En la cartelera de cine local anuncian como un posible estreno la película Adiós Entusiasmo, de Vladimir Durán, ópera prima y una pequeña joya que ya ha sido exhibida en la sección Forum del Festival de Cine de Berlín, Berlinale, y en el 57 Festival Internacional de Cine de Cartagena, Ficci, en donde obtuvo el premio a mejor película colombiana, en el 2017.
Aunque es su primer largometraje, no es la primera vez que Durán exhibe sus obras en festivales de renombre. Este bogotano creció en un ambiente rodeado de cine, es hijo del director Ciro Durán (nacido en Convención, Norte de Santander), se formó en Canadá y Argentina, ha trabajado en publicidad en donde ha sido premiado por sus trabajos. Con su cortometraje Soy tan feliz estuvo en la competencia de cortos del Festival de Cannes 2011 y ganó mejor cortometraje en el Bafici 2011.
Durante los últimos años se ha dedicado a estudiar y trabajar con actores, en donde ha experimentado con la improvisación. En Adiós Entusiasmo se destaca el trabajo actoral. Esta obra, rodada en Argentina, nos descubre a los integrantes de una familia: Axel (Camilo Castiglione) es un menor que ronda los 12 años, curioso y creativo convive con sus tres hermanas, Antonia (Mariel Fernández), Alejandra (Martina Juncadella) y Alicia (Laila Maltz).
Estos cuatro hermanos habitan un apartamento que nos van mostrando por fragmentos, siempre en planos cerrados y medios, vemos los espacios en donde transitan, pero hay una espacio que permanece oculto, en off, el espacio de Margarita, la madre, la cual permanece encerrada, y el relato nos dará pistas de las causas de este encierro, y también de la manipulación que ejerce sobre sus hijos, quienes de diversas maneras tratan de equilibrar la caótica situación familiar, con pasatiempos lúdicos, y con una aparente naturalidad que también van asumiendo los pocos visitantes a la casa.
Uno de ellos es el mismo Durán, quien hace de Bruno, un colombiano despistado que pretende a una de las adolescentes, y por esta razón se cuela con impertinencia al lugar.
La película transcurre en este apartamento desordenado en donde los menores cantan, bailan, comen, y pasan el tiempo, la voz de la madre retumba en él, utiliza el poder sobre sus hijos de distintas formas; Axel es el más vulnerable, por ser el de más corta edad, y las mayores ejercen el control de la situación. Se acerca el cumpleaños de Margarita, la madre, y ella insiste en que se lo celebren antes, los chicos acceden y van llegando vecinos y familiares, entre ellos, Marta (Verónica Llinás) hermana de Margarita. La celebración transcurre en calma, hasta que la madre entra en una discusión con Marta y luego comienza a exigir que la dejen salir de su cuarto, situación que solventa la hermana mayor.
El relato no pretende dar todos los detalles ni aclarar el porqué de las situaciones, nos muestra un universo en el que a partir de los hechos representados podemos inferir el caos emocional de una familia, y ver cómo este ambiente enfermizo y cotidiano constituye otras dimensiones de lo afectivo y de lo emocional en cada uno de ellos, y asimismo, en sus relaciones con los demás.
En este primer largometraje de Vladimir Durán es ambiguo y genérico, no le interesa dar todos los detalles del drama, sino evidenciar un universo caótico, pero real para muchas generaciones, y es el enfrentar en ese recorrido de la niñez a la madurez el descubrimiento del fracaso familiar, el proyecto fallido de familia, en donde los jóvenes deben asumir las riendas y reeducar a los padres, o de lo contrario terminarán sucumbiendo y hasta repitiendo los mismos comportamientos.
Ojalá que esta gran película sea exhibida acá y pueda ser vista por el público bumangués, de no ser así, la invitación es a que no la pierdan de vista y la busquen para que la puedan disfrutarla más adelante.
Por René Palomino Rodríguez
rpalomino@unab.edu.co