Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, hasta el 2016 existían más de 2 millones 600 mil personas con discapacidad, es decir, el 6,3% de la población total del país. De esta cifra, 450.000 (el 1,1%) tienen limitación auditiva. Adriana Blanco Orduz es una de ellas. Tiene 32 años y es no oyente de nacimiento.
En Colombia existen leyes que velan por el bienestar de las personas que viven con este y otros tipos de discapacidades. Por ejemplo, el artículo 55 de la Ley 361 de 1997, en el título IV, promulga que “en todo complejo vial y/o medio de transporte masivo, incluidos los puentes peatonales, túneles o estaciones que se construyan en el territorio nacional, se deberá facilitar la circulación de estas personas”. También aplica para quienes tienen limitaciones que les hagan requerir atención especial, entonces, las personas no oyentes deben verse beneficiadas por lo anteriormente promulgado.
En 2013, se promulgó la Ley 1618 y el punto dos del artículo 15, asevera que “la señalización de los (…) medios de transporte masivo y espacios públicos, deberán contar con el uso de símbolos adecuados en el marco del diseño universal”, y que se deben adaptar mensajes auditivos y visuales en aeropuertos, terminales de transporte y medios de transporte masivo.
Según Blanco Orduz, movilizarse en Metrolínea o en buses convencionales es fácil. Lo que más le incomoda es que “siempre hay mucha gente”. No obstante, reclama mejores condiciones en los sistemas de transporte, así como lo estipula la legislación nacional.
¿Cómo se desenvuelve una persona con esta condición? ¿Es fácil o difícil lograr que los oyentes que no saben lengua de señas les entiendan? Periódico 15 se dio a la tarea de acompañar a Blanco Orduz en sus actividades diarias y esto fue lo encontrado.

En el empleo
Adriana Blanco Orduz vive en el conjunto Paragüitas Real, en Floridablanca, junto a sus padres, Helena Orduz y Alberto Blanco, su hermana Ximena y sus sobrinos Saray y Sebastián. Labora de lunes a jueves en el Gran Fruver, ubicado en la Calle 6, frente al parque principal del municipio, lugar al que llega a pie. Sale de su casa, faltando diez para las 7 de la mañana, regresa a la 1 de la tarde para almorzar y de nuevo regresar a su trabajo. Allí labora hasta las 8 de la noche. De camino va siempre atenta a su alrededor, observa el entorno, incluso, se da cuenta del saludo que le lanza una mujer que la conoce.
Su trabajo consiste en empacar los productos que compran los clientes. Pero no se detiene en eso. Mientras el local está vacío, realiza “oficios varios”, que sus colegas le asignan como desgranar arveja, organizar las frutas o recoger aquello que esté caído, pero lo que es seguro es que no se queda quieta.
Ella misma consiguió el trabajo en este lugar. Su mamá afirma que “es independiente, cuando va a San Luis (barrio de Bucaramanga ubicado abajo de Diamante II), camina desde la casa”.
Blanco Orduz no es la única persona con limitación auditiva en el almacén, también lo es Alexandra González que al igual que ella ayuda a empacar productos y a realizar distintas labores. Ambas afirman que el ambiente de trabajo es positivo, y a ninguna se le hace difícil desenvolverse.
A veces, cuando no hay ningún cliente en el lugar, se detiene a hablar con sus compañeras del lugar, pues, a pesar de que no todas hablan LSC, gesticulan y tratan de hacerse entender en las conversaciones. Yauri Peña, cajera, dice que “los clientes se la llevan muy bien con ella, la conocen y nunca se ha presentado ningún problema”.

Para Blanco Orduz, comunicarse con los compradores es fácil, sabe leer los labios y si alguien no la entiende, escribe las cosas en un papel, método similar al que usa para ir de compras. Menciona que si, por ejemplo, quiere pedir algo en un restaurante o tienda, señala aquello que quiere comprar o lleva anotados los productos que desea adquirir. Si va a comprar ropa, y quiere un pantalón de mezclilla, se señala el que lleva puesto, para dar a entender que busca este tipo de prenda.
En definitiva, no en todos los casos se implementan las leyes existentes respecto a las personas con discapacidad, especialmente con discapacidad auditiva. Aunque eso no impide que puedan realizar trabajos que impliquen interacción humana. Tampoco impide que hagan aquello que las personas oyentes hacen cotidianamente. Si bien existen otros puntos de estas leyes que se llevan a cabo, falta que se hagan cumplir parte de ellas, so pena de que haya una sanción por parte del Estado.
Por María Alejandra Arciniegas
marciniegas264@unab.edu.co