Cuando alguien está a punto de lanzarse duda en hacerlo debido que al acercarse a la orilla de la plataforma ve el vacío de 70 metros de altura que termina en el río Fonce donde algunos turistas realizan rafting. Suele suceder que cuando están arriba algunos se arrepientan de tomar la decisión de saltar, pero con la ayuda del instructor logran superar esta etapa, donde después de recibir las indicaciones y en un momento de adrenalina deciden saltar.
En el salto solo se siente el aire rozando el cuerpo humano, la persona no tiene tiempo de pensar y empieza a gritar. Los gritos son más fuertes con el rebote de la cuerda que provoca la pérdida de razón y el equilibrio del cuerpo, haciendo que este vaya de un lado para otro.
De esto se trata el bungee jumping, una práctica que completa más de 10 años en Colombia. Se realiza en ciudades como Medellín, donde se puede saltar desde 80 metros de altura, así como en San Gil, que es de 70 metros, sobre el río Fonce, desde una plataforma metálica.
Es un deporte extremo porque el individuo corre con el riesgo de tener implicaciones a largo y corto plazo sobre las estructuras anatómicas del cuerpo. Así lo aseguró Jairo Contreras Blanco, neurocirujano de la Universidad Industrial de Santander, ya que cuando el cuerpo se lanza al vacío, “se expone a aceleraciones grandes, y cuando la cuerda lo tensiona se presentan desaceleraciones bruscas que se transmiten al sitio más frágil de nuestro sistema que es el nervioso central”.
La actividad no requiere ninguna preparación física, pero sí mental. El participante está asegurado por unas cuerdas elásticas y de seguridad que se encuentran atadas a sus tobillos por medio de un arnés que posibilita amortiguar la caída y provocar rebotes.
Juan Carlos Hernández Chaparro, instructor de Bungee Jumping Colombia, en San Gil, explicó que, a la hora de saltar de 70 metros, “se debe saltar de frente, alejándose de la plataforma. Hay que flexionar las piernas y tomar impulso. Los pies y los brazos deben estar extendidos. Se impulsa con las piernas flexionadas ya que la idea es poder volar”.
El guía del bungee jumping se encarga de subir con la persona en la plataforma donde va hablando con ella para generar confianza. Una vez están arriba, toma unas fotos y explica, a manera de simulacro, la forma correcta de saltar y los requisitos que implica.

La experiencia
Hay quienes viven la experiencia extrema de saltar de 70 metros de altura porque se encuentran de visita en San Gil y quieren hacer algo diferente. Este es el caso de Laura Sofía López Lozada, trabajadora social, quien contó a Periódico 15 que escuchó del sitio y decidió dar el salto para cambiar la rutina. “Tuve en cuenta las indicaciones del instructor, pero al momento de lanzarme olvidé todo y lo hice mal. Pero lo bueno fue que la presión laboral que tenía se esfumó en el salto”, comentó.
Cada actividad tiene unos requisitos físicos y sicológicos donde por medio de una ficha técnica se especifica las condiciones de salud y restricciones para realizarla. En el caso del bungee jumping hay que llenar un formulario en el que el turista debe informar sobre su estado de salud y datos específicos para no tener ningún accidente.
Riesgos y tabúes
En 2017, un turista que practicaba el salto en San Gil sobre el río Fonce fue noticia porque la cuerda se rompió. No le pasó nada debido a que estaba sujeto a la línea de seguridad, pero desde ese momento las personas percibieron la inseguridad de la práctica.
Tener el conocimiento sobre los riesgos que implica realizar la actividad e ignorarlos es el caso de muchos. En 2011 un joven murió practicándolo al lanzarse en el puente de Miraflores de Cundinamarca.
El taxista, Carlos Hernández Serrano, afirmó que la única razón por la que se lanzó fue para garantizarle a sus compañeros que la cuerda especial del bungee era segura: “mis amigos no querían lanzarse. Entonces, tuve que tirarme y rogar a dios para que la cuerda no se rompiera y así ellos se lanzaron. Una vez me lancé, olvidé la cuerda y me enfoqué en disfrutar el salto”.
Al igual, Nelson Iván Rojas Rueda, asesor comercial, recalcó que ya sabía que el deporte era peligroso “pero de todos modos me arriesgué. Sólo sentí un vacío total y una experiencia única e inolvidable, que toca hacerla al menos una vez en la vida”.

En el desarrollo del ejercicio nunca se debe asegurar que no pasará nada. Alba Luz Salazar Galán, gerente comercial de Aventura Total, manifestó que se debe tener “personal capacitado y con experiencia, equipos en excelentes condiciones y cumplimiento de los protocolos para cada actividad”.
La adrenalina, salir de la rutina diaria y el estrés son los principales factores que conllevan a realizar el salto. Jair Rueda Zárate, coordinador de marketing, definió el deporte como “una actividad buena que despeja toda la rutina citadina que uno vive en Bucaramanga. Es algo que me ayudó a desestresarme y vivir la experiencia extrema”.
En el desarrollo del ejercicio nunca se debe asegurar que no pasará nada, dado que en cualquier actividad van a estar en escenarios naturales y pueden presentarse situaciones no esperadas. Alba Luz Salazar Galán, gerente comercial de Aventura Total, comentó que los protocolos de seguridad, que sirven para minimizar cualquier riesgo, se deben llevar a cabo teniendo en cuenta tres aspectos “personal capacitado y con experiencia, equipos en excelentes condiciones y cumplimiento de los protocolos para cada actividad”.
Economía turística
San Gil es conocido por ser la capital turística de Santander, además de uno de los mejores escenarios para practicar deportes extremos.
“Inicialmente la actividad de rafting fue la generadora de ingresos al municipio, con el transcurrir del tiempo se han ido incluyendo más actividades con el fin de mejorar la oferta turística y tener una variedad de actividades”, subrayó Alba Luz Salazar Galán, gerente comercial de Aventura Total.
El deporte bungee jumping es un atractivo turístico para los extranjeros ya que su realización es más económica en Colombia. Regina Célia Lugrin, enfermera en Suiza, señaló que decidió hacerlo porque “nunca lo había hecho en mi país porque es muy costoso, allá vale 130 dólares y aquí solo son 12 dólares”.
Por María Angélica Hernández Cárcamo
mhernandez100@unab.edu.co