Aunque no es fácil iniciar y mantener un proyecto de periodismo alternativo en el país, Rutas del Conflicto ha logrado durante cinco años narrar la violencia que ha vivido Colombia desde 1982. Mapeos, líneas de tiempo y cifras, reflejan el sufrimiento y la resiliencia de quienes, de forma directa o indirecta, han vivido el conflicto armado.

La idea de crear este medio de comunicación inició en 2013 cuando Óscar Javier Parra Castellanos, ingeniero de sistemas y reportero del portal VerdadAbierta.com, buscó la manera de integrar sus conocimientos en tecnología y periodismo.

“Tradicionalmente yo cubría el tema de Justicia y Paz, entonces siempre escuché a los desmovilizados aceptar sus crímenes, ahí noté que era recurrente el tema de las masacres, por eso supe que era importante armar una base de datos respecto a ese tema”, asegura Parra, director del proyecto.

Para él este tipo de periodismo permitiría mostrar un panorama general de la violencia que ha vivido Colombia, por ello, decidió hacer una prueba piloto con cinco estudiantes del programa de Comunicación Social de la Universidad del Rosario de Bogotá.

Trabajo que le presentó a María Teresa Ronderos, directora del portal VerdadAbierta.com, quien posteriormente se lo muestra al Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh).

Es así como en marzo de 2014 nace oficialmente Rutas del Conflicto con el apoyo económico y editorial del Cnmh. “Somos un medio de comunicación alternativo que explora unas narrativas particulares, una especie de laboratorio o escuela”, afirma.

Son alrededor de 20 personas quienes hacen parte del equipo periodístico, la mayoría son jóvenes recién egresados o de los últimos semestres de Comunicación Social de varias universidades del país.

Importancia del proyecto
Son varias las iniciativas que en Colombia están explorando nuevas tecnologías y formas de hacer periodismo, pero en especial los proyectos que se interesan por el tema de conflicto armado resultan clave al momento de reconstruir la memoria histórica de cierto grupo poblacional.

Por otro lado, mostrar la información y narrar las historias desde el periodismo de datos ayuda a que las personas puedan tener un panorama general de este fenómeno social y entenderlo de una mejor manera.

Para Parra, “hay mucha información sobre lo que ocurre, pero la gente no entiende las causas, quiénes son las personas claves o los intereses que tenían y siguen teniendo, entonces esto permite abrir una puerta para que la gente pueda entender lo que nos ha venido pasando”.

Lo importante de este proyecto es construir una memoria histórica más incluyente, con voces que aporten y cuestionen las verdades hegemónicas que se han establecido, para que así la comunidad tenga un insumo informativo verificado.

Rutas del Conflicto trabaja con base de datos construidas desde su ejercicio periodístico, pero también con las que construye el Estado, la academia o las organizaciones de víctimas. Sin embargo, siempre tratan de tener una versión propia de datos, no para concluir estadísticamente hechos sino para contar historia a través de diversas herramientas tecnológicas.

La información que este grupo de periodistas ha construido tiene dos principales usos; el primero es que las comunidades se apropien de las tecnologías y con su información construyan la historia. “Nuestra forma de trabajo hace que tengamos que ir a las comunidades, que la gente y las víctimas nos conozcan y no sientan que les estamos sacando información para luego no volver. Queremos que ellos sientan y sepan que esto es un trabajo conjunto donde ellos participan activamente en la producción de contenido”, asegura el director.

El segundo uso es por parte de entidades judiciales y administrativas, ya que el hecho de que la información sea recopilada de esa manera permite que sea utilizada como insumo para la toma de decisiones relacionadas, por ejemplo, con sentencias de tierras y derechos de las víctimas.

¿Cómo pueden las comunidades acceder a esa información?
Rutas del Conflicto ha buscado durante estos cinco años diversos mecanismos que le ayuden a aterrizar en las comunidades afectadas, la información construida, por ejemplo, a través de radios comunitarias y talleres.

Esto ha permitido que la comunidad escriba su versión de los hechos, construya su historia y produzca su propio audio, ya que como lo afirma Óscar Parra, “hay que tejer puentes de comunicación, porque no hay una fluidez digital. Los talleres han sido una muy buena opción”.

El trabajo con este tipo de grupo poblacional suele ser fuerte para los periodistas que deciden cubrir este sus historias, ya que muchas de las víctimas no han hecho un proceso que les ayude a superar en algún grado el evento que los tocó e, incluso, no han podido tener una etapa de duelo.

“Encontramos gente que quiere ayudar, que quiere contar su historia pero no pueden, la pasan muy mal. En Barrancabermeja hay una víctima que busca a un desaparecido. Ella ha perdido todo lo que tenía intentando buscar el cuerpo de su esposo, estuvo a punto de prostituirse, de acabar con la vida de sus hijos y aun así logró salir adelante sin ayuda del gobierno. Ella por ejemplo aún guarda la esperanza de encontrar a su ser querido”, afirma Parra.

Por Danyth Fandiño L.
dfanino664@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga