Emeterio y Emilo Garnica Uribe, propietarios del Circo Garnica y pioneros de este arte en Santander, comenzaron a practicar cuando tenían seis años, luego de que llegara a Bucaramanga un circo mexicano. Desde entonces, construyeron su propio trapecio y ensayaron hasta lograr ser parte del elenco de artistas de este espectáculo, el cual los llevó a actuar en distintos países de Latinoamérica.

El Circo Garnica recorrió distintos lugares de la geografía de Santander, especialmente los municipios de Girón, Piedecuesta, Barrancabermeja, Barbosa y la capital santandereana, entre 1895 y finales de 1930.

Con influencias del ‘país manito’ en la indumentaria que los caracterizaba, estaba compuesto de múltiples actos que incluían transformistas, malabaristas, cantantes, bailarines, payasos y mimos, algunos de estos internacionales, apoyados en el talento joven, ya que los niños tenían presentaciones junto a sus papás.

En los inicios del proyecto, cuando Emeterio y Emilio Garnica eran los actos centrales, acudían a un párroco de la ciudad para que les ayudara a gestionar el lugar donde harían sus funciones, normalmente eran casonas y con el tiempo lograrían presentarse en el Coliseo Peralta y el Teatro Policarpa.

Emeterio Garnica, fundador del Circo Garnica. /FOTO SUMINISTRADA

Emeterio Garnica Uribe, fundador del circo, era trapecista, barrista y argollista. Su repertorio de trucos se componía de subir descalzo por una escalera de madera, en la que los escalones eran reemplazados por machetes, haciendo allí toda clase de acrobacias, lo que llenaba a su público de suspenso y asombro. En el trapecio colgaba a cinco metros de altura, sosteniéndose con sus piernas y recibiendo a otros artistas que saltaban hacia él. Y su más reconocido truco con las argollas, dos aros de hierro de los que colgaba y daba giros de gimnasia, finalizaba agarrado solo con sus dedos medios.

Además era el dueño de la fábrica de cigarros La Libertad, ubicada en ese entonces en la calle 45 con carrera 18. El tabaco que usaba era producido en Girón y distribuía el producto final por el departamento. Asimismo, despachaba pedidos a Barranquilla desde donde se exportaba a otros países.

Este hombre practicó la acrobacia hasta los 70 años. Hacia el final de su carrera realizaba sus presentaciones para reunir fondos y beneficiar obras de la ciudad como la catedral de la Sagrada Familia (frente al parque Santander), la remodelación del hospital San Juan de Dios, hoy sede de salud del Sena, así como el Santuario del Perpetuo Socorro en 1932 y la capilla del Señor de los Milagros de Girón, en mayo de 1933. Falleció a sus 74 años de edad.

Los hermanos Garnica se hacían cargo de confeccionar los atuendos para las presentaciones tanto personales como del grupo. Los chalecos, las trusas y los trajes de los payasos con sus sombreros y collar de sonajeros.

La platea del Circo Teatro Garnica fue planeada con un eje trazado en forma de herradura al estilo de los grandes teatros italianos. /FOTO SUMINISTRADA

Así como su hermano, Emilio Garnica Uribe era un equilibrista profesional. Sus trucos constaban de columpiar y lanzar barriles, personas y otros objetos con sus pies, balanceándolos de un lado a otro. Tenía una vara de bambú japonés de cinco metros que equilibraba en su frente, mientras su hijo Luis Emilio Garnica, la trepaba y realizaba acrobacias en el extremo. Ambos se presentaban juntos y se complementaban exponiendo sus especialidades al público.

Igualmente, Emilio Garnica tenía su propia fábrica de cigarros llamada El Buen Tono, ubicada en la esquina de la carrera 17 con calle 34. Fue fundada en 1900 y para 1912 se haría la construcción de los cuatro pisos del edificio, convirtiéndolo en el más alto de la ciudad en ese momento, hecho en tapia pisada y madera. Emilio trajo de Alemania una alarma y un reloj que puso en el último piso donde había una caseta, ésta sonaría en casos de emergencia, fechas importantes y para la entrada y salida de los obreros en Bucaramanga. La edificación duró más de 60 años en pie y luego fue demolida.

Uno de los sucesos más emblemáticos fue el 17 de agosto de 1910, cuando Emeterio Garnica hizo una hornilla de ladrillo en la mitad de la Plaza Santander, hoy Parque Santander, en la que metió leña para llenar de humo un enorme globo de lona y malla de lazo que él fabricó, con el fin de elevarlo con el calor. En la boca del globo amarró un trapecio y de ahí colgaba Emeterio, haciendo sus acrobacias mientras los demás soltaban palomas y lanzaban flores por el camino. Finalmente llegó hasta Floridablanca donde lo esperaba una banda y un público que aclamaba su nombre.

Luis Emilio Garnica, hijo de Emilio, además de ser acróbata de la familia, practicaba boxeo en la categoría de pesos pesados, fue campeón de tiro al blanco, era pesista y atleta integral. Participó en la junta que se hizo para la construcción del estadio ‘Alfonso López’ y uno de los organizadores de los Juegos Panamericanos en 1940.

El 6 de agosto de 1923, Luis Emilio Garnica inauguró el Circo Teatro Garnica, que fue declarado patrimonio cultural de Bucaramanga y demolido años después de su muerte. El teatro se estrenó con un espectáculo de corrida de toros, pero allí los bumangueses también iban a ver peleas de boxeo y años más tarde, películas. Fue por supuesto sede principal del espectáculo donde los hermanos Garnica dieron sus últimas funciones.

Desde muy jóvenes, los hermanos Garnica empezaron sus prácticas de gimnasia y acrobacia, ejercicio que transmitieron a sus primogénitos. /FOTO SUMINISTRADA

Alfonso Garnica Mantilla, hijo de Emeterio, fue un contorsionista que empezó a sus cuatro años a presentarse en el circo de su padre. Su truco más usado era el de atravesar su cuerpo por uno aro de hierro. Eventualmente con la llegada de otros grupos a Bucaramanga, los hermanos Garnica los apoyaban y les brindaban alojamiento, y en conjunto organizaron funciones uniendo sus elencos. Así Alfonso Garnica comienza a hacer espectáculos con la compañía de animales amaestrados.

A sus 90 años, Alfonso recuerda con claridad todas las hazañas, las acrobacias y las presentaciones que se producían en la empresa artística de la familia. Con él terminó el legado de los artistas Garnica que se dedicaban a entretener a los bumangueses hace un siglo, pero que igualmente contribuyeron con el desarrollo y crecimiento de la ciudad, dejando espacios emblemáticos, parte del patrimonio santandereano y puertas abiertas para que las futuras generaciones continúen con este arte.

 

Por Diego Alejandro Parra Ardila
dparra446@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

2 COMENTARIOS

  1. Que bonito leer de la historia de nuestra ciudad bonita e imaginar cómo eran esos tiempos que no volverán, gracias a estos ingeniosos hombres que forjaron tan bellas historias.

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