Por: Brayan Castellanos Rodríguez / bcastellanos823@unab.edu.co
Dicen que lo bueno en suceder toma su tiempo. No importa si son días, meses o años como le pasó a Sara Jaramillo Klinkert. Haberse acercado a Mafalda, Relato de un náufrago o Las mil y una noches fue el presagio de que la escritura tomaría el rumbo de su vida.
Esta periodista nacida en la capital de la bandeja paisa siempre quiso escribir. Durante años trabajó en importantes medios de comunicación hasta que esa “sensación de traicionarme a mí misma”, según Sara, fue lo que la motivó a cumplir el sueño de debutar como escritora. Sin pensarlo tomó un avión hacia España y pausó su vida por dos años para hacer un Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid. Allí creó Cómo maté a mi padre, su primera novela.
35 gramos de acero y un gramo de pólvora
Este libro testimonial cuenta a lo largo de treinta capítulos la historia de la autora y su familia, a quienes el 17 mayo de 1991 sus vidas les cambiaron luego del asesinato de su padre. El lugar en donde suceden los hechos no tiene nombre. Esto no es algo al azar.
“Yo misma estoy cansada de esa historia de Medellín y no es algo que quiera leer ni ver en series o películas y por supuesto lo que menos quería era que mi libro hablara de eso”, cuenta la autora
En la época de Pablo Escobar todo lo que incomodara se “solucionaba” a punta de bala. Se reportan 5.500 personas asesinadas durante los años oscuros del Cartel de Medellín (1989-1993).
El padre, tampoco posee nombre, era un reconocido abogado a quien la muerte le respiraba en la nuca, pero decidió guardarlo en silencio. Tras varias llamadas telefónicas y un atentado fallido, finalmente dos niños jugando a ser sicarios apretaron el gatillo.
¿Pueden 35 gramos de acero y un gramo de pólvora destrozar a una familia? Luego de tres décadas y un libro que sirvió de catarsis, Klinkert descubrió que sí.
Conversaciones incómodas, pero necesarias
Bajo la filosofía de “no piense en eso”, la madre de los cinco hijos de esta historia sentó la regla no acordada de no hablar del padre en la familia. “El tema de mi papá solo se mencionaba dos veces al año. Uno, cuando cumplía años, y el otro, el 17 de mayo, que mamá decía ‘hace tantos años que se murió el papá’. Y ya. Ese silencio nos cubría a todos”, comentó la escritora en una entrevista para BBC.
En la novela se plasman los vacíos emocionales de cada uno de los integrantes y la forma en la que los llenaron. Pablo, uno de los hermanos, cayó en las drogas y delincuencia. Otra vez decidieron enterrar situaciones familiares e ignorar los vicios de El Negro, como le decían de cariño, “porque es el tipo de cosas que les pasan a otras familias, no a la de uno”.
Matar de nuevo
El libro no es una historia donde pasan grandes cosas. En realidad, lo valioso de esta obra es la profundidad de los sentimientos más básicos luego de la pérdida de un ser querido. El mensaje es claro. Hay que sentir lo que sea necesario para poder sanar.
Luego de décadas en las que esta familia intentó suprimir el dolor, con la creación de Cómo maté a mi padre pudieron cerrar heridas. “No ayudamos a construir esos recuerdos para mis hermanos, ese imaginario del papá. Y eso me pareció muy triste”, afirma Sara con nostalgia pues sus hermanos habían olvidado muchos momentos compartidos con él. Revivir su muerte a través de la escritura fue volver a matarlo, pero fue también reconstruir sus vidas.