Debido a las constantes noticias de violencia y a la mala reputación  que  las películas y novelas le dieron a Colombia durante algunos años, muchas personas eran reacias a visitar el país. Sin embargo, con la firma del acuerdo de paz con las Farc y el trabajo que se adelanta con el ELN, al igual que el trabajo contra el narcotráfico, se han abierto las puertas y quebrantado las barreras mentales de las nuevas generaciones. En algunos casos, quienes viven la experiencia colombiana, no quieren abandonar el territorio nacional y deciden asentarse. Este es el caso de Marcello Arrambide y María Marte.

Gastronomía social

Como  muchos  emigrantes,  María Marte partió hace doce años a España en busca de una mejor calidad de vida. Dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo, esta joven oriunda de Jarabacoa, República Dominicana, consiguió, por medio de un amigo, que un restaurante del país europeo le diera trabajo. “Me cogieron para limpieza, para fregar platos. Un día un compañero me preguntó qué más quería hacer en la vida, yo  tenía  24  años  para  25,  y  le dije, pues quisiera ser cocinera y me dijo, aprovecha que hay uno que se va y dile que te entren a la cocina. Yo tenía mucha vergüenza porque hablamos el mismo idioma, pero no nos entendíamos mucho”, relató.

Luego de tres meses de prueba, su antiguo jefe en el restaurante Club Allard, le permitió trabajar en cocina. “Me dio la oportunidad con la condición de que no podía dejar de fregar los platos. Fueron días de muchos sacrificios”, recuerda Marte, quien continuó trabajando durante diez años en este lugar que finalmente consiguió dos Estrellas Michelin, el más alto galardón en el mundo   gastronómico.   Aunque   no tiene estudios universitarios que lo respalden, la experiencia y reconocimiento adquiridos le han galardonado con el título de Chef.

Por la necesidad de cambiar de perspectiva y avanzar en su vida personal, María Marte volvió a su país natal con el objetivo de iniciar un proyecto social. Abrió una escuela gratuita para formar mujeres de escasos recursos con el fin de que más adelante puedan ganarse la vida dignamente. Tras dos años de trabajo en Jarabacoa visitó Colombia para exponer sus avances en un simposio internacional en Barranquilla, donde conoció a la ingeniera de alimentos Rebecca Ducón. Fue ella quien la convenció de quedarse unos días más, esta vez en Bucaramanga. Durante esta visita se enamoró de la gastronomía y la calidad humana que encontró, por lo que se sintió inspirada a iniciar el proyecto educativo en Bucaramanga.   Inicialmente su visita estaba programada para durar tres días, pero se quedó dos meses.

“Colombia es un país que las personas deberían experimentar por sí mismas. Las fotos y las historias no le hacen justicia. Todos deberían venir y dejar el gas pimienta en la casa”, dice entre risas Marcello Arrambique. Esta fotografía fue tomada en Guatapé. / FOTO SUMINISTRADA

Para llevar a cabo este proyecto, Marte decidió mudarse permanentemente a la capital Santandereana. Su traslado oficial está  programado  para  mediados de junio. En cuanto pise tierra colombiana, nuevamente, el proyecto dará inicio. “Primero queremos ver la perspectiva que tienen las adolescentes y mujeres colombianas en cuanto a la formación gastronómica que están recibiendo y por medio de un convenio de un período de seis meses las formaremos y cuando salgan de aquí podrán decir: yo sé trabajar, ya tengo algo digno con que ganarme la vida”, precisó.

Belleza inesperada

Marcello Arrambide es un músico francés residente en Bucaramanga desde hace dos años. Luego de graduarse de la universidad Haute école des arts du Rhin, decidió viajar para encontrar inspiración con   nuevos   ritmos   y   culturas para darle un sonido fresco a sus composiciones.  Su  viaje  inició en   Sudamérica,   donde   estuvo seis meses de país en país. “Planeaba omitir Colombia, o tal vez simplemente quedarme por unos días. Después de haber hecho el viaje de Argentina a Ecuador en un autobús, pensé que debería poner pie en un último país antes de volar a Panamá y conocer Centroamérica”, explica. Veintiocho días después, seguía en territorio nacional.

La ciudad que lo recibió fue Cali. Lo único que sabía sobre Colombia antes de venir era que el  café  nacional  era catalogado como el más delicioso del mundo. “Estaba preparado para la gastronomía, pero no para la majestuosidad. Incluso el viaje
en autobús fue un placer, algo que nunca pensé que diría en América del Sur. Nunca imaginé que este lugar tuviera tanta belleza”.

Bogotá fue su siguiente parada, cuando llegó la sintió como una ciudad aburrida y sin nada representativo. Pronto cambió de parecer y se sintió cautivado por esta ciudad. “Al principio era cauteloso cuando la gente se acercaba a mí en la calle, pero finalmente me di cuenta de lo genuinas que eran las personas y de lo mucho que se preocupaban por los turistas. Fue eso lo que cambió mi perspectiva. Me confundía la mala prensa que tenía este país. Pensaba que esta no podía ser la antigua ‘ciudad más peligrosa del mundo’ que las guías de viaje afirmaban que era”, reflexiona el músico. “En ese momento supe que debía cambiarla percepción de los extranjeros”.

Luego de visitar Santa Marta y Cartagena con dos amigos, descubrió que lo importante no era que las playas fueran como las de las postales. Todo giraba en torno a la gente que encontrara en el camino, no al paisaje. Lo único que sentía era felicidad. Había visitado siete países en seis meses y más de veinticinco durante su vida, pero ninguno se comparaba con Colombia. “Fue totalmente inesperado y emocionalmente cautivador, algo así como un romance de vacaciones”, asegura. Pero este amorío no tiene fecha de caducidad, pues decidió quedarse en la tierra que tanto gozo le traía. Actualmente reside en Bucaramanga con su pareja, ella fue la razón para mudarse a la ‘Ciudad Bonita’ y es con quien planea mudarse a Medellín próximamente.

“Cualquiera que diga que Colombia es peligroso, obviamente nunca lo ha visitado. Los rumores desactualizados de los países del tercer mundo aún no se han aclarado  en  los  países  del  primer mundo y los que nunca han visitado parecen convencidos de que, si alguien viene a Colombia, es posible que nunca regresen. Y tienen razón… pero no de la manera en que piensan”, reflexiona Arrambide.

Diana Marcela Pinilla Nieves

Dpinilla49@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga