian dependiendo por la situación que esté pasando, muchas veces canté con ira y otras cuantas con una inmensa tristeza”.

Mientras su amigo habla, “Bantú” asiente con su cabeza como si estuviese de acuerdo con todo lo que dice. Afirman que cantan no solo para el público, ni para que los conozcan, cantan porque tienen la necesidad de decir las cosas que piensan y la manera más eficaz que encontraron fue mediante el rap.

‘Rapnapolis’ nació hace cuatro años con la unión de los dos jóvenes, le otorgaron el nombre porque es una metrópolis del rap, en referencia a la diversidad y cantidad de personas que les gusta el género musical, además no se cohíben en decir lo que piensan o sienten, solo escapan de su vida por la música y la comparten con el fin de encontrar similitud en sentimientos y situaciones con el resto de jóvenes.

Mientras los intérpretes están sentados, se prepara Kenny Rosendo, un venezolano conocido como “Adverso”, quien a sus 21 años compite por realizar el mejor freestyle contra raperos de Bucaramanga.

Son las 7:40 de la noche y viene la ronda final de la ‘pelea de gallos’. “Adverso” compite su batalla número 20 y va por el premio final contra su contrincante “Bross”. Se ve la emoción en sus rostros y movimientos, ya que caminan en círculos, se acerca el uno al otro y se miran fijamente. Suena la pista y el presentador da la pauta para que “Adverso” empiece con la batalla, luego de un minuto de improvisar versos sin parar, es interrumpido por el moderador. “Bross” responde con tono de voz alto y saltos alrededor de su compañero, en la primera ronda quedan en empate y vuelven a repetir el encuentro, esta vez con versos y recursos sonoros más elaborados.

Se siente la tensión en el ambiente, los aplausos y gritos. Inicia el enfrentamiento final, el cual hace que los nervios se evidencien entre los dos cantantes. Finalmente, la decisión del jurado da como ganador a “Adverso”. Salta, sonríe y abraza a su rival. Es premiado con una medalla, 100 mil pesos y un par de zapatillas deportivas. Hace seis meses Kenny Rosendo pasó por la frontera de Cucutá – Venezuela, al llegar a esa ciudad empezó el rebusque de dinero para poder llegar a la ciudad que tenía en mente, Bucaramanga.

Rapea en los buses para recolectar dinero, dice que se la ‘vacila’ y con rimas trata de hacer felices a las personas. Ha viajado a Medellín para participar en concursos de improvisación, luego de sus victorias vuelve a la capital santandereana para seguir practicando y evolucionando en la improvisación de versos.

Conoció el género musical en su casa en 2008, cuando sus primos llegaron de visita y empezaron a escuchar rap del momento, el gangsta (subgénero del rap que refleja el estilo de vida violento de la juventud de las zonas menos favorecidas), también vio el primer video de batalla de freestyle. “Recuerdo muy bien que la batalla era de “Biancuccí” vs “Pepeto”, al verla realmente me cautivó esa manera de improvisar versos contra otro, así que fui perseverando, practicando, viendo más videos, indagando qué cantidad de palabras caen en cuatro compases, a qué velocidad y cómo debía hacerlo”, recordó el venezolano.

Sentado en la parada de Metrolínea con una gorra plana, un buzo de color vinotinto, una sudadera y unos tenis, cuenta que su primera pelea de improvisación fue a los 17 años con micrófono y en tarima, en la primera ronda perdió contra el mejor de la zona, “me pasó por encima”, exclamó.

A las 9 de la noche finaliza el evento que se realiza desde hace cuatro años en la capital santandereana. Los participantes se abrazan y se felicitan. El público los recibe debajo de la tarima con gritos y aplausos.

La motivación de la mayoría de raperos es que espectáculos similares a “Ojos que nos pintan” vienen con más recurrencia en Bucaramanga, cada vez hay más público y lugares de esparcimiento como Monkey Bar, ubicado en la calle 35 con carrera 32, en el lugar cada ocho días hay un evento de rap con micrófono abierto o con artistas invitados.

 

 

 

Por María Paula García

mgarcia276@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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