Aunque se usa cada vez menos, la madera aún es un material primordial en la construcción de elementos decorativos y de utilidad.
Por Geily Johana Coronel Rodríguez
gcoronel@unab.edu.co
El olor penetrante a aserrín, puntillas regadas alrededor del piso, tarros de pegante a medio destapar, retazos de piezas arrinconadas en una esquina -que pueden servir para la construcción de un futuro armario-, el estridente sonido de las sierras ahogando los ruidos de la calle y las grandes maquinarias imposibles de mover de su lugar fijo, son características del ambiente en el que se moldea la madera.
La tala indiscriminada ha influido negativamente para seguir con el desarrollo pleno de esta labor en Colombia. Frente a esto, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), declaró que en el 2020 se deforestaron 171.685 hectáreas en el país. Y, como forma de mitigar, se propuso, el pasado 4 de agosto de 2021, la Ley de delitos ambientales. Esta ley penaliza la deforestación hasta con 15 años de cárcel. El endurecimiento de las normas en cuanto al cuidado de los ecosistemas ha hecho que se reduzca la comercialización de la madera, por consiguiente, su valor aumentó.
Según Pedro Herrera, carpintero hace 30 años, el costo del material “está por las nubes, o sea, casi están inalcanzables los precios para hacer un mueble. No es asequible hacerlos”. Si él antes compraba el pie de tablón (en el sistema métrico el pie de listón equivale a 3 m de largo x 30 cm de alto x 10 cm ancho) a 2.400 pesos, ahora lo consigue entre 5.000 y 6.000 pesos.
Arte y oficio
La carpintería, aparte de ser uno de los oficios más antiguos de la humanidad, es considerado por quienes lo ejercen como un arte, ya que poseen la capacidad de visualizar y transformar un tronco en una bella figura decorativa. Sin embargo, no cualquiera puede adentrarse a este mundo, porque tiene que haber amor en ello, así es el caso de Pedro Herrera. Él comenzó a trabajar a los 14 años en el taller de su tío José Duarte y en esos tiempos, recuerda entre risas, el primer trabajo que realizó. Fueron unas sillas que le quedaron mal elaboradas. “Las patas de adelante me quedaron torcidas, no las vio el cliente, sino el tío, entonces me dijo: ‘cambie esas patas rapidito. Eso está imperfecto’”, cuenta.
Con la práctica se van puliendo aquellas imperfecciones, como es evidente con Nicolás Elver Castro, carpintero hace 40 años y originario de Medellín. La experiencia es notoria en sus manos ásperas, duras y fuertes. Se nota a simple vista que a través de los años ha palpado los diferentes tipos de madera, entre ellas el cedro, el sapán y el pino. También, sabe que el proceso de los pedidos que mayormente le solicitan (clósets, puertas, y comedores), por lo general, parten del bosquejo o imagen del mueble que desee el cliente. Luego, comprar el material en bruto en los aserríos, sacar los cortes de las láminas, que vienen con las dimensiones de 2,44 m x 1,88 m; medir con precisión, labrar, pulir y terminar, delicadamente con los acabados de pintura.
Talleres anónimos
A veces es común que los talleres de ebanistería (fabricadores de muebles) de los barrios o de las de zonas comerciales, como en la calle 61 de Bucaramanga, no tengan la pancarta enfrente de las fachadas de los edificios indicando el nombre del lugar. Por ello, los habitantes del sector o los compradores los reconocen de acuerdo con las denominaciones que ellos mismos establecieron: “vaya donde el paisa” o “a unas cuadras encontrará a Pedro el carpintero”.
En el espacio de trabajo no importa mucho el “título”, sino las herramientas que se tienen a la mano. Las enormes maquinarias, reliquias que se consiguieron con esfuerzo, se resumen en conservar una planeadora (sirve para cuadrar los troncos, es decir enderezarlos), el sinfín (realiza cortes especiales, como las curvas de las sillas Luis XV), el taladro, la sierra, el torno (redondea una pieza), la cepilladora, el buril y la ruteadora. Estas dos últimas permiten hacerle figuras a la madera, clásico en las sillas isabelinas.

Adquirir alguno de estos utensilios es vital, pero hacer una desde cero es un orgullo. Froilán Coronel, carpintero retirado de 60 años, creó una sierra de mesa hace 20 años y que aún mantiene intacta. “Hice la base de madera, la estructura de hierro y le agregué un gato hidráulico de los carros de Renault 6 y con eso subo o bajo el disco, según la medida que voy a cortar la pieza”, explica.
Disciplina y sudor
No existe el horario de oficina en los carpinteros. Pueden trabajar desde las 6 de la mañana y terminar al mediodía, o empezar desde las dos de la tarde y acabar a altas horas de la noche, pero eso sí, es fundamental cumplir con el plazo de entrega porque como dice Castro, a veces los compradores “no se aguantan que uno les quede mal”.
Aparte del compromiso, la concentración y las matemáticas son otros de los factores que tampoco se quedan atrás, ya que, según Coronel, si se llega a cortar un centímetro de más o de menos, es seguro que los diferentes elementos no encajen o queden torcidos. “Por eso uno hace primero los planos, va y mide las habitaciones, ver de cuánto queda, después mirar qué hacer y ya finalmente ensamblar de manera correcta”, aclara.
En el arte, la observación es la clave. Un simple error nunca se pasa por alto y sobre todo cuando se talla una de las materias primas nobles y delicadas del mundo: la madera. “Siempre hay que detallar muy bien los muebles para que quede bien acomodada, bien alineada, para que no vaya a quedar torcida y eso es importante. Hay que tener buen ojo”, concluye Herrera mientras acomoda las herramientas para seguir trabajando en los cajones de una cocina.