En pocas semanas se estrenará en las salas de cine ‘Mi gran noche’, la última película del director español Álex de la Iglesia (‘La comunidad’ y ‘El día de la bestia’). La cinta que cuenta con algunos de los actores de comedia más queridos en España y que han trabajado en varias producciones con de la Iglesia como son Santiago Segura (‘Torrente’), Carlos Areces (‘Balada triste de trompeta’) y Enrique Villén (‘La comunidad’), también tiene dentro del reparto al legendario cantante español Raphael.
Es una película frenética y caótica como sus primeras producciones. Cuenta con un elenco numeroso que le permite hilar varias historias en diferentes niveles de narración. Una de las historias centrales es la de José (Pepón Nieto), un hombre desempleado de unos 45 años, de aspecto mediano y robusto, quien recibe una llamada de un productor para que haga de extra (figurante) en una grabación de televisión. En el camino su hermana le ruega que no se demore mucho porque ha salido de viaje y tuvo que dejar a su viuda y anciana madre sola en su apartamento.
José llega al estudio de televisión en el que, durante más de una semana, un grupo de extras, algunos presentadores y un gran equipo técnico está grabando el show musical de celebración del año nuevo (llamado en España: ‘La noche vieja’). José es ubicado en una mesa frente a la tarima, junto a dos bellas mujeres y otros dos extras. Queda flechado por Paloma (Blanca Suárez) y ella también se interesa en él. Pero los demás integrantes de la mesa le advierten a José que no se acerque mucho a ella, porque les ha traído muy mala suerte a los que ya han estado sentados allí.
Uno de los shows principales de la noche es la presentación de un legendario cantante Alphonso (interpretado por Raphael) quien no soporta la idea de que su acto se programe después que la de un nuevo cantante, Adanne (Mario Casas), un hombre joven y atractivo, ídolo de las adolescentes debido a sus músculos, su cabellera rubia y su movimiento de caderas. Pero este no es el único problema de Alphonso. Yuri (Carlos Areces), su hijo y asistente personal, cansado de las humillaciones de su padre, ha planeado asesinarlo en vivo, con la ayuda de un fanático que el cantante había despreciado.
Estas son solo dos de las historias que suceden al interior del estudio; afuera el mundo arde: miles de parados (desempleados) están en huelga y en álgida lucha con la policía antidisturbios, porque les impide ingresar a los estudios de televisión, al que consideran un centro de desinformación y corrupción, y buscan atacarlo.
La película en tono de comedia construye una gran sátira del mundo del entretenimiento, tomando como ejemplo un típico programa de televisión decembrino, formato habitual en varios países. En este tipo de shows los presentadores y extras sonríen y bailan como una gran familia, a pesar de que la mayoría de ellos se acaban de conocer. En este entorno, veloz por la manera en que se hace la televisión, la narración juega con los estereotipos de belleza: el galán bronceado de mirada penetrante, las mujeres rubias y voluptuosas, decorados, música y coreografías que adornan este universo irreal y cosmético; espacio en donde también se exagera el artificio de la alegría y el bienestar: los extras deben sonreír mientras el jefe de piso los insulta a través del megáfono, los presentadores se detestan pero fingen gran empatía frente a la cámara.
La película también hace énfasis en el hecho que mientras esto sucede, mientras el universo irreal, el de la frivolidad televisiva inunda las pantallas; el universo del mundo real se trastorna, los problemas sociales se desbordan y los sujetos, comunes y corrientes, protestan con vehemencia frente a la autoridad, que protege a los corruptos, en este caso al directivo de un programa de televisión.
Sin duda es una película fresca, para reírse un rato, y con una cohesión narrativa mejor hilada que las más recientes películas de Álex de la Iglesia.
Por Rene Alexander Palomino*
rpalomino@unab.edu.co
*Docente del Programa de Artes Audiovisuales de la UNAB.