El 59 Festival Internacional de Cartagena de Indias, Ficci, inauguró el circuito de cintas colombianas que durante este año llegarán a salas. Entre estas se encuentra la última película de Rubén Mendoza, “Niña errante”, protagonizada por cuatro mujeres de distintas edades, entre ellas, Ángela (Sofía Paz Jara), huérfana de madre desde su niñez, pierde a su padre en la adolescencia, en el funeral conoce a tres hermanastras que vienen de mundos distintos y tienen diferentes formas de ver la vida.

Las cuatro jóvenes deciden emprender un viaje de 800 kilómetros, llevar a la hermana menor a donde una tía desconocida, para que se haga cargo de ella y así evitar que quede en manos del Estado. En el viaje hay un intercambio, la chica revela aspectos desconocidos del padre que transforma el imaginario que las tres mujeres tenían de él. Por su parte, revelan a Ángela un universo femenino, ajeno para ella, pues creció teniendo como referencia un universo predominantemente masculino, el de su padre.

Es una película sencilla, austera, que logra momentos de intensidad a partir de las actuaciones y de los diálogos, evidencia un gran trabajo actoral, y entre estas actrices se destaca la caleña Carolina Ramírez, en el papel de la hermana mayor. Esta cinta recibió el premio a mejor largometraje de ficción en el reciente Colombian Film Festival de New York.

Sin duda, otra de las cintas más esperadas por el público cinéfilo nacional es “Monos”, de Alejandro Landes, director colombo ecuatoriano, conocido por su filme “Porfirio”, y que esta vez asume una narración sobre el conflicto desde una perspectiva diferente a otras representaciones ya realizadas sobre el tema. Tal vez por esto la cinta se ha premiado y exhibido en importantes festivales como el Sundance, Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Banfici), el Internacional de Cine de Cartagena y el de Toulouse.

Es una película coral, en donde los protagonistas son ocho jóvenes armados, reclutas de un grupo guerrillero en medio de la selva que vigilan a una mujer norteamericana secuestrada. A este lugar llega Shakira, una vaca a la que deben cuidar igual que a su rehén. Es una película con una fuerza humana animal. En ese ambiente adverso y con las tareas que deben cumplir, los jóvenes tiene una vida agitada que desborda la condición humana, hay acciones que evidencian hostilidad, sobrevivencia, a veces pasión y radicalidad. Son jóvenes en crecimiento en medio de un conflicto en una selva. De hecho, ha sido bien recibido por la crítica, por ejemplo, Peter Bradshaw, del periódico The Guardian, afirma que “Monos” es “una versión alucinógena de ‘Apocalypse Now’ (…) Lo más interesante es que simplemente se centra en el grupo, de forma colectiva, sin destacar a ningún miembro por encima de otro (…)”.

La tercera cinta que puede llegar a salas es “Después de Norma”, hecha en primera persona, en donde el autor expone su universo y su relación familiar. Dirigida por Jorge Andrés Botero, más conocido como productor de otras películas, entre ellas, “La playa D.C.”, “X 500” y “Gente de bien”. En esta oportunidad asume el rol como director en una película íntima en la que trabajó durante más de siete años. Es un retrato acerca de Norma, una mujer cálida y simpática, además de una amorosa madre, que es diagnosticada con una enfermedad terminal.

A partir de este hecho surge la necesidad en el director, su hijo menor, de grabar parte del tiempo cotidiano con su madre y la familia. La película se convierte en un relato desnudo y espontáneo sobre el dolor que padece el enfermo terminal, y también la familia, que presencia el deterioro de su ser querido sin poder hacer nada. Proceso que altera todas las dinámicas familiares; los roles se intercambian, las responsabilidades deben compartirse, al igual que las culpas. La producción de Botero permite que el espectador conozca a los miembros de esta familia durante un periodo importante en su evolución hacia la adultez, logrando un equilibrio en la narración difícil de conseguir, porque partiendo de un hecho doloroso y dramático, el film tiene secuencias de humor exquisitas, y también construye una suerte de esperanza y reconciliación frente al inevitable desenlace. Es un relato íntimo y familiar que emerge como un espejo en el que todos podemos reflejarnos con nuestras relaciones familiares, que involucran conflictos personales, cicatrices y, por supuesto, el amor. Tal vez, puede ser la mejor película documental colombiana que se ha hecho sobre la familia, o por lo menos la más honesta.

Por René Palomino Rodríguez*
rpalomino@unab.edu.co

*Docente del Programa de Artes Audiovisuales de la Unab.

Universidad Autónoma de Bucaramanga