Por: Lizeth Johanna Delgado Gutiérrez / ldelgado67@unab.edu.co
Antes de cada partido, Fabián Ricardo Duarte Martínez prepara su uniforme, su guayo izquierdo, sus muletas y su infaltable brazalete de capitán.
El fútbol se disfruta de la misma manera en una cancha de tierra, de césped o de cemento, no importa que los jugadores tengan 5, 10, 15, 20 o 50 años. Una vez suena el silbato inicial y los deportistas empiezan a correr, sin importar cómo, el objetivo es uno solo, que salga del alma el grito sagrado que pone a latir más fuerte el corazón: ¡Gol!
Esta historia inicia en Zapatoca, Santander, tierra que vio nacer -hace 31 años- a un grande del deporte más famoso del mundo, el fútbol. A los 17 años, Fabián Duarte migró a Bucaramanga en busca de una oferta laboral. Encontró empleo en una empresa intermunicipal de transporte de pasajeros, él era el maletero y acompañante de los conductores. Así, Duarte conseguía dinero para sus gastos, y de paso ayudaba económicamente a su familia. Todo marchaba en orden, pero el 29 de enero de 2009 un accidente cambió su vida.
En la ruta de Bucaramanga a Málaga, un pasajero pidió una parada. Él se bajó a cumplir con su trabajo de maletero, le entregó el equipaje al pasajero y cerró la tapa de la bodega del bus. “Yo empecé a cerrar la tapa de la bodega y la llave se quedó trabada”, recuerda. Mientras esto ocurría, el conductor estaba distraído hablando con un vendedor ambulante y apenas oyó que se cerró la puerta pisó el acelerador, olvidándose de Fabián. El recuerdo es amargo: “yo pego la carrera a subirme al bus, que no iba muy rápido, pero iba algo en movimiento y a lo que intento ingresar, ahí se me resbala el pie, me intento tener, pero no logro coger la puerta y me caigo”.
La angustia, el temor y la preocupación invadió la mente de Fabián en ese instante. Él no entendía lo que estaba sucediendo. No obstante, ahora, 13 años después, comprende que en ese accidente no hubo responsables directos. No hubo comunicación en ese momento entre Fabián y el conductor, según continúa narrando: “el vendedor le dijo al conductor que detuviera el bus y en ese momento la llanta iba pasando por la pierna. Fue una frenada en seco y como era carretera destapada la pierna quedó bastante destruida. Tocó darle tantico al bus en reversa para poder liberarla”.
En medio de la carretera se escuchaban gritos y llantos. La gente no sabía cómo ayudarlo, la vía era poco transitada y la única solución que encontraron fue subir a Fabián al bus y regresar a Bucaramanga. En el camino se encontraron con una ambulancia, trasladaron a Fabián y lo llevaron de inmediato al hospital, como él mismo lo cuenta: “yo llegué y ya no sentía la pierna. Incluso me inyectaban y no sentía nada. Desde ese momento empecé a ver la gente como que se iba alejando y alejando, y me quedé dormido”.

Fabián Duarte había perdido el conocimiento. Su cuerpo estaba débil a causa de la sangre perdida, por lo que fue remitido a la sala de cirugía. Los huesos de su pierna estaban comprometidos, la única solución era amputar. La recuperación fue difícil, fueron más de cinco meses en terapia. Duarte regresó a Zapatoca, su pueblo natal, albergue de poco más de 9 mil habitantes, y allí, en este pequeño pueblo, él era el centro de atención.
“Los golpes más duros para mí fueron pasar de la ciudad al pueblo, porque como es un pueblo y es poco común que sucedan estos casos, pues usted era como el centro de atención. Después viene el proceso del miembro fantasma, uno siente la pierna no estando, pero usted la siente”, rememora de aquella época.
Fabián empezó a sentirse mejor, dentro de lo que cabe. Mientras, sus ganas de trabajar y colaborarle a su familia seguían intactas. El joven continuó vinculado con los buses, trabajaba como podía, lavaba carros, pintaba llantas y así se ganaba el cariño y aprecio de la gente que lo conocía.
Sabía que su vida no sería la misma, pero tampoco imaginaba que vendrían cosas mejores. A pesar del accidente, los deportes no eran ajenos a su cotidianidad; había miedo y limitaciones físicas, pero nunca mentales, “yo jugaba voleibol, amo el voleibol, me gusta mucho”.
Un viaje a Barranquilla lo cambió todo, descubrió que otros muchachos, de su misma condición, estaban jugando fútbol, con facilidad y muy bien. Nostálgico recuerda: “era el primer deporte que yo veía de cerca, y que podía compartir con personas de mi condición. Fue algo que me hizo sentir que se podía superar aquella adversidad, encontrar algo que me motivara, dándome cuenta de que no hay límites”. Duarte pensó que nunca volvería a correr, pero en el momento que vio correr a esos muchachos, tuvo una descarga de emociones encontradas.
Fabián no concebía lo que estaba viendo, hombres con muletas estaban jugando al fútbol, y él deseó hacer lo mismo. El proceso era difícil, pero confió en que lo lograría: “recuerdo que me dijeron, el primer obstáculo que usted tiene es el miedo a caerse, a soltarse, ya una vez lo haga, usted va a sentir que ya nada lo detiene y va para adelante”. Quienes le enseñaron fueron sus principales motivadores, lo alentaban y él, muy obediente, respondía con buenos resultados.
En 2012, Fabián inició su carrera deportiva en el club Todos Somos Colombia de Barranquilla. Un año después regresó a Bucaramanga para estar más cerca de su familia. Con ayuda de amigos y patrocinadores, Fabián logró ser cofundador de un club de fútbol de amputados en Piedecuesta: Guerreros de Santander.
La vida le estaba sonriendo, en 2014 le hicieron el llamado que todo futbolista anhela, haría parte de la Selección Colombia de Amputados que participaría en el Mundial de México. Este encuentro mundialista sirvió de base para que se creara la Asociación Colombiana de Fútbol de Amputados, Asocolfa.
Fabián siguió recibiendo buenas noticias: “gracias a Dios se logró eso y para 2018 era la primera vez que se presentaba como Selección absoluta, eso ya fue un proceso dónde se les brindó mucha oportunidad a las personas amputadas a nivel nacional y en esa oportunidad yo también tuve chance de ir nuevamente a representar el país”.
Más de seis años de carrera deportiva, cientos de partidos y la admiración de miles hacen que Fabián represente con orgullo a Santander. Cuando se llevó a cabo la primera Liga de Fútbol de Amputados en el país, Duarte logró ser el primer campeón de Colombia con el equipo que fundó en Piedecuesta.
Desde 2014 el número que lleva en su espalda es el 4. En el campo de fútbol, Fabián juega como defensa, es su posición natural. Disfruta estar haciendo lo que más ama, defender los colores de la Selección Colombia o de cualquier equipo en el que juegue, sea profesional o aficionado.