El Bodeguero del Campo nació hace dos años y medio para acercar la ciudad y el campo. Eliminando el mayor número de intermediarios los bumangueses pueden acceder a sabores locales y tener comunicación con el agricultor. El ideal es un comercio sostenible y justo en la economía campesina, esto obedece a no generar desperdicios y un trasporte eficaz que permita reducir los costos finales de producción.
“Negociamos con los campesinos los precios ofreciéndoles información de costo y volúmenes de venta. Asimismo, invitamos a los consumidores a acercarse al campo, a entender sus ciclos de cosecha y degustar su variedad, por esto la información de proveedores es pública para todos los actores de la cadena”, asegura Adolfo Botero, economista y creador de El Bodeguero del Campo.
Conocer los ciclos de cosecha y de lluvia busca que los citadinos coman frutas, verduras y tubérculos específicos cuando están en producción y que se reduzca cuando las condiciones del suelo no son tan optimas. “Se pudre un montón de comida porque los ciclos de la tierra tienen unos veranos y unos inviernos. En los veranos las frutas maduran y en esa época el consumo no aumenta. Los supermercados dan a los clientes lo que quieran y cuando quieran, pero esto genera una presión sobre el campo”, subraya Jorge Fandiño, campesino de Sevilla, vereda de Piedecuesta.
Cuando hay baja cosecha, se acapara toda y el precio aumenta. Sin embargo, al haber en abundancia el costo disminuye tanto que para algunos agricultores es más rentable dejar descomponer el producto que asumir el precio de recolección y llevarlo hasta Centroabastos donde le impondrán el valor monetario.
La estrategia para prever la oferta que se da en los veranos es realizar festivales de cosecha y gastronómicos. De esta forma, al operar sobre pedidos los desperdicios no superan el 5% en comparación a las cadenas tradicionales donde más de la mitad de frutas, verduras, hierbas y tubérculos son desechados. “No hay que almacenar, botar o revender sino todo lo que se cosecha ya está previamente vendido. La empresa recoge los pedidos entre cuatro o cinco días, los solicita, llega el miércoles a Bucaramanga y el jueves se empaca y distribuye”, explica Vanesa Roczek, gestora social de El Bodeguero del Campo.
Se endeudan los labriegos
Los únicos que pueden garantizar la diversidad gastronómica son los agricultores y esto obedece a un reciclaje de nutrientes, basado en devolverle al suelo la mayor cantidad de residuos orgánicos. Las técnicas santandereanas van desde mover los cultivos de lado a lado para el respiro de la tierra, hasta el uso de carbón vegetal sobre las plantas como un conductor de energía solar. Estos conocimientos prehispánicos están siendo desplazados por los agroquímicos.
“Las empresas vienen y nos ofrecen químicos con un crédito del 1% al día. Entonces dicen que vale 60 mil pesos, pero que en 15 días eso equivale a 69 mil”, comenta Heriberto Rodríguez, labriego de Santa Bárbara. Siendo esta la tarifa más alta de crédito en el mercado y que no consta de una capacitación para el suministro de estos plaguicidas, cuyos residuos se mueven en el aire o el agua y son tóxicos para los animales y la salud humana.
“Uno se endeuda con los compradores porque ellos financian el sistema de producción. Si uno quiere cultivar ellos dan las semillas, fertilizantes y plaguicidas. Le dicen a uno “vaya usted y me paga estos 2 millones de pesos que le di en insumo con la producción” y al salir la cosecha quien le pone el precio son los compradores”, indica Eduardo Maldonado, agricultor de La Purnia.
El gustillo criollo
La empresa está conformada por Daniel Céspedes, Sebastián Santos, Vanesa Roczek y Adolfo Botero. Ellos trabajan con 30 campesinos y el 50% del mercado proviene de La Purnia, ubicada en la Mesa de los Santos. Allí se encuentra albahaca, chayote, col rizada, perejil, cilantro, yuca, frutas, verduras y sageretia elegans, la cual es una maleza que produce frutos silvestres y son comercializados como agraz.
“Estamos haciendo pruebas con biólogos e ingenieros forestales sobre la sageretia elegnas y descubrimos frutos silvestres más nutricionales que el agraz. Le pagamos a un campesino para ver cómo se cultiva esta maleza. El la utiliza para amarrar las cabras porque la raíz es fuerte y ellas se comen las hojas, las cuales poseen unos taninos con lo que se pueden hacer té”, manifiesta Botero.
Otros lugares a donde llega el Bodeguero del Campo son El Socorro, Piedecuesta, Mutiscua, Tona y Berlín, donde los campesinos ayudan en la logística de productos con poca demanda. Se habla del cacao sin azúcar, frijol champú, chachafruto, banano moradillo, uvas de monte, variedades de guamas y huevos criollos. Un ejemplo es envolver los huevos en hojas de plátano secas y entregar como presente al hacer una vista a un familiar o amigo.
“Como pequeños agricultores nos queda jodido cumplirle a los grandes supermercados con la estandarización en cuanto al tamaño, forma y colores de los alimentos. Quedamos por fuera de ese negocio que además es poco ecológico y toca acudir a cantidades de empaques de icopor y plásticos que las frutas y verduras no necesitan para ser trasportadas o vendidas”, expone Omar Salazar, agricultor de La Purnia.
La empresa tiene unidades de negocio que van desde caminatas ecológicas, la opción de consultoría agrícola y el mercado campesino. Este último puede ser personalizado o bodeguero, es decir, el primero ofrece una lista donde es viable mandar a cosechar en las cantidades deseadas y el segundo cada 15 días llega a algunas puertas de Bucaramanga con frutos, verduras y tubérculos variados.
Por Silvia Juliana Tarazona Ardila
Starazona551@unab.edu.co