Silvia Juliana Parra García / sparra35@unab.edu.co
Sábado. Día en que, según los comerciantes de la carrera 15 de Bucaramanga, hay mucho ‘ajetreo’. Llegan las 10:30 de la mañana y hace un calor propio de ciudades costeras, como Cartagena o Barranquilla (35 grados centígrados), los vendedores dicen que ya están acostumbrados, que la mayoría de los días en el Centro son así. El sol no les impide estar desde las 8 de la mañana buscando el sustento diario para ellos y sus familias. Lucen sudados, alegres, cansados, en una mezcla contradictoria de emociones y sensaciones. “A esta hora a uno ya le da hambre y sueño, pero muchas veces ni se hace lo del almuerzo”, expresa David Sarmiento Jiménez, vendedor de fruta en la carrera 15 con calle 36.
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Las personas que primero llegan al centro de la ciudad son quienes trabajan en ventas de comida (desayunos, almuerzos, onces). En el restaurante de Henry y Blanca, ubicado en la plaza central San Mateo, inician la jornada de trabajo a las 5 de la mañana y finalizan generalmente a las 4 de la tarde. Yurley Pinto, hija de los dueños y trabajadora del lugar, comenta que “no siempre se cumplen los horarios, pues depende de la venta de los corrientazos durante el día”. 11 de la mañana.
En la plaza hay olores mezclados entre las cocciones propias del caldo de pescado, de gallina, sancocho de bagre y lengua de vaca que hacen parte del menú que ofrecen algunos restaurantes como opción de ‘corrientazo’. Al salir de la plaza los aromas cambian. En la carrera 15 con calle 34 conviven los perfumes de la comida que es llevada en ‘cocas’, desechables y hasta ollas, con el hedor a orines, excremento y cigarrillo. Las personas dicen que no sienten los olores, ya están acostumbradas.
Son las 11:30. Se va acerando la hora del almuerzo. Las personas que venden artículos como pulseras, ollas y dulces comentan entre sí que tienen hambre. Algunos dicen que ya pidieron el almuerzo, a lo que otros responden “no, mano, hoy no he hecho ni para el pan con café”, por lo que tendrán que ‘pasar derecho’ hasta que lleguen a sus casas. “La gente que no consume ‘corrientazo’ por acá, le toca traer comida y si no pueden hacerlo pues no comen”, comenta una vendedora ambulante de la carrera 15.
A mitad de la calle 34 hay un joven moreno que llama la atención de todo el que pasa por el lugar. Es delgado, tiene 23 años, su nombre es Brayan Méndez, cada cinco u ocho minutos grita “¡‘corrientazos’, a la orden los corrientazos, buenos, ricos y ba- ratos!”, y entre un anuncio y otro le queda tiempo para bromear con las muchachas que venden tintos y minutos a celular. Una de ellas pide un almuerzo, él pregunta que con qué lo desea, y la mujer responde: “Con arroz, carne molida, ensalada, sopa y jugo”, el clásico almuerzo corriente. Cuando la mujer indaga por el valor, Brayan contesta que hay de 4 mil y de 6 mil pesos.“El de 6 mil ,y no se demore mucho en traerlo porque tengo hambre”, responde.
En el área metropolitana de Bucaramanga, según datos de la Cámara de Comercio, hay 937 restaurantes, de los cuales 650 están registrados, y la mitad de ellos (325) ofrecen almuerzos corrientes en su menú.
Don Chepe, como le dicen los vendedores a los que le lleva el almuerzo corriente todos los días, también los promociona y vende en carros de supermercados. Sus principales clientes son los comerciantes y vendedores ambulantes de la carrera 15. / FOTOS LUZ BRAVO
Llega la hora del almuerzo
12 del mediodía. En la carrera 15 con calle 34 cada vez son más fuertes los olores a comida. El ambiente es calmado, la mayoría de las personas se concentran en la comida, se escuchan los cubiertos y el ruido que hacen los comensales al sorber la sopa. Aparecen dos o tres cada 10 minutos repartir corrientazos, algunos de ellos lucen angustiados, incluso desesperados, no hablan con nadie. ‘Les cogió la tarde’, por lo que entregan los pedidos con rapidez. Álex Rondón Vallejo, quien vende y reparte almuerzos por la carrera 15, corre hacia la plaza de mercado central, va 10 minutos tarde, entre ascensores, escaleras, sudor, olor a cebolla, ajo, carne y sangre de animal que luce descompuesta, consigue entregar todo antes de las 12:30, hora en la que sus clientes solicitan los platos. “Se hace una rutina. A las 8 de la mañana se empiezan a ofrecer los almuerzos, diariamente se venden 20 ‘corrientazos’, dependiendo de la persona y de su bolsillo acomodan el pedido. El normal está en 7.500 pesos, bandeja media- na; el pequeño en 6 mil, bandeja pequeña y el especial, bandeja grande, varía de 8 mil a 10 mil el precio.”, agrega Rondón.
Según la Encuesta Nacional de Presupuesto de los Hogares, de 2017, los almuerzos completos, otro nombre rimbombante para el ‘corrientazo’, conforman el 62 % de las compras de comidas preparadas fuera del hogar. Así también lo confirma doña Cecilia Buitrago, vendedora de libros de la carrera 15, quien asegura que traer almuerzo de la casa sería una buena opción pero que “no nos alcanza el dinero. Nosotros somos dos personas, si compramos en la casa tenemos que comprar carne que vale 4 mil, tenemos que comprar aceite que vale 1.500 el más barato, arroz, de todo eso y nos sale mucho más caro y no nos alcanza”. Por estas razones prefieren consumir almuerzos corrientes.
La nutrióloga Estefanya Se- reno, menciona que consumir constantemente alimentos fuera de la casa puede llevar a contraer enfermedades a largo plazo, como diabetes, obesidad, hipertensión, incluso, otras enfermedades derivadas a estas, como los serían infartos, problemas en articulaciones por el sobrepeso y algunos tipos de cáncer, pero esto es algo que suelen obviar o pasar por alto personas como Iván Rueda que, cuando ataca el hambre, lo único que le importa es tener lo del ‘corrientazo’ para comer. “Muchos dicen que esos almuerzos caen mal, pero es como todo, cuando el estomago está acostumbrado a comer así qué le va a caer mal”, agrega Rueda, trabajador de la plaza central.
El ‘corrientazo’ tiene su origen en “lo corriente”, y es por esto que se encuentra en la esquina, cuadra o calle de cualquier barrio. Rompe prejuicios y clases sociales, pues tanto personas de estrato uno como seis lo han consumido alguna vez en su vida, ya que cuando de economía se trata, la mayoría opta por estos platos, unos más elaborados que otros, pero al fin y al cabo con características similares. “La comida es barata para la cantidad que sirven y con suerte suele ser sabrosa”, agrega Édgar Serrano, vendedor de correas, mientras cucharea, en la esquina de la carrera 15 donde trabaja, la sopa de gallina que le acaban de traer.

Un menú que antoja
La comida que se ofrece en estos platos es variada. En la carrera 15 se encuentran unos que son entregados en carros de supermercado. Son más económicos, pequeños, según algunas personas “saben raro” y no suelen ser balanceados. Las personas los consiguen desde 3 mil pesos en adelante.
Fabio Hernández, vendedor de ollas, añade entre risas y una expresión de pena, “mucha gente nos dice que esos almuerzos no son nutritivos, pero eso es lo que nos toca comer, no nos da para comprar otras cosas. Ese almuerzo a veces trae carne molida, eso dicen, no se sabe si sea eso, arroz, una papita y un poquito de sopa, que a veces no la comemos porque trae mucha grasa, la regalamos a otra persona. La verdad nos ha tocado comer esas cosas por la situación económica”.
La sopa es infaltable en un ‘corrientazo’ que se respete, ya que es la entrada al plato fuerte. “Almorzar sin sopa es como no hacerlo”, afirma Yurley Pinto. De las partes del almuerzo, esta es la más democrática, porque puede ser desde una sopa típica hasta una muy elaborada como lo es el sancocho de gallina o las menudencias.
El principio: suele ser una preparación de granos, verduras calientes o pasta, que varía de acuerdo con el gusto o puede integrarse en un mixto, que integra las opciones del día, o ser un comodín, que puede cambiar por tajadas de maduro, huevo frito u otra opción de la casa.
El seco: sin este núcleo, el almuerzo no sería lo que es. Es típico de Colombia que el plato fuerte se acompañe de arroz y papa o yuca, o los tres juntos, porque según Néstor Martínez, consumir frecuente de estos almuerzos, “colombiano que se respete combina esas tres harinas siempre”.
La proteína: es la preparación que le da personalidad al ‘corrientazo’. Suele ser carne de res, pollo o cerdo en preparaciones diferentes y con la sazón del sitio donde se almuerce.
La ensalada: es el componente saludable del almuerzo y está presente en cualquier combinación, además de ayudar a que el almuerzo sea más liviano. Suele ser tomate, cebolla, algunas lechugas y una que otra salsa o ‘vinagreta’ como le llaman en algunos establecimientos.
El postre: En algunos lugares los dulces hechos con frutas son el final favorito de un almuerzo y son responsables de darle el toque casero, en otros, simplemente vienen acompañados de un caramelo o un chicle, esto depende el valor que se pagó.
Y así como el mute, el sancocho y el caldo de costilla, el ‘corrientazo’ es una manifestación cultural de la gastronomía bumanguesa. Este plato no se escapa del almuerzo diario de los colombianos, específicamente de los trabajadores de la carrera 15 que no pueden gastar más de 7 mil pesos y que, a su gusto, son sabrosos y sofisticados.
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