La violación a la libertad de prensa y a los Derechos Humanos ha cobrado la vida de hombres y mujeres que trabajaban en el oficio de informar. Países como Iraq, Filipinas y México encabezan la lista de lugares con más homicidios en la prensa a nivel mundial, listado en el que Colombia según la Federación Internacional de Periodistas (FIP), se ha mantenido en los últimos 25 años.
Sin embargo, al hablar de víctimas pocas veces se hace referencia a los periodistas, que en Colombia también han sido afectados por el conflicto armado y la violencia.
Según registros de organizaciones como la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh) y la Fundación Ideas para la Paz (FIP), Colombia está entre los países donde ejercer la labor de informar representa un peligro para la vida.
Desde 1977 han sido asesinados 152 periodistas, pero no solo los informadores han sido las víctimas, dado que las agresiones son la consecuencia de ataques al ejercicio periodístico o a determinados medios.
El Espectador, El País, Caracol, RCN, El Heraldo, Radionet y Vanguardia Liberal son algunos de los medios perjudicados por la intimidación de los movimientos armados.
El periódico más antiguo del país, El Espectador, ha sido blanco de episodios, donde alrededor de 13 periodistas han muerto, entre ellos, su director Guillermo Cano Isaza, quien murió en 1986, víctima de ocho disparos en el pecho, luego de salir de una jornada laboral en el periódico.
Por otro lado, entre los ataques a medios se encuentra el perpetrado en Vanguardia Liberal, donde fallecieron tres empleados del medio y quedaron siete heridos. El hecho se registró el 16 de octubre de 1989.
Con relación al momento que vivió Colombia a causa del narcotráfico durante las décadas de los 80 y los 90, posterior a los reiterados ataques a periodistas y medios, Silvia Duzán Sáenz, corresponsal del canal 4 de la BBC de Londres y columnista de la revista Semana, fue asesinada en 1990 mientras realizaba un documental en Cimitarra (Santander) sobre la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, Atcc, que durante la época acababan de ganar el premio alternativo de paz.
Las investigaciones y las denuncias de periodistas tanto en medios nacionales como regionales ayudaron a aumentar los homicidios.
Otro asesinato que causó noticia fue el de Diana Turbay Quintero, secuestrada y quien murió en medio de una operación de rescate en 1991, cuando era directora de la revista Hoy por Hoy.
Años más tarde, en 1999 fue asesinado Jaime Garzón Forero, mientras se dirigía a la emisora Radionet de Bogotá.
Además de las bombas y el secuestro, la violación se sumó a los riesgos que corrían los periodistas, un ejemplo de ello es el caso que denunció Jineth Bedoya Lima, quién fue secuestrada y violada en el año 2000, por parte de los paramilitares cuando ejercía como periodista de El Espectador.
Luego de varios años sin explosiones dirigidas a medios, en 2010, Caracol Radio recibió una arremetida contra sus instalaciones en Bogotá, el crimen se le atribuyó a las Farc.
Esto tan sólo evidencia una parte de los hechos que han protagonizado los medios, ya que mucho de lo sucedido también ha afectado a periodistas regionales o de medios pequeños.
La voz de las víctimas
En la época de los 80 y los 90, los periodistas se desplazaban a los lugares donde se desarrollara un hecho noticioso sin importar si el sitio al que se trasladaban era zona de roja.
Los medios de comunicación enviaban constantemente a equipos de periodistas a realizar cubrimiento de noticias relacionadas con enfrentamientos, tomas guerrilleras y secuestros, proceso en el cual fallecieron o fueron heridos o secuestrados algunos periodistas del país.
Uno de los ejemplos más recordados fue el caso de la periodista Silvia Duzán, asesinada mientras se encontraba finalizando las entrevistas para el documental sobre la Atcc de la BBC. Esto generó despliegue mediático, y un equipo de periodistas de televisión tuvo que ayudar con el traslado del cuerpo, luego de hacer el respectivo cubrimiento de la muerte de dicha periodista. “Estábamos pendientes de las noticias de radio o las fuentes de cada ciudad. Cuando pasó el caso de Silvia Duzán, nos llamaron como a las 9:30 de la noche, hora en que fue asesinada, junto con los tres campesinos. Me llamaron a decirme que había pasado algo. Llegamos a Cimitarra a altas horas de la noche, buscamos el cadáver de Silvia Duzán que estaba en la morgue del hospital, hicimos las imágenes de apoyo y luego nos tocó dejar los equipos a un lado porque no había más personal para recoger el cuerpo de Silvia. Tuvimos que trasladarla al cajón,luego se llevó a una pista dónde en la madrugada llegó Salomón Kalmanovitz, el esposo, en un avión desde Bogotá a recoger el cuerpo”, aseguró Marco Quintero Jiménez, camarógrafo del noticiero Criptón de la cadena dos, quién además fue secuestrado cuatro veces por grupos ilegales.
Los periodistas no solo han hecho cubrimiento de noticias, sino que también han sido parte de labores humanitarias como la liberación de secuestrados, muestra de ello es lo que pasó con Jaime Garzón, cuando fue intermediario en la liberación de los 46 secuestrados en el avión Fokker 50 de Avianca, que llevaba la ruta Bucaramanga – Bogotá y que fue tomado por el Ejército de Liberación Nacional, Eln.

Respecto a lo sucedido con el vuelo, el corresponsal de noticias Caracol Wilson Lozano, afirmó: “Cuando secuestraron el avión duramos un mes viviendo en el sur de Bolívar para hablar con los guerrilleros del Eln, y solo nos encontrábamos a los guerrilleros de las Farc. A los empresarios de los medios no les interesaba lo que nos pasara a nosotros. Ellos querían una noticia del avión, el Eln y los secuestrados del avión. Nosotros resultamos montados en los carros de la guerrilla de las Farc, buscando esas informaciones. En esa misma búsqueda me subí a un helicóptero de la Policía Nacional y nos derribaron. Decidí subirme porque justo en ese momento era la primera intervención antinarcóticos en el sur de Bolívar. Así que se estaba gestando otra noticia. Después el piloto dijo: ¡nos dieron! Él nos llevó a una zona húmeda y allí caímos”.
Con relación al secuestro algunos periodistas han sido usados por los movimientos ilegales para exigir o chantajear a los medios o al Estado mediante la privación de la libertad, tal como sucedió en el caso de Édgar Osma, corresponsal en Santander del desaparecido noticiero QAP. El camarógrafo fue secuestrado cuatro veces por el grupo armado Eln.
“Me llamaron a hacer el cubrimiento de un atentado, cerca al Museo del Petróleo donde un camión de soldados fue dinamitado cuando iba para el Batallón Nueva Granada. QAP había empezado hacía siete días. Al viaje me llevé a un sobrino que estaba de vacaciones. Hice la nota. Fue terrible. Sin embargo, envié el casete con la nota, y en esas me llamó José Alfredo Vargas, jefe de redacción de QAP. ¿Usted sabe llegar? Hay una situación particular, las carreteras están minadas. Como conocía perfectamente, sabía que debíamos irnos por la zona petrolera para salir a la parte alta, por la vereda ‘Llana Caliente’ en San Vicente de Chucurí. Una vez pasamos, vimos la tragedia. El Ejército nos avisó de una situación peligrosa y nos ofreció un cupo en un helicóptero, pero como iba con mi sobrino, pedí que se lo llevaran a él. Mi sobrino no me quiso dejar solo en el regreso, así que emprendimos camino en el carro. Llegando a ‘Llana Caliente’ había un retén de la guerrilla y nos secuestraron para cobrarnos la nota de la noche anterior, y para obligarnos a enviar información todos los días al noticiero para que emitieran cómo el ejército y las Autodefensas Unidas de Colombia, (AUC) trabajaban de la mano. Hicimos las notas y se enviaron, sin embargo, el noticiero se pronunció y se negaron al chantaje y exigieron nuestra libertad.
Todos los organismos intentaron liberarnos, La Cruz Roja Internacional y las fuerzas militares. No se pudo, pero dos compañeros periodistas tomaron la decisión de ir a buscarme, Néstor Jerez y Marco Quintero, llegaron a la zona se hicieron coger. Lograron mi liberación, lo que no pudo nadie, lo hicieron ellos por el compromiso con el trabajo, los compañeros y la libertad”, apuntó Edgar Osma.
Las cifras
Solo en el mundo entre 1990 y 2015, según la FIP (Federación Internacional de Periodismo) han sido asesinados 2297 periodistas ejerciendo su oficio, y Colombia está entre los 15 países más peligrosos del mundo para ejercer esta profesión según publicó, la FIP a principios de 2016 en el informe “Periodistas y trabajadores de medios muertos 1990 -2015. 25 años contribuyendo a la seguridad del periodismo”.
Según el registro recopilado por la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, se tiene estimado que desde 1977 a 2015 son 152 los periodistas asesinados en Colombia. En el registro aparecen los actores de los asesinatos y los medios a los que pertenecían los comunicadores.

Por otra parte, el Centro Nacional de Memoria Histórica presentó el informe “La palabra y el silencio, La violencia contra periodistas en Colombia (1977- 2015)”, donde está registrado que de los 152 periodistas muertos 112 trabajaban en medios pequeños y que los hechos eran consecuencia de investigaciones sobre corrupción o el conflicto armado colombiano.

Muchos de estos homicidios no han sido resueltos, más del 50 % ni siquiera tienen sentencia condenatoria, mientras que en algunos homicidios se desconocen los motivos y los autores criminales. Tan solo 18 casos de asesinatos a periodistas han sido condenados, lo cual quiere decir que más del 50% siguen en la impunidad.
Reparación
Desde 2011 la Presidencia de la República sancionó la Ley de Víctimas 1448 de 2011, en este proceso se inició la reparación de colectivos por parte de la Unidad de Reparación de Víctimas.

Karen González, representante de la Unidad para la Atención y Reparación de las Víctimas, habló del proceso de reparación para periodistas. “Estamos reparando a los colectivos porque no solamente se vio el individuo afectado, sino que también los colectivos enteros se vieron afectados, como pasó con el grupo de periodistas. Lo que hemos encontrado es que muchos tuvieron que silenciarse, autocensurarse que es algo que nos parece muy doloroso en una democracia”.
El proceso de reparación que en la fase de alistamiento ocurre luego de un proceso largo de diagnóstico para saber lo que le ocurrió al periodismo en Colombia. “En este momento se está revisando ese diagnóstico y se están integrando nuevas voces. Recientemente hicimos un ejercicio con periodistas comunitarios, donde revisamos lo que pasó”, resaltó González.
Una vez finalizado el diagnóstico se implementarán unas medidas que permitirían al periodismo colombiano sentirse reparado. “Lo que queremos mirar con el periodismo es las medidas que hay que tomar para que Colombia pueda gozar de una prensa libre, donde no haya censura, donde se pueda informar sin poner en riesgo la vida. Obviamente esto es un desafío cuando estamos en medio del conflicto, no es tan fácil reparar cuando tenemos unos grupos que todavía siguen cometiendo actos violentos, donde todavía siguen censurando la prensa”, expresó la representante.
Aunque la reparación de colectivos es un proceso reciente, la Unidad de Víctimas tiene diferentes medios para atender las denuncias sobre hechos victimizantes y así buscar la forma de reparar a todos los actores del conflicto, donde están incluidos los periodistas.
“Me sorprendí cuando dijeron que nos iban a reparar muchos años de nuestra vida porque muchas veces arriesgamos la vida de manera injustificada, o justificada podría decirse ahora porque hicimos labor humanitaria. En un mes liberamos 48 secuestrados de campamentos diferentes. Investigué e hice el proceso de reparación, no creía porque no confiaba en el Estado pero recuperé la esperanza al ver a los campesinos regresar para llorar a sus muertos”, resaltó Néstor Jerez Ardila, corresponsal.
Cabe resaltar que parte de los delitos contra periodistas siguen en la impunidad. “Hubo mucha responsabilidad del Estado, por acción y por omisión pero también hubo responsabilidad de los colombianos que no hicimos nada, es necesario que nos comprometemos con la reparación que no solo es material”, según se pronunció González.
Por Katherinne Castañeda Calderón
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