Por Juan Felipe Barajas Hernández / jbarajas454@unab.edu.co
El Mercado Campesino, Asomercade (Asociación deMercado Campesino Departamental) se ubica en la Transversal Metropolitana, entre el barrio Ciudadela Real de Minas y el puente El Bueno y es donde se reúnen familias de diferentes partes del departamento y la región. Es un espacio que ha migrado y evolucionado, inicialmente se encontraba en lo que hoy se conoce como el parque de los gatos.
Dentro de la plaza se respira un ambiente familiar acompañado de los aromas de las frutas y verduras cultivadas por nuestros campesinos. Los integrantes de la familia Asomercade resaltan la importancia de tener un techo en condiciones, pues anteriormente con la polisombra que los cubría del sol, perdían ventas debido a las altas temperaturas.
La hora del almuerzo se vive dependiendo de los roles de cada persona. A las dos de la tarde se sientan Fabián Ortíz y María Camila Chacón Porras, de 16 y 17 años respectivamente, y mientras almuerzan charlan de lo ajetreado que estuvo el día.

Fabián Ortiz junto a su mamá, Doris Ortiz. / MATEO GALINDO
Ese sábado no solo ayudaron a atender el puesto de sus familiares, también dieron una entrevista. Pocos minutos después se acerca a las mesas de la cocina Leydi Johana Rodríguez Ramírez, una niña de 8 años de edad, que recién se levanta de una tranquila siesta que acostumbra tomar en medio de las cajas y los productos que su abuela oferta.
En ese momento pasa corriendo cerca de las mesas un adolescente conocido por ser uno de los más “famosos” de la plaza, Brainer Yeccid Rueda Arenas. Se mueve tan rápido entre el puesto de su abuela Gloria, el área de las rifas y cada puesto donde se necesite un chance. Parece estar en todas partes y al mismo tiempo en ninguna. Mide 1,80 metros y tan solo tiene 15 años.
Cada quien se adapta a la vida que tiene y lucha por cumplir eso que tanto anhela. La vida de estos niños y jóvenes se resume en trabajar en el campo entre semana, al tiempo que estudian, y los fines de semana van hasta el mercado a vender los productos con sus familiares. Pero no es solo vender, deben ayudar a organizar, limpiar, cobrar y apoyar a los padres y madres en lo que necesiten.
Ellos viven una vida que no eligieron y, pese a esto, la gozan. Fabián, María Camila, Breiner y Leydi tienen claro el significado de familia y las ideas de lo que quieren ser y lo que van a hacer.

Rosa Julia Lopez y Leydi Johana Rodríguez Ramírez. Provienen de El Salado, una vereda ubicada en inmediaciones del municipio de Lebrija, Santander. / FOTO MATEO GALINDO
Tradición familiar
El puesto de Doris, la mamá de Fabián, se encuentra en el pasillo de la segunda entrada de Asomercade, pasando por la venta de panelas y por los puestos que ofertan guanábanas de diversos tamaños. En una esquina espera sentado el joven de piel clara y cabello castaño. Él se hace cargo de todo mientras no está su mamá, con la compañía de un cachorro atiende a los clientes mientras comparte con los compañeros que pasan por el lugar.
Es una persona dotada de habilidades para el campo y las matemáticas, que expresa sin temor el deseo de heredar el puesto de su madre y convertirse en un ingeniero de sistemas experto en electrodomésticos. Últimamente ha estado aprendiendo el uso de redes sociales, marketing digital y creación de contenido, en un taller junto con varios compañeros como su amiga María Camila.
Se trata del Taller de creación de contenidos para la plaza Aso- mercade. Hace parte de una beca suministrada por el Ministerio de Cultura que consiste en la creación de una identidad digital, piezas grá- ficas y contenidos digitales para la plaza. El taller es dirigido por pro- fesionales en artes y comunicación audiovisual y tiene como objetivo que los jóvenes de la plaza puedan crear contenido por ellos mismos y ampliar el espectro de ventas integrando la funcionalidad de Whatsapp Business.

María Camila Chacón Porras, junto a su papá. / FOTO JUAN CAMILO RODRÍGUEZ
La mujer de la casa
María Camila Chacón Porras tiene 16 años de edad; es alta y de cabello oscuro, y desde hace unos meses es la única mujer en el puesto ubicado en el borde de la plaza, bajando por la segunda entrada. A pesar de las dificultades no pierde el ánimo de salir adelante, el amor por el comercio y por su padre al que ayuda todos los fines de semana en este mercado. Sueña con terminar el colegio e ir a la universidad para estudiar algo relacionado con la comercialización de productos.
Aunque cultivar también le gusta, asegura que lo suyo son las ventas y lo sabe su padre que orgulloso se sienta al lado del puesto a observar a su hija siendo feliz. Gracias a los talleres dictados por el equipo ganador de la beca, está experimentando con una nueva forma de vender vía WhatsApp.
A pesar de estar ocupada durante las jornadas de venta, saca tiempo para almorzar y charlar con sus amigos. En eso no ha dejado de ser una adolescente como cualquier otra.
Alguien que no tiene una hora clara de almuerzo es Brainer Yeccid Rueda Arenas, y es que hace tantas cosas que impresiona a quien lo ve debido a su poca edad. Es de personalidad encantadora, ayuda a sus abuelos en su puesto de panes, revende las famosas rifas del mercado y también ofrece el chance. Dicen que sus ventas y conversaciones le traen suerte a la gente, pues son pocos los que no se van a casa con algo de comida producto de la compra de rifas.
Su sueño es estudiar en Alemania, no sin antes ser chef y volver para manejar el puesto de su abuela y comprar tres más dentro de Asomercade.
Alegría e inocencia
Leydi Johana Rodríguez Ramírez es una niña encantadora, morena y risueña, que todos los fines de semana acompaña a su abuela, Rosa Julia López, a la plaza de mercado. Se transportan desde El Salado, más allá de Lebrija. Cuando llega, acompaña a su abuela a organizar el puesto ubicado en la parte central de la plaza. Los productos que mejor se comercializan son la piña, la yuca y el tomate. El dinero que le paga su abuela por la ayuda, lo gasta en las famosas rifas, lo que la motiva no solo a participar sino a estar atenta a lo que ocurre en el lugar.