El pasado 26 de enero, una comisión del Instituto de Medicina Legal realizó la exhumación de los restos del que se cree fue Camilo Torres Restrepo, conocido como “el cura guerrillero”. Carlos Eduardo Valdés, director de la institución; el sacerdote Javier Giraldo, en representación de la Iglesia Católica, y un grupo de militares de la Quinta Brigada del Ejército Nacional estuvieron en el momento de la exhumación, que se adelantó en el cementerio contiguo a Medicina Legal, también conocido como el Cementerio Municipal, en el sector de Campo Hermoso.
La orden de búsqueda de los restos de Camilo Torres fue dada por el presidente Juan Manuel Santos Calderón, luego de que el Ejército de Liberación Nacional (Eln), el arzobispo de Cali Darío de Jesús Monsalve, en representación de la Iglesia, y la Universidad Nacional de Colombia, lo pidieran como muestra de reconciliación con miras a iniciar los diálogos de paz entre el Gobierno y ese grupo guerrillero.
Luego de sacar los restos del osario, el cual era cubierto por una lápida marcada con el nombre del Cabo Segundo, Mario B. Cáceres D.; octubre 14 de 1965, fueron trasladados a Bogotá con el fin de realizar los estudios que determinarán si pertenecen o no a Torres Restrepo.
Debido a lo enigmático de su figura y a las tantas opiniones que genera este hecho, la recuperación de sus restos promete ser un gesto de perdón para las víctimas y victimarios del grupo guerrillero. Su legado fue, como lo aseguró Jaime Arenas Reyes, integrante del Eln (quien renunció a su militancia en el grupo, y fue asesinado por traición el 28 de marzo de 1971, de siete tiros en la espalda) en su libro “La guerrilla por dentro”, “por la contribución política que dio a la lucha revolucionaria”.
“El cura guerrillero”
Gabriel García Márquez dijo alguna vez refiriéndose a Camilo Torres Restrepo, “América Latina no cree sino en héroes muertos (…) por favor, no esperen a que el líder se muera para creer en él. Tenemos que creer en los vivos”.
A finales de los años cincuenta, el mundo vivía cambios estructurales que definirían su curso de allí en adelante. Una Iglesia Católica renovada decidía que era el momento de alejarse de las elites y preocuparse por los pobres. Por eso, con la llegada del Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII, esta renovó sus ideales hacia un mundo cambiante que demandaba nuevas estructuras, proceso que se llevó a cabo en Colombia con gran dificultad y proporcionó las bases para la Teología de la Liberación, que tanto se promulgó luego Torres.
Cuba le daba la bienvenida a una revolución. Las guerrillas se expandían por todo el continente y los hombres victoriosos de la Sierra Maestra promovían la tesis del “foquismo”, cuyo fin de asentarse en un punto central y estratégico, para así expandirse a otros lugares, había dado resultado en aquel país. Iniciaba la Guerra Fría y el mundo se dividía en dos bloques, capitalista o comunista. La tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, hacía que el miedo de otra guerra mundial se expandiera por todos los continentes; mientras que América Latina recibía al marxismo con los brazos abiertos.
Camilo Torres nació en Bogotá el 3 de febrero de 1929 en una familia de clase alta. Hijo de Isabel Restrepo Gaviria y Calixto Torres Umaña fue criado con ideales liberales que posteriormente lo impulsaron a entrar a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Sin embargo, rápidamente cambió de idea y decidió convertirse en sacerdote.
Luego de ordenarse, viajó a Bélgica a estudiar sociología en la Universidad Católica de Lovaina, donde tuvo contacto con muchos religiosos que desde esos días ya empezaban a gestar ideas revolucionarias y participaban activamente en movimientos sociales.
Al regresar al país se convirtió el capellán de la iglesia de la Universidad Nacional de Colombia. La creación del Frente Nacional en 1958, cuyo fin era distribuir “equitativamente” el poder entre liberales y conservadores, borró por completo la posibilidad de ejercer una participación política activa entre aquellos que se sintieran de izquierda o que simplemente no estuvieran identificados con alguno de los dos partidos. Por esta razón, se vio impulsado a crear el Frente Unido del Pueblo, el cual tuvo éxito en los sectores populares de Bogotá. No obstante, se vinculó al Partido Comunista Colombiano e inició conversaciones con el entonces grupo emergente Eln.
El 27 de junio de 1965, a las 6:00 de la mañana, Camilo Torres ofició su última eucaristía. “Cuando me di cuenta de que en Colombia no podíamos realizar el amor al prójimo solamente con la caridad, sino que había que cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales del país, entendí que el amor al prójimo estaba muy ligado a la revolución”, mencionó Torres Restrepo en la única entrevista grabada que dejó, días antes de ingresar al Ejército de Liberación Nacional.
Solo duró cuatro meses en el grupo guerrillero. En su primer y único combate, salió armado con un revólver y no logró sobrevivir a las inclemencias de la guerra. “Hay que entender que en una guerra los victimarios también son víctimas, Camilo es una víctima de la guerra. Hay que entender que el Eln no es el mismo que el de los años 60”, asegura el doctor en historia y profesor de la Universidad Industrial de Santander, William Elvis Plata Quezada.
“Pedí que se me levantara la sujeción a las leyes eclesiásticas,pero me considero sacerdote hasta la eternidad”, comentó Torres Restrepo cuando se le preguntó por su renuncia a la Iglesia Católica.

Su paso por la educación
Para el santandereano Alejo Vargas Velásquez, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de la Paz, de la Universidad Nacional, Camilo Torres es más que un ícono del Eln. Es un gran intelectual y un “patrimonio de la sociedad colombiana” y de la educación pública.
“Encontrar los restos de Camilo es un caso sui géneris. Si analizamos su familia prácticamente desapareció, no es una víctima a la cual los familiares reclaman. Los militares, en cabeza del coronel Álvaro Valencia Tovar lo enterraron en un sitio desconocido, supuestamente porque consideraba que este podía ser un problema de orden público. Hoy, cuando estamos en un escenario de reconciliación, es apenas obvio que esa solicitud sea atendida por el Gobierno”, comenta Vargas.
De su aporte a la educación en Colombia, no se puede olvidar su paso por la Escuela Superior de Administración Pública (Esap), en la cual fue profesor y directivo, la fundación del Movimiento Universitario de Promoción Comunal (Muniproc), con el que trabajó de la mano de profesores y estudiantes en los sectores populares de Bogotá y la creación de la primera facultad de sociología Latina en 1959.
“En la Universidad Nacional innovó en las prácticas académicas, en lo que hoy se conoce como la extensión de la Universidad y la idea de que la universidad no puede quedarse en las cuatro paredes sino salir a la realidad social. No fue un cura cualquiera del pueblo. Es una figura muy grande en este país”, comenta Vargas Velásquez.

La nueva ola
La búsqueda constante por generar un diálogo entre la teología y el marxismo, así como el intento de alcanzar las ideas divinas por medio de acciones revolucionarias, que permitieran alcanzar cambios en las estructuras sociales, fue el punto concreto en el que se basó Camilo Torres y que posteriormente otros intelectuales como el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino, acuñaran por primera vez con el término de Teología de la Liberación.
El investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri) de la Universidad Nacional de Colombia, Mario Aguilera Peña, asegura que “el ejemplo de Camilo fortaleció a la Teología de la Liberación en tanto que su compromiso y amor por los pobres lo llevó a tomar las armas para luchar contra un sistema que creía injusto y que creía, no se podía derrotar por medio de las urnas”.
La Teología de la Liberación promueve la idea de que el deber de todo cristiano es amar al prójimo, al amarlo se hace necesario luchar por él y generar un cambio en las estructuras sociales, que a su vez permitan que la riqueza sea distribuida de manera igualitaria. El impacto que generó esta idea en toda América Latina, se propagó con movimientos como Los Montoneros, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en Argentina y en Brasil con las Comunidades Eclesiásticas de Base como movimiento social.
Durante este periodo muchos religiosos se vinculan al Eln. Tal es el caso de Gregorio Manuel Pérez Martínez, quien en 1973 asumió el control del grupo guerrillero, y de otros diez religiosos entre los cuales se encuentra Leonor Esguerra, “la monja guerrillera”. El grupo Golconda conformado a finales de los años sesentas por sacerdotes y monjas, termina por dividirse e integrarse en grupos armados como el M-19 y las Farc.
“Camilo decía que no tenía sentido que cristianos y marxistas no tuvieran un trabajo común en las transformaciones de la sociedad. Cuando entra a la vida política, plantea la necesidad de estimular la organización de los sectores populares, lo que llamó en sus mensajes “los no alineados”, y pone énfasis en una frase que fue una consigna: “Dejemos a un lado lo que nos divide y pongámonos de acuerdo en lo que nos acerca”. Tenía la idea de la unidad de acción para promover cambios en la sociedad colombiana, de forma pragmática consideraba buscar puntos de coincidencia y no de división”, comenta Vargas Velásquez.

Su paso por el Eln
En 1964 viajan a Cuba seis jóvenes becados por el gobierno de Fidel Castro para ser entrenados con el fin de promover la revolución en su país. “Al regresar de Cuba deciden instalarse en Santander, no solo por su tradición revolucionaria, sino porque muchos son de ahí. Siguen el modelo de estrategia militar cubano, la teoría del foco, establecerse en un punto para irse expandiendo. Luego, con el tiempo se percatan de la riqueza petrolera de la región y deciden recaudar dinero, cobrando “vacunas” a petroleras”, comenta el historiador de la Universidad Nacional de Colombia, Helwar Hernando Figueroa Salamanca.
Personajes como Camilo Torres Restrepo pensaron que iba a ser posible lograr una revolución social. Así lo comenta en una de las pocas entrevistas que concedió, “hay que preguntarle a la oligarquía cómo van a entregar el poder. Si lo van a dar de forma pacífica, creo que lo tomaremos de forma pacífica. Pero si lo van a entregar con violencia, entonces lo tomaremos de forma violenta”.
Muere el 15 de febrero de 1966 en Patio Cemento, ubicado en San Vicente de Chucurí. Según Valencia Tovar, la imagen de Torres Restrepo representaba un problema debido a la capacidad que tenía de convocar masas, así que decide enterrarlo en un lugar estratégico para regresar años después e irónicamente, dejarlo en el panteón de la Quinta Brigada del Ejército Nacional.
Las implicaciones que acarrea que los restos encontrados sean los de Camilo Torres, conduce a una serie de elementos que pueden jugar un papel importante en un futuro proceso de paz con el Eln. “Tenemos que reconocer que dentro de algunos años el Eln o las Farc ya no van a ser actores armados, sino políticos. Si no son aceptados, se van a rearmar en otras estructuras criminales. Un proceso como estos, que no permita la reincorporación de las personas a la sociedad y a la vida política, el perdón y reparación a las víctimas, no va a tener un buen resultado. Creo que es algo que puede promover Camilo. Fue un intelectual, un símbolo muy importante para nuestra sociedad”, asegura el abogado de la Universidad Nacional de Colombia, Álvaro Frías Cruz.
Mucho se ha dicho de su vida, de sus pensamientos revolucionarios y sus ganas de cambiar el mundo, pero Jaime Arenas logra resumir su papel en la historia de Colombia: “unos lo juzgan desde el exclusivo punto de vista cristiano, otros desde un sitial izquierdista, quienes como figura humana, algunos como leyenda mítica y no pocos lo aceptan solo en la medida de sus propias cobardías. Pero dígase cuanto se quiera, es indudable que Camilo Torres es la más importante figura que ha dado la revolución colombiana”.

Por Lina Marcela Montes E.
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