El 13 de noviembre, a Jhon Villamizar lo levantaron a las 6:30 de la mañana para que entregara la habitación por la que pagó 12 mil pesos. Había soñado entre sábanas con la cama que dejó en Envigado, Antioquia, y por un instante fue feliz recordando el calor del hogar. No se quería despertar y menos levantar –no siempre alcanza para pagar por una habitación-, pero doce horas pasaron y marcaron el límite de tiempo en la residencia.

Además, era domingo, y se iba a encontrar con sus amigos de ‘¿Ya desayunó?’. Esa misma pregunta le hizo cuatro meses atrás Juan José Santamaría Novoa, junto a su grupo de amigos, cuando se encontraron en la avenida Quebradaseca, y le ofrecieron un plato de comida.

Alrededor de 70 habitantes de calle empezaron ese día con un tamal. Desde entonces, cada ocho días, profesionales y estudiantes universitarios se suman a la causa para brindar el alimento a drogadictos, desplazados, recicladores y habitantes de la zona que todos los domingos llegan a la carrera 14 con calle 28 –a veces 29 por exigencia de la Policía- desde las 7:00 a.m. para formarse en la fila y recibir la primera comida del día. Para algunos a veces es la única.

La pregunta se consolidó como el nombre que representa al movimiento de jóvenes que quiere con el tamal como puente, “llegarle a esta población, para crear un vínculo con el fin de que no se sientan discriminados ni tan alejados de la sociedad, que vean que hay personas que aun los tienen en cuenta”, manifestó Randolf Ramírez Angarita, uno de los promotores de la iniciativa.

Hoy, más de 40 voluntarios gestionan donaciones, venden manillas (a 2.000 pesos), gorras (15.000 pesos) o camisas (25.000 pesos) para recaudar durante la semana los 400 mil pesos que se requieren para que cada fin de semana cerca de 200 personas reciban su tamal acompañado de pan y gaseosa. Durante la actividad estudiantes de medicina de la Universidad de Santander, Udes, apoyan con asistencia básica de curación de heridas.

Mas allá del desayuno, Santamaría asegura que “la verdadera actividad se lleva a cabo después de la entrega del tamal. Es cuando uno empieza a hablar con ellos que humaniza y dignifica la condición del habitante de calle, que es nuestra misión”.

Para Andrea Barrera Navas, otra de las colaboradoras, a la acción principal –dignificar- se le suma escuchar sus historias de vida. “Nuestra idea es, en la medida de nuestro alcance, cumplir algunos, sobre todo de los niños, que son los más vulnerables en ese medio rodeado por la droga y la prostitución”, señaló.

Hay un niño, “Robertico” lo llama Barrera, que quiere entrar a una academia de fútbol. Estudia en el Instituto Tecnológico Salesiano Eloy Valenzuela, su mamá recoge y vende cosas usadas. Ya se le consiguió un cupo en una de la ciudad –la cual piden no nombrar hasta que el sueño se cumpla-, y ahora, están reuniendo para comprar los zapatos y el uniforme que necesita.

Otra aspiración es la de Jhon Freddy Quevedo, él y su familia hacen parte de las 35.889 personas que salieron desplazadas de San José del Guaviare, Guaviare, según datos de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

“Es muy difícil conseguir trabajo a una persona que es desplazada y no conocemos, por eso tampoco la podemos recomendar. Aunque nuestra idea es ayudarles, no queremos mal acostumbrar a las personas. Por eso estamos evaluando la constancia, aunque queramos decidimos no ceder a todos los deseos y estamos trabajando con mucha cautela”, especifica Barrera.

Jhon Freddy quiere ser vigilante, mientras tanto, se las arregla vendiendo lapiceros. Es por esa razón, que integrantes de ‘¿Ya desayunó?’ comenzaron a ver la posibilidad de gestionar su asistencia a una escuela de vigilantes.

A pesar de las afectaciones que les ha causado la droga a muchos de los habitantes de calle que esta iniciativa atiende, el trabajo de los voluntarios ha sido mostrarles que aun hay vida en ellos, que aun tienen mucho por hacer.

Según Santamaría, “hay varios que han empezado a volver a casa o a pedirnos la ayuda de la rehabilitación, nosotros prestamos esa ayuda, no como ¿Ya desayunó? porque no tenemos la experiencia pero sí tenemos alianzas con fundaciones que tienen esa función. Esperamos que este mes dos personas empiecen el proceso. Le estamos cambiando la vida a ellos, no estamos cambiando al mundo pero sí el de ellos y el de nosotros”.

Comer y hablar, actos innatos del ser social
Jhon Villamizar tiene muchos amigos, “todo el que me salude”, dice. Aunque ha tenido encuentros violentos con ellos, cuenta que “cuando no tienen que comer y uno está comiendo se acercan y dicen “venga, venga”, al final siempre nos volvemos a hablar. Toca compartir y sobretodo evitar enemigos que puedan significar la muerte”.

Pero en la muerte no se piensa mientras uno desayuna. El momento de la comida es clave de reconciliación para Jhon y sus amigos. Comen juntos porque comer solos, como narra el bloguero Mario Miranda en El anti-poema de la comida, aunque es una práctica cada vez más común por los ritmos que la vida laboral impone, no es recomendable. “Más allá de la necesidad imperiosa de saciar el hambre comer es un acto íntimo de sociedad, de encuentro, que requiere aceptar ver al otro comer frente a ti”.

Brindar comida es el acto noble que ‘¿Ya desayunó?’ realiza con el pretexto de satisfacer la urgencia de una necesidad, a la vez que da una cura para esos hombres, mujeres, ancianos y niños que encuentran la posibilidad de ser escuchados.

“Muchos de ellos ya no tienen familia, ya no comparten un alimento con nadie, ellos lo dicen, el domingo es su día favorito y es porque compartimos en familia. Para algunos de pronto es insignificante porque van solo por la comida, pero hay varios que van para satisfacer otra necesidad, sentirse acompañados”, expuso Andrea Barrera.

Personalmente, describe Barrera, ese es mi mejor momento de la semana. “Yo me siento a almorzar y a compartir con mi familia, pero con ellos es diferente porque la gratitud y el cariño que te muestran es infinito”.

Entre amigos y rivales desayunan jóvenes, hablan ancianos y juegan niños, algunos comentan sus molestias de salud o piden ropa, otros cuentan sus historias, y así de siete a diez de la mañana, se materializa la misión del movimiento social ‘¿Ya desayunó?’.

“Ellos se sientan y les gusta que uno se siente a comer con ellos, en ocasiones, hasta dejan de comer por hablar con uno, e incluso le ofrecen a uno de lo que están comiendo. Ellos creen que les estamos haciendo un favor porque nos tomamos el tiempo de ir allá, la realidad es que estamos llenándonos más nosotros. Es nuestro momento de escape, y el de ellos también”, agregó Barrera Navas.

Por Roxana Silva Quevedo
ksilva415@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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