Con   miras   a   ayudar   a migrantes    de    su    misma nacionalidad,    Alba Cecilia Pereira, mediante su fundación Entre Dos Tierras, inició desde febrero un proceso de caracterización familiar venezolana, mediante el cual se recogen datos   como:   nombre,   número de integrantes, edad, condición migratoria, ocupación, ingresos económicos, nivel educativo, estado de afiliación al sistema de salud y escolarización de los niños.

Más allá de obtener mediciones sobre un número total de personas, el propósito es analizar las características, los riesgos y la situación de estas familias. “El venezolano no era una persona migrante, no era de abandonar el nido, era de salir, viajar, estudiar y regresar a casa. Las circunstancias cambiaron y hoy la gente necesita ayuda”, agregó Pereira.

El  punto  de  partida  de  este proyecto se dio cuando la Fundación Asociación Social y Familiar (Fasf), entidad no gubernametal sin ánimo de lucro, fundada por la sociedad religiosa Hijas del Corazón de María, se enteró que la Universidad Autónoma de Bucaramanga, a través del Instituto de Estudios Políticos, desarrollaba un trabajo en el marco del programa de acción universitaria sobre migrantes.

“De este modo, la entidad nos buscó con el objetivo de diseñar un proyecto que contribuyera a la inclusión social, cultural y política de la población venezolana migrante en Bucaramanga y en ese sentido pensamos en la fundación Entre Dos Tierras como un aliado fundamental”, señaló María Eugenia Bonilla, directora encargada del IEP.

Con el ánimo de continuar el proceso de caracterización desarrollado por el IEP de la Unab, se tomaron las correspondientes familias asistentes. Los mercados que se entregan tienen un valor comercial de 50 mil pesos y por este cada famila cancela cinco mil pesos. /FOTO XIMENA HERRERA MONGE

¿En qué consiste?

Es un proyecto que cuenta con 60 millones de pesos, donados por la Fasf, tiene recursos de ayuda para un año, de esta forma, se destinan cinco millones mensuales para el desarrollo de las actividades, tres millones para la entrega de kits de aseo y alimentación cada 15 días a 30 familias. Los dos millones restantes serán un recurso disponible para dar ayudas itinerantes que consisten, según lo indicó Pereira, en “necesidades puntuales que tenga cada familia, por ejemplo, que los niños estén yendo al colegio sin uniforme”.

Actualmente,     se     encuentran  alrededor  de  80  familias registradas,  de  las  cuales  tienen prioridad los grupos que integran niños, madres lactantes, personas en condición de discapacidad y adultos mayores. Así, al salir seleccionados, durante cuatro meses, 30 familias recibirán beneficios como un mercado quincenal,  con  valor  comercial de 50 mil pesos, por el cual deben cancelar 5 mil pesos; ayudas itinerantes  (una  vez  por  familia); atención sicosocial, asesoría jurídica y capacitaciones para crecimiento personal, emprendimiento y enseñanza de oficios.

Los criterios de permanencia son la participación activa en las actividades de desarrollo humano, asistencia a las convocatorias del proyecto, vinculación escolar de los niños y no incurrir en faltas penales, así lo confirmó Pereira, “no se trata solo de ir cada 15 días a recoger el mercado, deben poner de su parte en lo más importante, la participación en las actividades que los conducirá a tener inclusión social y laboral”.

Historias de vida

Entre las 130 personas seleccionadas que asistieron a la inauguración  del  programa,  en las instalaciones del Centro de Servicios Universitarios, CSU, de la Unab, estaba Ana Sofía Rincón de Tarazona, de 34 años, junto a sus tres hijos Ignacio, Horacio y Amanda Tarazona Rincón.

A Colombia los trajo la condición de salud de la progenitora, a quien le diagnosticaron un tumor en el riñón izquierdo y debía ser sometida a un procedimiento quirúrgico. “Fui al médico en Caracas y me dijo ‘vete a otro país lo más pronto, debes ser operada y aquí no lo vas a lograr’”, contó Rincón.

Hace 15 días entró por urgencias al Hospital Universitario de Santander (HUS) y allí tuvo la atención médica necesaria, hoy está en proceso de recuperación y cuenta con la ayuda económica de su esposo Willy Tarazona, quien hace unos días consiguió trabajo como carpintero en el centro de la capital santandereana. “Deseo terminar este proceso con éxito para poder dedicarme a la repostería y mejorar nuestra calidad de vida”, dijo la mujer.

Jhon Elio Díaz González también le compartió a Periódico 15 una parte de su experiencia como migrante y lo doloroso que fue dejar en Caracas hace un año y dos meses a sus cuatros hijos y a su esposa Desiree Alcalá, esperando el nacimiento de su hija menor, quien hoy tiene 11 meses. Es así como lo cuenta Díaz González, “casi se muere mi esposa y mi hija que estaba en su vientre porque no estaban comiendo bien, así que tuve que dejar todo en mi país y venirme”.

Con la voz entrecortada, el hombre de 37 años agregó que tiene la esperanza de volver a su país natal y con tristeza comentó: “hoy cumple cinco años uno de mis hijos y la semana pasada otro  de  ellos  cumplió  cuatro  y me  parte  el  corazón  escucharlos preguntarme ¿cuándo iré por ellos?”.

Hace siete meses Alcalá llegó con su hija, Luz Amapola Díaz, a acompañar y apoyar a su pareja, con la esperanza de poder volver a tener a su familia unida, tuvo que dejar a sus otros hijos a cargo de su suegra. Él se dedica a cantar en los parques y ella a vender chicles y caramelos en la calle.

No obstante, Díaz González reconoce que a pesar de que él y su esposa ‘están haciendo lo que  nunca  imaginaron  hacer’, han tenido en medio de las dificultades un recibimiento amable. Según él, logró en compañía de Germain Coronado (‘el llanero eléctrico’), participar con su música en la Feria de Bucaramanga y ahora está en proceso de grabar un disco, de esta manera concluyó diciendo “quiero dejarle un regalo musical a Colombia, mezclando vallenato con merengue caraqueño y por ello estoy componiendo temas que hablan de esta situación migratoria”.

Si bien es notoria la presencia de  inmigrantes  venezolanos  en el país, actualmente no se cuenta con una estadística sólida. Omar Ochoa Maldonado, personero de Bucaramanga, señala que «aún no hay una cifra oficial, pero se estima que reside un aproximado de 40 mil venezolanos». Sin embargo, a la fecha, en el proceso de caracterización que adelanta el gobierno, solo hay cerca de 1.000 venezolanos registrados en la ciudad.

Por Ximena Herrera Monge

sherrera380@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga