
Por Lucía Estupiñán
lestupinan350@unab.edu.co
Dikerson Calderon es el mayor de cuatro hermanos. Nació en Barranquilla el 11 de mayo de 1995. Sus padres migraron a la capital del Atlántico en búsqueda de oportunidades laborales un año antes. Cuando Calderón tenía 13 años, sus padres decidieron volver a Pinchote, porque en una de sus vacaciones se dieron cuenta de que el municipio había avanzado en el comercio y vieron la posibilidad de regresar para montar un negocio.
A Calderón siempre le han gustado los temas sociales, su carisma lo ha llevado a tener buenas relaciones con los habitantes del pueblo, por lo tanto, decidió estudiar algo que no se alejara de sus campos afines. Así fue como encontró la ingeniería ambiental. “La parte ambiental, mucha gente no lo cree, pero tiene que ver con el ordenamiento territorial”, afirma. Estudió la carrera en el Socorro en la Universidad Libre.
El barranquillero se dio cuenta de que en Pinchote el comercio estaba creciendo y cada día llegaban nuevos habitantes. Fue mientras hacía sus prácticas universitarias en el área de gestión de residuos, que se dio cuenta de que ese era su campo laboral. “Noté que me iba bien con el tema, entonces empecé a investigar cómo crear una empresa para poder darles solución a los problemas de residuos que hay acá”.
Emprendiendo un sueño
Cuando estaba a punto de graduarse de la universidad en 2017, el país pasaba por una crisis laboral que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) había causado un aumento del desempleo que situó la cifra en 9,4 %. Con oportunidades laborales limitadas y con muchas ganas de trabajar, Calderón y su hermana Zamara vieron la oportunidad de crear Bioterra. Esta empresa se encarga de recoger el reciclaje y aceite de cocina usado para luego venderlos, y así disminuir el uso de rellenos sanitarios y contaminación a las fuentes hídricas por parte de los habitantes de Pinchote.

Calderón Rueda heredó el gusto por los negocios de sus padres. “Ellos siempre han mantenido negocio, entonces yo seguí sus pasos, además esta idea de negocio surgió porque soy una persona con mucho liderazgo y curiosidad, me gusta averiguar todo”.
Desafíos en la vida profesional
En 2018 recibió su título de ingeniero ambiental de la Universidad Libre, seccional Socorro. Recién graduado y con un emprendimiento en su espalda, el joven negociante ha tenido que superar muchas pruebas de la vida y el comercio mismo, pues, según él, emprender en Colombia no es fácil. “El desconocimiento de la norma no lo exime (a uno) de su responsabilidad, entonces me ha tocado hacer de todo, ser abogado, administrador, contador e ingeniero. Me toca tener conocimiento de todo, son cosas que uno debe asumir cuando crea un negocio. Yo soy un emprendedor, aún no me considero empresario”.
Sin embargo, su disciplina ha sido su principal herramienta en el camino de las pequeñas y medianas empresas. “Soy muy organizado, sobre todo en el ambiente laboral, siempre he sido puntual y me pongo metas a corto y largo plazo”.
Durante el nacimiento de Bioterra, se dio cuenta de varios errores que cometió. Uno de ellos fue la mala inversión del dinero. “Nosotros recién egresados, y sin conocimientos en áreas administrativas, no sabíamos que era mejor invertir los recursos en una sola área y no en tres a la vez. Entonces perdimos plata y tiempo, porque una de las tres líneas que manejamos, y a la que se le invirtió más, fue la que no produjo y presentó problemas por la ubicación. Justo este mes decidí dejarla quieta, en unos tres años la retomaré”, dice el joven barranquillero refiriéndose a los inicios de su empresa, donde manejaba tres líneas de acción: compostaje, recolección de aceite usado y reciclaje. Por el momento, Calderón dejó de lado el compostaje.
A Dikerson le gusta investigar y estar actualizado en temas de su profesión, es así como se dio cuenta de que existen muchas falencias en el campo de su emprendimiento. “La mayoría de los pueblos tienen gestión de residuos, sin embargo, estas son dirigidas por personas que no tienen nada que ver con la parte ambiental, simplemente son vistas desde el punto de vista económico”. Él piensa que hace falta que estas empresas contraten ingenieros ambientales para que puedan darle buen uso a los residuos de la mano de quienes se especializan en ello.
La empresa que creó junto a su hermana es para Calderón su futuro. En el logo de la compañía está plasmada una tortuga marina, su animal favorito y una de las especies más afectadas por la contaminación. “Ellas creen que el plástico son las plantas de su consumo y mueren intoxicadas o en mallas. Aparte, la basura que está en el mar impide que la luz entre y las plantas que ellas (las tortugas) consumen necesitan de esa luz para crecer”. De una forma u otra la contaminación de los ecosistemas termina afectando a las especies que los habitan. “Los temas ambientales no son sectoriales, la contaminación que yo produzca no se queda estancada”.
Un futuro prometedor
Actualmente, Dikerson es una fuente de trabajo en su localidad. Como es una empresa nueva y pequeña, tiene por el momento a dos personas trabajando con él, pero su objetivo es generar empleo en su comunidad. “Este municipio necesita crecer y tener oportunidad de empleo, cuando yo contrato a alguien procuro que sea de Pinchote”. Bioterra también tiene dos pasantes virtuales de la Universidad de Boyacá, una de ellas es estudiante de ingeniería ambiental, encargada de la parte técnica del negocio; y la otra estudia negocios internacionales, por lo que siempre busca el mercado con las mejores ofertas para la venta del reciclaje, el otro 50 % de la compañía.

El ingeniero sueña con ser profesor universitario, y para lograrlo está preparándose desde ya. Además de capacitarse por su cuenta cada día, invita a todo el que quiera a participar de su curso virtual de gestión de residuos, con el respaldo de la misma Bioterra. “Voy a iniciar el curso a finales de mayo, va a ser además un aprendizaje para mí, para mi formación en la docencia”, asegura.
Con 26 años, Dikerson Calderón tiene una vida entera planeada. Además de la pedagogía, quiere que su empresa sea un caso de éxito para los municipios vecinos. Para lograrlo inició charlas con las alcaldías de San Gil y El Socorro, de forma que otras personas puedan emprender la recolección de aceite de cocina usado en la región, y así evitar la contaminación de las fuentes hídricas y el daño al cuerpo humano. “Existe un mercado negro del aceite de cocina usado, personas del común compran ese aceite para filtrarlo y venderlo por nuevo, pero ese aceite ya no sirve para consumo humano porque está quemado”.
Un objetivo claro La misión de Calderón Rueda es que las personas tomen conciencia y se eduquen en el área ambiental, además de contribuir a generar cambios positivos en las comunidades de Santander. Ser un activista ambiental en su región. “Quiero ayudar al medioambiente tratando de buscar cada día más mercados para productos que se puedan reciclar, como el poliestireno, los textiles y maderas que antes en Santander no los reciclaban. Esto ayuda al planeta, a recurrir menos a materias primas”.