Por Javier Ferreira / jferreira4@unab.edu.co
El periodista William (Bill) Gentile ha dedicado su vida a conocer en persona a las comunidades de base. Ha retratado la realidad y las consecuencias que recaen sobre la “gente del común”, tras las guerras y las decisiones económicas de quienes ejercen el poder. Le gusta estar con la gente, hacer un periodismo que aporte a las comunidades y no al servicio de los poderosos.
Desde el estudio de su casa, ubicada en Washington, Estados Unidos, este hombre de mirada expresiva y miles de horas de vuelo saca tiempo para hablar de su experiencia en los medios escritos, radiofónicos y audiovisuales.
Dentro de tres días serán la jornada electoral en Estados Unidos. Él aún no lo sabe, pero en una semana se confirmará la noticia de la elección del candidato demócrata Joseph Robinette Biden Jr. como el presidente número 47 de ese país, y a lo mejor su semblante apesadumbrado de este momento, mientras expone la situación que vive el periodismo norteamericano en la era Trump, cambie un poco. “Desgraciadamente, este es un momento en que ser periodista es complicado. La administración de Trump ha sembrado esta semilla de odio contra los medios de comunicación y de toda persona que no esté de acuerdo con él”.
Asegura que estos años ha sido peligroso ejercer el periodismo en su país, y que por ello prefiere hacer su trabajo de reportería de una manera discreta. Es el creador del periodismo de mochila, para lograr acceso a lugares y personas de una manera que llame menos la atención. “Con las manifestaciones en las calles y la violencia de la policía e peligroso. Entonces, cuando menos equipos se lleven y menos visible es uno, mejor”.
El periodismo de mochila es una idea que comenzó a cocinar en sus tiempos de periodista de guerra en Nicaragua, adonde llegó en 1978 a cubrir el conflicto sandinista y posteriormente la guerra de La Contra (ejército patrocinado por el gobierno de Estados Unidos para combatir a la guerrilla sandinista, liderada por Daniel Ortega).
“Cuando yo fui a las montañas de Nicaragua, yo tenía que llevar mis cosas, así que debía que andar con lo mínimo, no solo por el peso, sino porque caminaba con campesinos que tenían menos de la mitad de mi edad. Entonces llevaba solo lo que yo podía cargar. Allí, en las montañas de Nicaragua y en los callejones sin salida de El Salvador, fue donde yo aprendí a llevar absolutamente lo necesario para cumplir con mi función de periodista. Cargaba solo lo que podía cargar en mi mochila”. Sus reportajes y fotografías, en ese entonces para medios como la revista Newsweek, llenaban las primeras páginas y vendían millones de ediciones.
Luego fue ‘puliendo’ su técnica hasta darle ese nombre: periodismo de mochila, relatos periodísticos audiovisuales realizados con el menor equipo posible, pero de alta calidad técnica e informativa.
Así que combinó su amplia experiencia como escritor y como periodista independiente de radio para las cadenas ABC y NBC, desde Nicaragua, y las unió con su experiencia como fotógrafo. Luego llegaron al mercado las cámaras de video profesionales pequeñas y de poco peso, así que incorporó todo en un relato audiovisual completo: calidad de redacción y narración de historias, calidad de sonido y calidad de imagen.
Bill Gentile evolucionó a la par de la tecnología, y por eso no se relegó ni ha perdido vigencia en estos 43 años de carrera. Le gusta estar actualizado tecnológicamente, porque sabe que allí puede mantenerse activo. “Vivimos en un mundo completamente visual. He tenido cientos de estudiantes. Ellos leen porque yo les exijo que lean, pero su fuente de información es más visual, YouTube, Facebook, lo que sea. Entonces yo tengo que enfatizar a mis estudiantes en escribir. Si ustedes (los estudiantes de periodismo) salen con solo un oficio o habilidad, debe ser la de escribir bien. Si usted tiene los pensamiento claros y coherentes y sabe escribirlos y usar esto bien (muestra su teléfono celular), lo tiene todo”.

La responsabilidad del periodista y del periodismo
Gentile es un ciudadano norteamericano, hijo de inmigrantes italianos. Su familia se asentó en Pensilvania, por allá en los años 30 del siglo XX. Cuenta que todo su linaje trabajó en las fábricas de acero, y que de ahí se convirtió en un hombre laborioso. “Yo no soy un hombre de oficina, yo soy un hombre del campo, de la fábrica. Mis aliados en la vida son la gente que trabaja, que trabaja con sus manos, que arriesga, que defiende a sus familias, y por eso yo siempre estoy más dispuesto a ir a caminar tres semanas en la montaña que estar en una oficina entrevistando congresistas”, dice.
También lo motiva contar la vedad, contarle al mundo las consecuencias que traen las decisiones que toma el gobierno de su país. “La gente me pregunta que por qué hacía eso de ir a Nicaragua, y lo hacía porque mi país apoyaba la dictadura somocista, dirigía los contras, y mi país intervenía en El Salvador, aconsejaba a los militares que tenían fama de no ser muy respetuosos de los derechos humanos, y yo tenía que tomar la decisión de que urgía documentar y distribuir mundialmente la información, la verdad”.
Para esos trabajos, siempre lleva al hombro su mochila, con sus herramientas: una cámara, un juego de buenos micrófonos, sus audífonos, una luz portátil pequeña, ¡y ya está! Así produjo para la cadena Univisión el reportaje “Cuando el bosque llora” (When the Forest Weeps, título original), en la selva ecuatoriana del Amazonas, únicamente con su teléfono celular, y su más reciente producción, “Freelancers México”, serie documental que se distribuye National Geographic y se puede ver en la plataforma Amazon Prime Video.
En esta serie viaja a México y retrata la situación que viven los periodistas independientes, especialmente en la zona de la frontera entre ese país y Estados Unidos, en donde los carteles del narcotráfico generan olas de violencia y muerte (vea la próxima entrega de esta entrevista).