A finales de la década de los 60, los habitantes de las primeras casas que dieron origen al barrio Bosque Alto, en San Vicente de Chucurí, no tenían agua potable. La indiferencia estatal motivó a que la comunidad asumiera la tarea de abrir paso a la red de distribución con pica, pala y taladro, a través de árboles y piedras.
La bocatoma se construyó en la microcuenca ‘El Borbos’, que hoy provee agua a 108 familias. Todas temen que esta obra llegue a su fin, pues dicho acueducto no cumple con las especificaciones del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Entre los requerimentos está garantizar la bioseguridad del agua, planta de tratamiento y manual de funciones para los encargados del mantenimiento del acueducto. Los dos primeros han sido la piedra en el zapato.
Por su parte, la alcaldía les ha pedido entreguen la administración del conducto a la APC Manantiales de Chucurí, que actualmente abastece al 93% de la población, bajo el argumento que el agua que es de consumo humano está contaminada. Además, la oferta no supone la compra del acueducto, tampoco habría una remuneración de los años y dineros invertidos por las diferentes generaciones.
Periódico 15 visitó la comunidad de Bosque Alto. Esto fue lo que contaron sobre la situación que viven en dicha zona.
Así llegó el agua

Entre 1968, fecha de inicio de la obra, y 1971, cuando finalizó, hubo nueve alcaldes en San Vicente de Chucurí. Ninguno vio posible la realización del proyecto y menos ofreció un mecanismo que permitiera la distribución de agua en la urbanización. La razón de la negativa, era que la inclinación de la montaña no permitía que el municipio garantizara directamente la prestación del servicio en el sector. No obstante, el agua subió la loma sin necesidad de motobomba.
“Aquí no tuvieron apoyo entonces del ente territorial. Fueron recursos propios de la comunidad, gestionando con jornales, materiales para poder tener ese servicio y que se fuera garantizando en el tiempo ese desarrollo social”, asegura Óscar Gonzalo Vásquez Celis, representante legal del acueducto desde marzo de 2018, delegado por la asamblea.
Han pasado 50 años desde los primeros picazos y la Asociación de Usuarios del Acueducto Bosque Alto (Asoabal), bajo la dirección de Vásquez Celis, intenta reponerse al estancamiento de las administraciones anteriores. El reto es poner todo en regla y cumplir con la normatividad que exige la ley para mantener así la independencia del acueducto que beneficia hoy a 1.750 personas.
Manos a la obra
La gestión para resolver la falta de agua en Bosque Alto inició con la aparición de ingenieros de Impes Tolima quienes vendieron la idea a los habitantes de tener el servicio de agua de manera independiente. El estudio topográfico de la microcuenca ‘El Borbos’, de los tanques de almacenamiento y la red de distribución lo realizaron los hombres de dicha empresa, con el fin de que el proyecto tuviera viabilidad a futuro. La dirección por parte de los profesionales y demás servicios ofrecidos se pagaron con dineros recaudados por la gente del barrio.

“Comimos barro para poder construir el acueducto. Los ingenieros esos que eran de Bogotá nos ayudaron, más el trabajo de todos los jornales”, cuenta Gustavo Jaimes, de 80 años, que mientras señala una gran casa blanca agrega: “En este lugar hacíamos los bazares para recoger la plata para el acueducto”.
Su testimonio lo complementa Juan Rincón, de 70 años, quien trabajó como jornalero en aquella época. Su mano de obra la pagaba el padre Floresmiro López Jiménez entonces director del colegio La Presentación, hoy llamado colegio Nuestra Señora de la Paz.
“La parroquia me pagaba a mi, pero el beneficio del trabajo era para el colegio, para que le dejaran el servicio de agua. Ayudé a tender tubería, le daba con un taladro y una porra a las piedras para estallarlas, fundí el primer tanque; habían dos cuadrillas echando concreto, unos por un lado y por el otro”, cuenta Rincón.
Así como él, abuelos y padres de algunos de los actuales habitantes de Bosque Alto dieron picazos “abriendo chamba”, para la tubería que recorre 1.250 metros desde la bocatoma en la microcuenca hasta los tanques de almacenamiento, ubicados en un lote de 15 metros por siete que compró la comunidad.
De esos primeros hombres con memorias del momento de la construcción de la red quedan pocos, unos se han ido del lugar, otros han fallecido.

voluntaria./FOTO MARÍA FERNANDA PALENCIA.
Los ingenieros, en su última visita, recomendaron ceñirse al Una comunidad de chucureños tiene en contra el tiempo y la falta de recursos para demostrar que dicha obra, construida hace 50 años por sus antepasados y sin ayuda estatal, es autosostenible. cambio de la normatividad. Vásquez Celis contó a Periódico 15 que estuvo indagando sobre la empresa Impes Tolima y parece que ya no existe, pero le agradece el haber contribuido con ese legado.
Llevar la batuta
Óscar Gonzalo Vásquez Celis, el representante legal de Asoabal, es tecnólogo ambiental egresado del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), de Medellín. Cuando no está revisando la bocatoma o los tanques de almacenamiento, trabaja en el campo.
Hoy día asegura estar preocupado porque el tiempo corre y debe resolver unos requerimientos para defender la autonomía de la administración comunitaria del acueducto. Junto a Guillermo Delgado, de 69 años, el fontanero designado, recorren las veces que sean necesarias los 400 metros de distancia que hay entre el barrio Villas del 2000 y la bocatoma de ‘El Borbos’, para verificar el funcionamiento de la red de agua potable del barrio Bosque Alto.
Durante su administración, que inició este año, Vásquez Celis ha logrado poner algunos papeles en regla: Cámara de Comercio, requisitos de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian), el estudio topográfico del terreno donde debe funcionar la planta de tratamiento del agua y el diagnóstico de los usuarios.
También se han realizado estudios por parte de la Secretaría de Salud Departamental y análisis fisicoquímicos y microbiológicos de la corriente hídrica que han evidenciado que el agua del aforamiento ‘El Borbos’ es favorable para el consumo humano, aunque no cuentan con planta de tratamiento.

Sin embargo, está pendiente la resolución del estudio tarifario para el cobro del servicio del agua bajo los precios que establece la ley. Al respecto, Óscar explica cómo ha planeado esa transición: “Agregar a los recibos cuotas moderadas para que cada usuario pueda pagar el contador de su casa”. Pero, como asegura, son detalles mínimos. Lo primordial es cumplir con los lineamientos establecidos por el Ministerio de Ambiente para poder apelar, por medio de una acción popular, a la compra de la planta de potabilización del agua con los recursos que debe destinar el municipio a ese tipo de proyectos.
Vásquez tiene planeadas varias acciones en la búsqueda de obedecer las directrices del Ministerio. “Uno de los proyectos piloto que tengo es cercar el lugar donde se encuentra la bocatoma con el fin de minimizar el riesgo de que los visitantes puedan acceder y así darle bioseguridad al agua”, comenta.
Añade que es fundamental recuperar tres metros de terreno que pertenecen al sector de los tanques de almacenamiento y hacer un aislamiento interno con malla de seguridad. El problema es que más allá de las buenas intenciones, lo que falta son recursos económicos o “unos bulticos de cemento”, como él dice.
¿Y la plata?
Desde sus inicios el acueducto ha sido administrado por una junta directiva integrada por residentes de Bosque Alto, quienes trabajaban de manera voluntaria y adquirían el derecho a recibir de manera gratuita el servicio. Esa situación, sumada al hecho de que algunos usuarios no pagan el recibo del agua, ha significado un déficit fiscal para el mantenimiento y mejoras de esta obra comunitaria. Sin embargo, esa ‘remuneración’ que solían recibir los directivos de la junta se ha abolido de los estatutos.
Efraín Plata Gómez, uno de los residentes del barrio desde hace 39 años, dice que los nuevos encargados de Asoabal han hecho un buen trabajo: “Nosotros preferimos toda la vida que el agua siguiera siendo del barrio así nos tocara que pagar un poquito más, porque uno tiene que reconocer que mantener el acueducto tiene gastos, hay que aportar y hay que pagar el agua”.
El sistema tarifario que ha manejado el acueducto comunitario está divido en tres etapas: casas de estrato uno pagan 8.500 pesos; estrato dos, 10 mil pesos, y lo que ellos clasifican como ‘empresas’, el valor no supera los 200.000 mil pesos, dependiendo de la pulgada diametral de la tubería.
Como expresó Plata, esto es “¡Baratísimo! Cuando llegue el estudio tarifario, esa situación será sopesada”.

¿Qué pasará con el acueducto?
Durante tres días de abril, el técnico operativo de la oficina de planeación de la administración municipal, Óscar Navarro Guarín, entregó a la comunidad implicada una carta que disgustó a más de un chucureño. En dicho escrito se informaba que el agua de Asoabal no era apta para consumo humano.
Al respecto, Navarro Guarín comentó: “Mi función es cumplir lo que me mandan. Sin embargo, como la gente reaccionó mal con el informe, regresé, entregué eso a la alcaldía y les dije que no iba a repartir más eso. Incluso, donde mi hermano toman de esa agua”.
El director de la APC Manantiales de Chucurí, Amauri Gutiérrez, explicó a esta redacción por qué la alcaldía actuó de esa manera: “Lo que pasa es que la Procuraduría General de la Nación se alertó con el índice de riesgo del agua de Bosque Alto y le mandó un comunicado al alcalde. Entonces, este debe atender el problema”.
La cuestión se remonta a las administraciones anteriores de Asoabal y ahora todo debe resolverse en el menor tiempo posible, antes que intervenga la Superintendencia de Servicios Públicos.
Los testimonios de la comunidad coinciden en que la alcaldía quiere evitar líos jurídicos y por eso propone como opción que la APC administre el agua de la microcuenca, pero los habitantes de Bosque Alto no quieren que eso suceda “Hemos tenido problemas por los derrumbes que nos dañan la tubería, pero del resto no. Para mí es importante que esto siga siendo del barrio porque aquí no se ha muerto nadie por el tema del agua. Se han muerto por ahí por culpa del guarapo”, dice con seguridad Gustavo Jaimes, un hombre de avanzada edad que lleva toda la vida viviendo en el sector.
A la Asociación de Usuarios del Acueducto Bosque Alto y en especial a Óscar Gonzalo Vásquez Celis, su representante, les queda poco tiempo y recursos para demostrar que el acueducto es autosostenible y seguir “construyendo país”, como el tecnólogo chucureño asegura que hace mientras lucha contra la corriente.
Por María Fernanda Palencia
mpalencia336@unab.edu.co