Un hombre camina y observa la ciudad que lo ha visto crecer. Una ciudad que parece la misma que dejó antes de pasar algunos años en Europa, pero que ahora no lo reconoce. Una ciudad llamada San Juan y un hombre que la escribe en sus historias una y otra vez; quizá, con el deseo de entender sus calles, sus librerías, sus parques y sus habitantes. Un escritor que habita una ciudad en la que parece incapaz de vivir, pero que no puede abandonar. Un solitario e ignoto escritor que un día, en medio de la desesperanza encuentra mensajes que un personaje anónimo le ha dejado; y entonces.

Estos son algunos de los hechos que podemos encontrar en la novela Simone del puertorriqueño Eduardo Lalo. Una obra con una prosa deslumbrante y muy poética, capaz de dejarnos absortos. En ella encontramos una escritura que sabe salirse del lugar común y crear una historia de amor (o desamor) hecha con retazos de frases de libros, cavilaciones personales, letreros que cuelgan por toda la ciudad, recuerdos y olvidos.

Lalo construye  un  narrador que va por las calles de San Juan en busca de respuestas que le permitan comprender su relación con la ciudad. El narrador es un escritor, del que nunca sabemos su nombre, que siempre nos dirige la palabra para contarnos un secreto, para mostrarnos algo que ha leído o para presentarnos sus reflexiones sobre la escritura, los escritores y los libros. Secretos y reflexiones que presentan un tono melancólico y desesperanzador.

Sin embargo, para él, todo se transforma en ansiedad e ilusión cuando empieza a encontrar mensajes que un “seguidor” anónimo le escribe en el suelo de las calles, le deja en papeles coloridos o le envía por el correo electrónico. Entonces  asistimos a un juego de mensajes en que el misterio y la intriga se transforman en la energía necesaria para volver a tener esperanza. El escritor se siente perseguido, pero esta persecución despierta en él un interés inhóspito y desconcertante. Deambula por las calles de la ciudad, mientras intenta descubrir en los rostros de cientos de transeúntes la mirada insinuante de quien lo espía.

No  obstante,  la  solución  no le llegará a través de las miradas. Con el deseo de aislarse del ruido y del caos de la ciudad, el escritor decide, como en varias veces ocasiones, comer en un restaurante chino. Allí aparece Li Chao, una joven e inmigrante china que trabaja en el restaurante y, además, estudia literatura en la universidad. Es ella, una extranjera que vive entre la invisibilidad y la soledad, quien escribía los mensajes que han sacado al escritor de la monotonía. Es ella, la mujer que le hace pensar que no todo tiempo pasado fue mejor y que siempre nos llega una segunda oportunidad para cambiar el sino trágico. En el transcurso de la lectura entendemos que no siempre al final del túnel se observa una luz.

Con   esta   novela,   Eduardo Lalo ganó en el 2013 el Premio Internacional  de  Novela  Rómulo Gallegos. Los jurados, entre ellos  Ricardo  Piglia,  destacaron su escritura como una “gama de poéticas y de formas narrativas variadísimas”. Sin duda, la novela de Lalo es un juego en que la técnica narrativa sobresale sin que la historia pierda la calidad de las grandes ficciones.

La obra demuestra la maestría de un escritor que sabe contar historias, nuestras historias. En Simone las palabras nos cuentan la ciudad que el protagonista jamás  dejará  de  caminar,  a  pesar del caos y la indiferencia humana. Una ciudad tan parecida en sus virtudes y defectos a la nuestra que fácilmente podemos comprender el sufrimiento y el temor de Li Chao.

*Docente de Literatura y Comunicación social de la UNAB.

Por Julián Mauricio Pérez G.

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Universidad Autónoma de Bucaramanga