Hace 23 años, en el Hospital del Centro de Ecopetrol de Barrancabermeja, Alfonso García Rincón fue diagnosticado diabético tipo II. Tenía 42 años de edad y poco conocimiento de que a partir de
ese momento su vida daría un giro de 180 grados.

Por esa época trabajaba en Ecopetrol, y compartía su rutina con su esposa, Doris Alba, y su hija, Nydia Lucía, quienes fueron su apoyo para llevar la enfermedad en esos primeros años.

La médico general Amparo Sánchez Leal explica que la diabetes tipo II “es una infección que afecta la manera en la que el cuerpo procesa el azúcar en la sangre”. Esta enfermedad se presenta ya sea porque el cuerpo del paciente no produce la suficiente insulina o porque es resistente a esta. “Hay casos en que las personas presentan síntomas como fatiga, visión borrosa, sed, ganas de orinar, como también no presentan ninguno de los anteriores”, dice. Según el Observatorio Nacional de Diabetes, de Colombia, actualmente existen cerca de dos millones de personas diagnosticadas con diabetes, entre los 20 y los 79 años de edad.

Cambios y nuevas direcciones
Tres años después del diagnóstico, García se pensionó de Ecopetrol y se mudó con su familia a Bucaramanga. Dice que fue una decisión difícil, pero que superó fácilmente porque fue papá por segunda vez.
Ya en Bucaramanga, su Médico General Asignado por Ecopetrol (Mega) le recetó Meformina para regular los picos de azúcar que estaba manejando. El panorama de su tratamiento se comenzaba a complicar.

“La Meformina es el primer medicamento que se receta para tratar la diabetes mellitus, debido a que ayuda a mejorar la sensibilidad de los tejidos del cuerpo a la insulina”, dice Sánchez Leal. Este medicamento sirve para tratar la resistencia a la insulina, con el fin de que el cuerpo la utilice de forma más efectiva. “Si la Meformina y los cambios en el estilo de vida del paciente no controlan los valores de azúcar en sangre, se agregan otros medicamentos, orales o inyectables (entre estos la insulina)”, afirma.

Detrás de la insulina
Cuando tenía 53 años (en 2007), García pasó de ser diabético tipo II a ser una persona insulinodependiente. A partir de ahí, la forma de ver la diabetes cambió para toda la familia.

«De lunes a domingo, cada noche, me dispongo para mi cita con mi fiel amiga, la insulina» agrega García, mientras se aplica su dosis. / FOTO LUCÍA GARCÍA SÁNCHEZ

En Santander, según el informe “Estadísticas vitales de nacimientos y defunciones”, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), durante 2017 se presentaron 10.439 muertes por enfermedad,
de las cuales 435 fueron causadas por diabetes mellitus (el 4,1 %).

Para él, su vida comenzó a girar en torno a la insulina y la forma en que debía usar el bolígrafo –nombre que recibe el dispositivo para inyectar–. De ahora en adelante empezaría un camino en el que todos los días, sin falta, debería aplicarse la inyección. “Inicié inyectándome en el brazo, el ombligo y el muslo, de 20 a 25 unidades por mililitro,
dos veces al día. Había momentos críticos en los que me tocaba aplicarme de 40 a 50 unidades diarias por mililitro”, afirma.

El tema no ha sido solo suyo. Toda la familia ha aprendido a
convivir con la enfermedad. Para controlar su cuidado, le hicieron una caja de medicamentos con cada una de las pastillas que debe tomar, especificándole las horas en que debe ingerirlas. Además, se suma el hecho de que para reclamar la droga en el dispensario, y para cada salida de la casa por más de un día, deben llevar una cava con hielo para conservar la insulina. De ahí en adelante esa cava en el equipaje, ha sido más importante para que muchas otras cosas.

Alfonso y Doris Alba llevan 29 años de casados. Un matrimonio que se ha fortalecido y mantenido gracias a la unión, comunicación y comprensión que se tienen el uno con el otro para poder sobrellevar lo que se les presenta en el camino. / FOTO LUCÍA GARCÍA SÁNCHEZ

“Me enfoqué en cuanto a la alimentación. Intentaba hacerle cada día la dieta que le recomendaban, pero él prefería comer por fuera”, expresa Doris Alba, que luchaba constantemente con él, porque le dejaba los almuerzos servidos, y en vez de comer verdura con proteína y buenos carbohidratos, se iba a la tienda a comer bocadillo con queso, chocolates y paquetes, entre otras cosas.

Las personas que padecen diabetes tipo II, expresa la médico Amparo Sánchez, “deben consumir alimentos sin azúcar, es decir, no gaseosas, no licor. También se debe evitar la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos como el pan, las pastas, los productos de panadería”.

Actualmente, usa dos tipos de insulina, la Lantus, “que es una insulina a largo plazo. Me la pongo en la noche y mientras duermo me hace efecto”, dice; y la Apidra, “es decir, puedo presentar un pico de insulina de 400 miligramos por decilitro a 500 miligramos por decilitro, y con ponerme 10 unidades por mililitro, a los 15 minutos se me normaliza”.

Los parámetros del nivel de azúcar que una persona debe presentar, tienen que ser menores a 110 miligramos por decilitro de glucosa en ayunas. “Hay otro examen que se puede realizar, que tiene por nombre Prueba de tolerancia a la glucosa oral, que diagnostica diabetes cuando hay cifras superiores a 200 miligramos por decilitro, dos horas después de haber tomado una bebida de carga de glucosa”, explica Sánchez Leal.

Percepciones diferentes de una misma realidad
Hay varios momentos difíciles que Alfonso ha vivido con su enfermedad. En 2016, presentó una enfermedad llamada Pie diabético (proliferación de pequeñas ulceraciones en la planta del pie), la cual le ocasionó una infección sanguínea, y como también sufría de cirrosis hepática (cuando joven tuvo hepatitis B), su presión abdominal aumentó y obstruyó su respiración. Su cuerpo no resistió y presentó paro respiratorio. Pasó cuatro meses en estado vegetativo.

A parte de ser el héroe de su familia, Alfonso es sinónimo de admiración y resiliencia. Es un hombre que ha pasado por momentos difíciles, como la insuficiencia renal producto de su diabetes, la cual lo obliga a hacerse diálisis tres veces por semana, y aun así sigue con vitalidad para contar su experiencia. Vivir de la mano su proceso como persona insulinodependiente, viendo de cerca las consecuencias que la diabetes le ha traído, su familia se ha hecho más fuerte, como aseguran.

“Así siente cabeza y reaccione, debe entender que la resignación es su única respuesta, porque el daño ya está hecho y el que uno tome conciencia, buscando equilibrar su vida, no ayudará en gran cosa. Eso tuvo que haberse pensado y realizado recién a usted le diagnostican esta enfermedad”, explica García, mirando cada una de las marcas que hay en su cuerpo a raíz de la diabetes, sintiéndose una persona desechada y amargada.

Por Lucía García Sánchez

lgarcia73@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga