
Según la ley 1275 de 2009, las personas de talla baja son consideradas en condición de discapacidad. En el artículo 3 de dicha norma se habla de que el ordenamiento territorial, urbanístico y arquitectónico debe estar adecuado o modificado para libre desplazamiento y el fácil acceso de las personas que presentan enanismo, pero esto no se aplica en Bucaramanga, ya que los espacios públicos de la ciudad no están modificados a la altura específica para este grupo social.
En el caso particular de las personas de talla baja, a diario se deben enfrentar a las rampas, escalones, bancas, mesas y sitios de recepción que no son aptas para personas con una altura de 1,45 metros o menos. Como asegura la arquitecta María Luz Lerzundy Gómez, los escalones para alguien con estatura promedio son de 18 centímetros, pero para los de talla baja son de 9 y 12 centímetros como máximo, cuando son las bancas o sillas deben tener un tamaño parecido al que se utiliza para los niños, y para los mostradores o recepciones normalmente la medida específica es a una altura de 60 o 70 centímetros.
“Realmente esta es una norma de difícil cumplimiento, porque los arquitectos no somos sensibles a esta situación y no aplicamos esto es nuestros diseños. Se trata de una responsabilidad social pues se deben involucrar estos espacios para que tengan un libre acceso”, explica Lerzundy Gómez.
A esto se enfrenta constantemente Yessica Alejandra Carrillo Lizcano, una joven que padece acondroplasia, uno de los trastornos genéticos más comunes del enanismo. Al acudir a un espacio público como un parque, las sillas o bancas no son apropiadas para su tamaño. “Siempre que voy a estos lugares pido la ayuda de un familiar o amigo para poderme sentar en las bancas, veo que lo poco que se implementa, es solo para las personas con una discapacidad física, pero como tal para las personas de talla baja no se tiene nada”, resalta Carrillo.
Tiene 18 años y mide 92 centímetros, está en el rango de las más pequeñas en comparación con otras personas de talla baja, pues algunos de sus amigos con el mismo trastorno de crecimiento miden entre 1,00 o 1,15 metros, recalcando que un individuo es considerado como enano si mide entre 1,30 metros o menos.
Su hermano mellizo Cristian Stiven Carrillo Lizcano también lo padece. Mide 85 centímetros, un poco menos que su hermana. “Al igual que Yessica, fuimos operados de las piernas, ya que cuando pequeños no podíamos caminar; a mí también me operaron del paladar dos veces y tengo programada otra cirugía porque mi columna está desviada”, aclara Cristian Carrillo.
Realidad versus persistencia
La ley 361 de 1997 estableció medidas para facilitar el acceso a la educación, a la integración laboral, al bienestar social, a la infraestructura física, a los bienes de uso público; a los programas de prevención, de cuidados médicos y psicológicos, de formación e integración laboral, para las personas con discapacidad. Con el fin de hacer efectiva la garantía de los derechos de estas personas, contribuir a su rehabilitación y asistirlas y protegerlas.
Yessica Carrillo manifiesta que no ha recibido beneficios en cuestiones de salud. Tuvo que ser operada muy pequeña y el seguro no cubrió totalmente dicha cirugía. “Todas mis intervenciones médicas y las de mi hermano las han tenido que pagar mis papás. El año pasado yo no tenía para pagar la universidad, así que le pedí ayuda al alcalde de Floridablanca; él había quedado en ayudarme y me dijo que le llevara los papeles, la colilla de pago de la matrícula, pero no sirvió de nada porque me quedó mal, casi hace que no pueda cursar ese semestre”, aclara Carrillo.
Sin embargo eso no ha sido excusa para salir adelante. Actualmente, Yessica Carrillo estudia cuarto semestre de Comunicación Social en la Universidad Pontificia Bolivariana. Su mamá Mariela Lizcano Navas la describe como una estudiante “juiciosa y aplicada”. Dice que terminó la secundaria primero que su hermano y se ha destacado por tener buenas notas en el colegio y ahora en la universidad.
Su padre Luis Alejandro Carrillo es quien la desplaza a la universidad y a todas las partes a las que ella necesita ir. “Si es necesario voy y la llevo hasta el salón de clases, a mi lo profesores ya me conocen y me dejan entrar a la universidad sin ningún problema; yo la llevo y la recojo todos los días” expresa Luis Carrillo.
Según afirma la estudiante, la Pontificia Bolivariana brinda apoyo a las personas con discapacidad, ya que tienen programas de inclusión social, en los que se encargan de programarles clases en los salones donde cuentan con un ascensor, y que la mayoría de estas sean en un mismo edificio para que no tenga que desplazarse de un lugar a otro.
Agrega que “mis compañeros de la universidad son colaboradores, están pendientes si necesito algo, me ayudan a subir escaleras cuando tengo que hacerlo y me oprimen el botón del ascensor, ya que no alcanzo”. Carrillo también goza de una buena relación con sus vecinos, como asegura Nancy Bernal Castellanos. “Es una niña con una personalidad única, ella llega de la universidad y saluda a todos, nos cuenta lo que vive a diario y se ríe de todo. Es muy alegre y por eso se gana el cariño de nosotros”, añade la residente del sector.
Entre sus estudios universitarios y la elaboración de postres, Yessica Alejandra Carrillo pasa sus días. En esta segunda actividad la acompaña su prima María Fernanda Rangel Lizcano. “Es creativa, ingeniosa, se busca la manera para sobrevivir, le gusta obtener las cosas por sus propios méritos, por eso le ayudo a hacer postres para que venda en la universidad. Con ese dinero compra sus cositas y tiene para algunos gastos de la universidad”, relata Rangel.
Herling Daniela Luna Rincón