Los humedales son terrenos generalmente planos que se inundan, con una profundidad inferior a seis metros, temporal o permanentemente. La concentración de líquido en estas zonas hace que se originen ecosistemas acuáticos y terrestres. Por esta razón, se consideran como lugares de interacción entre fauna y flora, y no únicamente como espejos de agua.
En épocas de lluvia, al ser de los principales reservorios de líquido, evitan inundaciones al amortiguar el paso de corrientes. Además, son sitios de reposo para aves migratorias. Su vegetación es biofiltradora, por lo que absorben metales pesados, fertilizantes y demás elementos tóxicos generados por los humanos que por escorrentía llegan al sector.
En zona rural del área metropolitana, aproximadamente a una hora en bus del casco urbano de Girón, se ubica El Pantano, en una vereda que lleva este mismo nombre. Sin embargo, como aseguró Luis Antonio Palomino Ordóñez, quien fue seis años guardabosques en la zona, no se puede decir que hoy día existe el mencionado espejo de agua, porque “está totalmente seco desde hace siete u ocho años”.
Geográficamente, es un afluente directo de la quebrada la Angula, que nace en la parte alta de población mencionada, en límites con Cantalta, y que es una de las más importantes abastecedoras del embalse Piedras Negras, desde donde se distribuye el agua a Lebrija, población históricamente afectada por la escasez del líquido. “Así llueva lo que llueva, ahí no sale vida. Este año llovió desde marzo hasta julio. Cuatro meses, permanente. Y va usted a mirar… no tiene ni una gota, porque donde estaba el agua, eso ya es maleza. Entonces, lo que cae, se va”, añadió Palomino Ordóñez.

Una década en ‘cuidados intensivos’
Entre 2005 y 2006, se formuló la posibilidad de un manejo integrado de su cuenca. Como resultado de esta iniciativa, Girón adquirió un predio de 154 hectáreas, el cual incluye al humedal, y la administración de este terreno fue otorgada a la Cdmb mediante un comodato.
El 25 de febrero de 2009, mediante el acuerdo 1139, el Consejo Directivo de la Corporación estableció el Distrito de Manejo Integrado de los Recursos Naturales Renovables (DMI) la Angula Alta – Humedal El Pantano, cuya área está distribuida en 2.775 hectáreas en Girón y 860 hectáreas en Lebrija.
Esto implicó que, desde ese momento, la Cdmb priorizara la conservación, protección y control del manejo del territorio.
“Comenzamos a conseguir recursos para hacer protección de cañadas y nacimientos, saneamiento ambiental, sistemas de tratamiento de aguas residuales para que no haya vertimientos, educación ambiental para concienciar a la población para que no caigan a la quebrada los insecticidas”, explicó Rafael Humberto Peña Rico, funcionario de la Subdirección de Ordenamiento Integral del Territorio de la entidad.
En 2010, la Universidad Santo Tomás (Usta) y la Cdmb realizaron la Valoración de los bienes y servicios ambientales de El Pantano, en la que se registró que 5,8 hectáreas conformaban el espejo de agua del ecosistema, que en su totalidad poseía una extensión de 14,51 hectáreas si se incluía en la medición su zona fangosa. Hoy en día, esa cifra es incierta porque su caudal se secó.
La Cdmb es consciente de lo que ocurre en este ecosistema. Peña Rico asintió que la superficie está seca, pero aclaró que se han hecho piques longitudinales con los que se ha encontrado agua después de los dos metros de profundidad.
Agricultura descontrolada: causa del deterioro
La clasificación del suelo de El Pantano, que fue establecida en el estudio de la Cdmb y la Usta, señaló que en la vereda se sembraba café, con o sin sombrío, frutas y cítricos, y que se realizaba ganadería semi-intensiva. Actualmente la actividad predominante en la zona es la producción de piña.
Para Peña Rico, quien lleva alrededor de dos décadas trabajando el tema, la principal causa del deterioro del humedal es la sedimentación que se generó al cultivar descontroladamente por casi cincuenta años. Según el funcionario, los residuos generados por la eliminación del bosque para extender los cultivos se deslizan a través de la lluvia al ecosistema y, poco a poco, se van compactando en el fondo, lo que impide que el agua llegue a la superficie. Añadió que el área que se tiene definida (las 154 hectáreas dadas en comodato a la Cdmb) no es suficiente para controlar esta problemática porque si ahí no se está sembrando, en las zonas aledañas, sí.
En recorridos realizados por la Corporación, se encontró que en algunas propiedades vecinas hay perforaciones desde las que se saca agua, que es almacenada y, luego, utilizada en los sistemas de riego. Este es otro factor que ha acelerado el deterioro del humedal.
Si bien, Palomino Ordóñez está de acuerdo con este punto, agregó que la Cdmb también es responsable del estado actual del ecosistema porque no cumple con el tratamiento que se le debería realizar por ser una de sus áreas protegidas. “Ellos permanecen acá todas las semanas. El mantenimiento lo hacen desde la carretera, lo que ven desde ahí hacia los lados, pero al centro (del humedal) no entran”, comentó.
Pinos: inapropiados para el terreno
A principios de los años noventa, dentro de un programa de reforestación nacional, la Cdmb hizo un ensayo de adaptación de especies vegetales alrededor del humedal para recuperar el equilibrio del mismo. Se sembraron diez surcos de especies nativas, de eucalipto y de pino, siendo este último el que mejor se ajustó.

Palomino Ordóñez aseguró que la aridez de El Pantano se debe, en parte, a que dicha especie de árbol consume grandes cantidades de agua. “Si ahí llueve una noche completa y usted va al otro día, ve que el sector está seco”, afirmó.
Por su parte, Peña Rico negó la relación entre el deterioro del humedal y los pinos, basándose en que los árboles se encuentran a casi sesenta metros de donde estaba el espejo de agua.
María Isabel Criales Hernández, directora de la Escuela de Biología y del Laboratorio de Hidrobiología de la Universidad Industrial de Santanter (UIS), está de acuerdo en que el pino no es el apropiado para lograr lo propuesto porque no es una árbol nativo, lo que ocasiona un cambio de las características del ecosistema, y porque usualmente acidifica el suelo, impidiendo que otro tipo de vegetación crezca alrededor de él.
Proyecto para recuperar el humedal
Inicialmente, la Cdmb formuló un proyecto por valor de 12 mil 877 millones de pesos para la restauración de El Pantano. La propuesta consistía en la adquisición de predios y la implementación de un plan de manejo integral de la zona. Cuando se envió al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, uno de sus financiadores, fue devuelta por el tema de la compra de terrenos. Por tal motivo, se sacó ese punto y se creó un nuevo proyecto, con el que la Cdmb y la Gobernación de Santander pretenden adquirir 147 hectáreas de la vereda, las cuales están distribuidas en tres propiedades.
Con la división de la iniciativa, el precio conjunto de las dos propuestas se incrementó a casi 14 mil millones de pesos.
Martín Camilo Carvajal Cámaro, director de la Cdmb, sostuvo que, con la inversión planteada, “en unos cinco años, se puede recuperar completamente el humedal El Pantano”.
Restauración lenta, pero posible
Palomino Ordóñez señaló que la rehabilitación de la zona se puede lograr si se draga el sedimento, que impide que el agua estancada en la profundad brote, y si se remplaza la maleza que hay en el lugar por plantas nativas, como la guadua.
Con esta afirmación está de acuerdo Peña Rico, quien explicó que, antes que nada, es necesario realizar un análisis hidrológico para conocer la manera correcta de drenar la zona. El funcionario añadió que la integración de la Alcaldía de Girón y la comunidad de El Pantano es esencial para que funcionen las iniciativas que se implementarán con el fin de restaurar el ecosistema. “Generalmente, la naturaleza lo que busca es volver a ocupar sus espacios. Por eso, cuando hay periodos de inundación, los humedales retoman su lugar. Realmente, recuperarlo es posible”, resaltó Criales Hernández, quien agregó que primero habría que realizar un estudio para saber si El Pantano aún cuenta con las condiciones para rehabilitarse o si, por el contrario, ya inició su proceso de extinción, que finaliza con su transformación en una turbera, que es una fuente natural de carbón.
Por Jonathan Méndez Espíndola
jmendez171@unab.edu.co