Por María Lucía Bayona Flórez / mbayona560@unab.edu.co
Como lo reveló en abril de 2018 la Encuesta Nacional de Lectura de 2017 realizada por el Departamento Nacional de Estadística (Dane), la cual recopila datos sobre los hábitos de lectura y escritura, así como la asistencia a bibliotecas y las actividades que realizan los niños menores de cinco años, dicha población representa el 52,6 % de los visitantes a estos lugares, en el ámbito nacional. La indagación que se hizo en 108.383 personas de 33.995 hogares, también declaró que el 93,1% de dicha población encuestada considera que las bibliotecas son espacios para aprender, participar y crear.
No solo esto ha influido en las actividades de la Biblioteca Pública Infantil ‘Yolanda Reyes’ del Centro Cultural del Oriente y en la labor que su promotor de lectura, Sergio Andrés Amaya Ruiz (31 años), desarrolla desde hace seis meses. Este filósofo de profesión desde hace seis años, inició como docente en colegios de bachillerato y “por circunstancias de la vida”, como él lo expresa, hace aproximadamente dos años llegó a laborar en su lugar favorito: una biblioteca.
Desde su adolescencia ha tenido un fuerte acercamiento a la literatura, pues a través de esta ha encontrado respuestas a preguntas sobre la vida y su carrera profesional. Actualmente trabaja con la población perteneciente a la primera infancia que visita dicha biblioteca conformada por aproximadamente 1500 libros, y que está abierta al público todos los días entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde. En su recorrido laboral en espacios como este, se dio cuenta que tenía vocación por la enseñanza hacia los niños, pues, afirma que “son más exigentes y se requiere mayor dedicación para enseñar. Siempre están explorando y buscando entretenimiento”.
A partir de la experiencia que ha cultivado en este lugar, más los años de estudio independiente en pedagogía y promoción de lectura, Amaya Ruiz dio a conocer a Periódico 15 una serie de estrategias que padres y profesores pueden tener presente a la hora de incentivar el gusto por los libros, sus historias, y en especial por los lugares que los resguardan, es decir, las bibliotecas.

Narrar historias, no leerlas
Como estrategia didáctica primordial, hay que tener en cuenta características teatrales como el lenguaje corporal y la variación de la voz, con el fin de llamar la atención del niño y que así mantenga su concentración. Además, “hay que ser versátil y no usar las mismas historias, la idea es variar el repertorio”, dice Amaya.
Trabajo en grupo y con calidad
Así como los autores piensan en sus lectores al escribir, un promotor de lectura debe darle la suficiente importancia al grupo con el que trabaja. El ambiente u entorno es valioso, ya que los niños deben sentirse cómodos e incorporados en el espacio donde se encuentran. Que sientan libertad de preguntar, participar y de ser ellos mismos, sin timidez alguna. Por otro lado, se debe tener en cuenta la afectividad. “Es muy difícil que un niño se acerque a un libro o a su cultura si no se siente querido”, comenta este filósofo.
Hacer preguntas detonadoras
¿Qué haría usted en esa situación? Un interrogante como este da paso a que el niño se involucre en la historia que está leyendo, para que entienda los diferentes sucesos que viven los personajes de la obra. Según Amaya, “queremos presentar el libro como un acercamiento frente a algo importante que el autor nos quiso transmitir”.
La lectura en voz alta es crucial
Hacer lectura de manera grupal permite la participación de todos los pequeños para generar diálogo entre ellos y el promotor de lectura. Así mismo, genera que el niño capte mejor el lenguaje y aprenda más de este.
Hacer uso del ‘libro-álbum’
Libros con un contenido gráfico que complementa el texto para que los infantes tengan un mayor entendimiento del cuento, “principalmente se aplica esto en los de menos edad, pues no siempre están escuchando, por lo que se requiere la parte visual”, explica Amaya. Esto ayuda a relacionar rápidamente las imágenes con el texto, que, además, resultan llamativas para ellos. Por lo tanto, todo el tiempo se debe asegurar que el niño comprenda lo que lee o escucha para que no se aburra.

Contar con medios alternativos
La implementación de estas herramientas para narrar historias, como cortos audiovisuales, resultan atractivas para los niños. La música, los sonidos y efectos que acompañan este tipo de lenguajes, les genera diversión, y, además, complementa su aprendizaje. Los títeres son otro medio que ayudan a crear un diálogo entre los pequeños y el promotor de lectura, y “han dado buenos resultados; los niños se sienten partícipes e identificados con algún personaje en varios aspectos de su vida”, expone el promotor.
La lectura de la mano del juego
“Con el lenguaje también se puede jugar”, dice Amaya. Durante el proceso, lo ideal es llevar a cabo dinámicas con palabras, acertijos, rimas y canciones como los elementos más recurrentes en las actividades que ayudan a enriquecer el lenguaje de los menores. Usando esto, se puede evidenciar que aprenden y aumentan su vocabulario.
Los intereses del niño también valen
Para llamar la atención de un niño, hay que conectar sus intereses con lo que el promotor de lectura quiere mostrar, para así incorporar nuevas palabras y ampliar sus conocimientos sobre aquello que más les gusta. “Un niño siempre tiene la vocación de aprender, entonces como educadores aprovechamos esa curiosidad”, concluye el filósofo.