Por: Iván Vega Molina/ ivegamolina@hotmail.com
Las próximas elecciones nos respiran en el cuello y por eso va este análisis sobre la importancia del voto consciente. Pues, es claro que no por tener cédula se tiene conciencia electoral.
El derecho al voto es el derecho más importante, tanto desde la perspectiva personal como en el plano de lo colectivo. Es por eso, que nuestra Constitución se encarga de desarrollarlo en una multiplicidad de artículos. Ningún derecho, salvo el derecho al trabajo, tiene un desarrollo constitucional tan amplio.
Esto tiene muchas explicaciones, pero simplificando arbitrariamente las razones, el gran salto del constituyente del 91’ se dio en clave del voto. La intención, claramente era lograr una sociedad más abierta, con mayor participación de los ciudadanos en la constitución del poder público y la racionalización del ejercicio de la democracia mediante la inclusión del concepto de democracia programática. 22 años después, parece que se cumplieron los cometidos de la Constitución, no lo concluyo con base en el hecho de que tengamos un gobierno de izquierda, ese argumento me parece mezquino con otras formas de pensamiento. Sustento mi afirmación en razón a que han transcurrido sin dificultad alguna, con seguridad institucional y con un alto sentido de legitimidad, cientos de procesos electorales en vigencia de la Constitución.
Pero entonces, ¿por qué el ciudadano de a pie no confía en sus gobernantes que han sido electos por ellos mismos? ¿Por qué el votante de a pie considera que el sistema electoral es un fraude? O inclusive ¿por qué las mismas autoridades electas mediante voto popular, ni siquiera consideran que en Colombia la democracia funcione bien? (Recordemos aquí el caso de la vicepresidenta Francia Márquez en entrevista con la Revista Semana).
Esto me lleva a pensar que indiscutiblemente, las trampas, los dineros ilícitos y en general la prevalencia de los intereses particulares, tienen la capacidad de “hackear” la democracia, llevando a elegir no lo racional, sino por el contrario, lo pasional. Utilizar el adjetivo “racional” comporta un concepto ético y, consecuentemente, indica que todos votamos racionalmente por el deber ser y por lo que le conviene a la colectividad. Sin embargo, transcurrido el periodo electoral, nadie está a gusto con los funcionarios que las mismas mayorías eligieron, esto en mi concepto tiene una sola explicación: “la gente vota con el corazón y no con la razón”.
Mi tesis se soporta en un argumento ampliamente esbozado por el escritor israelí Yuval Noah Harari en su libro 21 lecciones para el siglo XXI. Lo cito: “los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad humana”. Estoy de acuerdo. La única explicación de que el votante tenga esa desilusión inmediata, esa desconfianza permanente y esa suspicacia en el sistema electoral, es la consecuencia de votar con los sentimientos y no con la razón.
La razón no es manipulable, nace del acucioso y honesto ejercicio del individuo de informarse, contrarrestar los hechos y sacar una conclusión soportada en argumentos, todo enmarcado en juicio de lo que está bien. Por el contrario, los sentimientos no tienen como base la honestidad, nacen de la desinformación -tan de moda en la época de la posverdad- y de prejuicios propios, por ello son manipulables.
Hoy en día los políticos se rodean de más asesores de imagen que de personas expertas en políticas públicas, y así mismo, en las universidades proliferan especializaciones en marketing político en desmedro de aquellas encaminadas a conocer e innovar en el campo de la administración pública. Por eso mismo, es más importante acumular influencers que personas con experiencia en la cosa pública e, inclusive, los youtubers y twiteros ocupan los cargos de elección popular… y así nos va. Todo un andamiaje encaminado a manipular el sentimiento del votante y hackear la democracia.
Entonces, ¿es posible curar la democracia colombiana? Primero que todo hay que señalar que no es solo la democracia colombiana, en realidad es un problema de la democracia en sí misma y a nivel global, los ejemplos del Brexit o la fracasada Constituyente Chilena dan crédito de esta afirmación; pero en todo caso, ¡claro que es posible pelear contra el hack a la base democrática! La vacuna es gratuita: vote racionalmente.
Para ello, el primer paso es comprender que, en el caso de las elecciones de octubre de este año, y en las elecciones de gobernador y alcalde, usted vota por un programa de gobierno y no por un sujeto o individuo que parezca honesto, pulcro o estéticamente agradable al ojo. ¿Recuerda usted cuándo fue la última vez que leyó un programa de gobierno antes de votar libre de todo prejuicio? Luego, pregunte al candidato cuál es su programa de gobierno y el cómo lo va a ejecutar.
El segundo paso es no dejarse influenciar de los discursos, sobre todo mire sospechosamente aquellos que señalan que todo va mal, el sentimiento más fácil de generar en el ser humano es el de la desesperanza, sobre todo, porque se basa en el miedo, y el miedo tiene la capacidad de modificar la conducta humana -algo ampliamente explicado por Martha Nussbaum.
Tercero, lo más difícil, pero a la vez lo más importante, decida éticamente, vote por lo que sería bueno para todos y no para usted. La democracia se basa en tres pilares de lo que es bueno para el sistema: la honestidad, la participación y la racionalidad en la utilización de los recursos públicos, el resto, es tema de los influencers.