Por: María Angélica Uribe Castro (texto y fotos) /mcastro258@unab.edu.co
Durante la Semana Santa, las ciudades son un mar de fe y devoción. Rituales como procesiones, oraciones y cánticos reúnen a creyentes y no creyentes de todas las edades para disfrutar de esta festividad cultural que pervive de generación en generación.
Vamos al origen. Esta fiesta católica surge de la celebración de la Pascua judía, que festeja los siete días conmemorativos del éxodo del pueblo elegido por Jehová. Se dice que, durante el transcurso de la Pascua, Jesucristo instituyó lo que se conoce como la eucaristía donde sus seguidores judíos fueron quienes iniciaron la celebración religiosa en la que se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Esto, según la tradición, desembocó en el nacimiento de los primeros cristianos. En sahumerio blanco, va de domingo de ramos a domingo de resurrección.
La Semana Santa es una festividad que se celebra en todas las partes del mundo en las que la mitología judeocristiana manda. Para nosotrxs en Bucaramanga, la cosa ha ido cambiando, desde suspender cualquier placer o pasión humana en estos días, hasta la actualidad en la que el tiempo de reflexión es más una oportunidad para visitar los goces de “Sodoma y Gomorra”. Por eso, decidí visitar a las Ermitañas Eucarísticas del Padre Celestial. Ellas son un grupo de mujeres que comparten una vida religiosa dedicada a la fe y a la devoción. Esta congregación religiosa surgió con el padre Antonio Lootens y la madre Andrea de Jesús en 1993 en Costa Rica y en 1994 se establecieron en Bucaramanga con el apoyo del arzobispo de ese entonces, el cardenal Darío Castrillón Hoyos. Se instalaron en una montaña de Piedecuesta, Santander, donde actualmente residen.
Una de las religiosas nos brindó información acerca de las prácticas y creencias de la Semana Santa, su congregación y el rol que cumple dentro de su parche religioso. Ella se denomina como “María Magdalena del amor resucitado nacida en Medellín”. A los 27 años comenzó su camino hacia la espiritualidad y decidió vestirse con el manto de la fe. Antes de esto era diseñadora industrial, trabajaba en una empresa transportadora, pero siempre sintió el llamado de Dios. Mientras se sentaba en una silla de madera viendo a los feligreses pasar, comentó: “Es la certeza de que las cosas del mundo no te sacian”. Devolvió la mirada expresando seguridad y felicidad, con sus ojos afirmó lo que acababa de decir. Se siente un aura de paz en este hogar.
Aunque la vocación en mujeres se ha mantenido, en los últimos cincuenta años es claro que va en decadencia, ya no es tan taquillero ser religiosa. Frente a esto, María Magdalena comenta: “de dónde vengo hay muchos consagrados, pero hay una hostilidad en comparación a unos cuarenta o cincuenta años antes, tanto de hombres como de mujeres. Pero uno puede ir y volver y el alma que es de Dios y para Dios este no la dejará tranquila hasta que atienda su llamado”.
Entre ermitañas

Mientras el viento de las montañas agrestes de Santander mueve suavemente su hábito, ella se levanta de la silla y va al restaurante. Para llegar allí hay que bajar por un camino que atraviesa los distintos puestos de venta que tiene esta congregación. Al lado izquierdo hay ventas de libros, una panadería, artesanías… y al lado derecho una montaña pequeña. Bajando por esta se encuentra un comedor hecho en madera y amplias zonas verdes donde los visitantes se reúnen a compartir con sus familias. Una vez se llega al restaurante se pueden observar más hermanas y el olor a comida recién preparada invade el sentido del olfato, llegando a ser casi irresistible. Si es momento de confesión, debo decir que me dio hambre.
Allí la hermana María Magdalena nos cuenta como es el día a día de una religiosa. Asegura que la vida de una ermitaña es diferente: “ser ermitaña es separarse solo para Dios, apartarse en el silencio de la soledad en un estado profundo de unión con Dios”. Se levantan a las 4:00 a.m., entre risas dice que lo primero que hacen es deporte, trotar, correr, bicicleta, futbol. Después de esto siguen las laudes que son unas de las primeras oraciones que se hacen en el día. Seguidamente, comienza la santa misa y la adoración eucarística con toda la comunidad. Terminada la eucaristía, a cada una de las religiosas les corresponde una actividad: jardinería, ordenar la sacristía, hacer el desayuno a las hermanas, estar en la editorial. Luego, sigue otra oración y mientras se trabaja, también se ora. A las 12:30 se hace el rosario, posteriormente se toman un descanso y hacen una lectura espiritual, tras esto tienen un espacio para su ocio y vuelven a la oración: “antes de irnos a dormir tenemos que revisar las listas para saber a qué hora de la noche o de la madrugada nos corresponde levantarnos para adorar a Jesús”.
Existe una tradición popular que dice que si una persona ve a una religiosa con hábito puede pedir un deseo, la hermana con una risa entre burla y asombro comenta que “la gente ve en lo consagrado algo mágico y que el hábito es un recuerdo para el hombre de que quien lo trae puesto es consagrado. No me parece que si ves a una religiosa con hábito puedas pedir un deseo. Es más lindo cuando te dicen: ‘por favor me bendices’”.
Ahora bien, la Semana Santa es una época que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. La hermana nos comenta que, para ella, «en palabras sencillas, es el momento más hermoso y doloroso de la entrega del amor de Dios. Nos narra la pasión muerte y resurrección de Jesús. Es donde Cristo se dona a los hombres y florece la iglesia”.
Parranda o viacrucis
La hermana sigue y señala que hoy en día lo que fue recogimiento, reflexión y oración es una Parranda santa. Con una expresión de insatisfacción, comenta que esta celebración ha enfrentado múltiples desafíos: “a los jóvenes les da pereza y dicen que es de abuelitos, hay un espíritu de pereza y aún más después de pandemia”. Es claro que la sociedad actual busca lo fácil y lo rápido. Debido a esto, la iglesia ha tenido ciertos cambios. La falta de compromiso, sumada a la evolución tecnológica, han dado lugar a la transmisión televisiva de los rituales y esto hace que la gente se quede en casa, con bebida y comida, viendo la celebración religiosa a través de una pantalla. A pesar de eso, los rituales de la iglesia durante la Semana Santa se han mantenido sin cambio con el pasar del tiempo.
Ante la realidad, la hermana afirma que las tradiciones son inclusivas: “cuando pasa una procesión y ves en un domingo de ramos un viacrucis, ves un rio de personas. Entonces, aunque no estemos hablando mucho estamos evangelizando. Lo más lindo es que la iglesia incluye a todos. Oramos por los hijos de Dios dispersos en el mundo”. Ahora bien, respecto a las procesiones, reflexiona: “la procesión comienza desde el antiguo testamento, ya se reunían ahí hace milenios. Incluso, el domingo de ramos se celebra porque Jesús entró en un burrito y los niños tiraron ramos y mantas a los pies de Jesús”.
Siete potajes
Cada región de Colombia cuenta con sus propias tradiciones y en esta ocasión nos centramos en los siete potajes. La hermana, al ser de Medellín, no conocía sobre esta tradición y al preguntarle sobre esto nos miró con cara de confusión, como si no entendiera de lo que se le había preguntado. Levantó los hombros y solo dijo: “acá he escuchado eso, pero ni idea”.

La hermana llamó a otra religiosa llamada María Pía y nos dijo: “esto es una preparación típica de Semana Santa, se hace antes del ayuno, entonces comen carne, pescado, pollo. Son siete tipos de carnes, pero no es algo de la iglesia”. Esta tradición es perteneciente a algunas regiones de Colombia: Chocó, Valle del cauca, Cauca, Nariño y Santander. La religiosa María Magdalena con una sonrisa en su rostro recordó cómo son las tradiciones en su región y dijo: “nosotros el jueves santo hacemos las siete visitas al santísimo”.
Ahora bien, la mayor parte de la economía de la iglesia la brindan las y los fieles y esta vez le preguntamos a la hermana María Magdalena el cómo se financian las celebraciones de Semana Santa. Nos respondió: “cada iglesia recibe su dinero y con las actividades que hace la iglesia se suma, pero principalmente con las donaciones de los fieles”. Los benefactores también son de gran importancia para financiar esta celebración; eso quedó claro.
Al abordar el tema de las tradiciones y creencias que rodean la Semana Santa, no podíamos omitir un mito tan característico que se ha convertido en una parte importante en la cultura popular. Según este mito, aquellas personas que tienen relaciones sexuales en los días santos son merecedores de un castigo divino y las parejas pueden quedarse pegadas. Al escuchar esto, la hermana pareció sentir una leve incomodidad. Sin embargo, al mismo tiempo no pudo contener su risa y respondió que las relaciones sexuales no solo se restringen en Semana Santa, sino que es pecado tenerlas antes del matrimonio. Afirmó: “el hombre es un ser virginal, y el mundo de pecado grita que no, el amor es tan hermoso que es solo para una persona”.
Para finalizar, la hermana dejó una enseñanza: “Dios tiene sus vocaciones, Dios nos llama y nos llama y quien responda será feliz”. Son sus palabras y con eso terminamos esta nota desde una voz femenina, consagrada y entregada al camino que ella sintió como su llamado celestial.