En medio de la mañana lluviosa, la profesora de artística Melba Ligia Pedraza Calderón se trasladaba por un pasillo del Instituto Empresarial ‘Gabriela Mistral’, de Floridablanca. Iba en compañía de un estudiante que la llevaba del brazo hasta lograr entrar al salón de clases.

Con postura erguida, una mezcla de autoridad y respeto, ordenó a sus alumnos de grado sexto limpiar el desorden del aula, pues “como saben, es un lugar sagrado”.

Ubicada en el centro del recinto, hizo un llamado de atención a aquellos que no habían entregado de forma correcta un trabajo que les había asignado en días anteriores.

“Ustedes saben con qué ojos veo yo. Con los ojos del corazón y del alma”, les dijo. Los estudiantes estaban atentos a la indicación que les daba. Esta vez, propuso una actividad distinta, pues era de las últimas clases antes de salir a vacaciones.

A cada uno le pidió que viera a su compañero de al lado y recordara lo más agradable que pudo compartir con esa persona en la clase de artística a lo largo del año. Cuando finalizó la dinámica, les preguntó si les había parecido fácil o difícil, a lo que los niños respondieron lo primero.

Todos a excepción de uno que estaba sentado en la esquina derecha del aula, quien rápidamente y en voz baja respondió lo contrario. Pedraza giró su cabeza hacia la dirección donde estaba ese estudiante, y le preguntó el porqué de su respuesta.

Después de hacer la reflexión general respecto a la primera actividad planteada, la “profe Melba” pidió a los que quisieran que expresaran en voz alta las cualidades del compañero que habían pensado durante el ejercicio. En vista de que ninguno quería responder, dio un nombre al azar, para que este estudiante lo compartiera con la clase. Apenas lo hizo, más niños se animaron a dar su opinión. Al final más de la mitad de los integrantes del curso pedían la palabra.

También les propuso hacer un escrito, acompañado de un dibujo, relacionado con un personaje navideño, el que más les llamara la atención y del cual hayan aprendido algún valor. A los pocos minutos los niños se le acercan para aclarar dudas, preguntar por las calificaciones e incluso, para dar quejas de los compañeros por el mal comportamiento. Es entonces cuando, una vez más, con la calma que la caracteriza, voltea la mirada y hace un llamado de atención a los estudiantes indisciplinados.

La historia

En la familia de Melba Pedraza hay 14 hermanos, nueve de los cuales, al igual que ella, son invidentes de nacimiento. Cursar la primaria e incluso la universidad, no representó dificultad para esta mujer.

Según cuenta, la formación que recibió de sus padres fue esencial, pues siempre les hicieron saber que, al igual que todo el mundo, ellos podían ser capaces de hacer lo que se propusieran.

“Mis papás nunca nos discriminaron, todos en la casa fuimos igual y en eso agradezco a mis viejos, ese desenvolvimiento”, relata con una sonrisa. Estudió licenciatura en Música en la Universidad Industrial de Santander (UIS). Allí aprendió piano, violín, tiple, guitarra y flauta, todo con énfasis en la docencia.

Como ella misma indica, “siempre tuve ángeles que me ayudaron en mi formación”. Cuando llegó el momento de hacer las prácticas, pidió que no fuera en un sitio para niños con limitación visual. Recuerda: “Fue un reto grande. Y me di cuenta de que tenía la capacidad de poder llegar a los niños y proyectar en ellos entusiasmo.

También tuve experiencia enseñando a menores ciegos, pero es mi campo y para mí no es tan exigente”, comenta. En su tiempo libre le gusta escuchar música clásica y jazz. En ocasiones toca canciones en algunas iglesias, junto a dos de sus hermanas, que también son invidentes. Pero una de las actividades que más disfruta es pasear en bicicleta junto con su esposo.“Ha sido un reto muy lindo y exigente. Hemos ido incluso hasta la Mesa de los Santos”, relata con emoción.

En el colegio

La metodología que utiliza para sus clases de artística es de gran ayuda. Se encarga de enseñarles la técnica de pintura, según el tema que estén viendo, y a partir de esto les permite desarrollarse con libertad y a partir de la inspiración, sin llegar a plasmar lo que ella llama “un mamarracho”.

Toma como apoyo la plataforma digital de la ‘Gabriela Mistral’ en la que, con ayuda de su esposo, el pintor Luis Eduardo Estupiñán García, sube videos sobre las temáticas de clase. “Él me ayuda en cómo organizar las clases, dictarlas, las temáticas. Para mí ha sido fácil”, añade.

Raquel Arenas Duarte es docente de la misma área y explica que la Editorial Ediarte le ha ayudado bastante. “Ella (Melba) habla su dificultad y si hay algún tema en específico o que por su condición se le hace difícil enseñar, esta le envía el profesor apropiado para que la apoye en clase”.

Amparo Cepeda Arenas, coordinadora del colegio, afirma que con la enseñanza que Melba Pedraza ha impartido, se ha logrado sensibilizar a los estudiantes. “A ellos les gusta la clases y le colaboran muchísimo. Creo que es el convencimiento que tiene de la autoformación, esa parte motivacional a la que acude para el desarrollo de las mismas”, concluye Cepeda.

Datos sobre la discapacidad

Según la Organización Mundial de la Salud, en 2016, Colombia era el segundo país de Latinoamérica con mayor número de invidentes. Además, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) afirma que, hasta 2018, la cifra de personas con este tipo de discapacidad, es de un millón 143 mil 992 personas, es decir, el 43,5
por ciento de los discapacitados del país.

El Dane también afirma que en el área metropolitana de Bucaramanga existen alrededor de 3.615 personas con “dificultad para percibir la luz y distinguir objetos o personas a pesar de usar lentes”.

Por María Alejandra Arciniegas
marciniegas264@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga