Sofía Hernández Pasachoa / shernandez381@unab.edu.co
Escobar mandó a matar a Rodrigo Lara Bonilla, lo logró. Mandó a matar a Guillermo Cano Isaza, lo logró. Mandó a matar a Luis Carlos Galán, lo logró. Mandó a matar a Fabio Castillo, falló. Y él, hoy es un sobreviviente del periodismo combativo.
Después de días largos de trabajo, al finalizar algún cóctel rodeado de gente importante el periodista vuelve a su realidad donde viaja en bus a su casa. Castillo dijo: “El periodismo es de las profesiones más insólitas”, pero sin esa cualidad, esta profesión no sería lo que es. Sumado a esto, la característica de siempre esperar lo inesperado, permite enfrentarse al poder de una manera más escéptica, más cuidadosa.
El poder siempre miente. Un boletín de prensa extrañamente publicado, un movimiento de la autoridad que es sospechoso, un político mal parado, todo sirve como pista para descubrir una conspiración que afecta a nivel regional o nacional. El periodista debe estar atento a estos detalles. Dudar hasta del aire para pillarse cuando algo está mal hecho e informarlo con honestidad y pruebas. Porque una verdad sin pruebas, no es más que otra conspiración.
Fabio Castillo fue de esos periodistas con la cualidad fundamental del escepticismo. Informar de manera transparente para “formar una opinión y crear verdad”, dejar la constancia de ese suceso para que los errores del pasado no se repitan con una Colombia que se supone está en constante cambio. A la larga, los periodistas son pequeños historiadores, pero nos cuentan la historia en tiempo real.
Poco a poco se destapa el caño
Una de las historias que puso a Castillo en el ojo del huracán fue la del Grupo Gran Colombiano, publicada en El Espectador. En esta narrativa buscó exponer cómo había ciertas irregularidades con algunos fondos de inversión y de autopréstamos de los miembros de los Grupos con recursos ahorradores. Manipulación de acciones.
Todo empezó con un nombre: María Mayorga. Dueña de millones de acciones de una compañía de chocolate. La mujer más rica de toda Colombia. Buscó aquí, buscó allá, encontró el número de la cédula. Hay que estar bien alerta para cuando se presente una pista nueva que pueda llevar a otra pista. Un documento de compra de acciones a nombre de Mayorga, con su número de cédula, permiten ubicarla en Soacha. Primer paso.
Segundo paso. Castillo se contacta con la fuente. “Esto me suena a patrona” piensa cuando al otro lado de la línea se escucha una voz de una mujer cachaca. Le pasan a Mayorga. Le dice “¿Usted sabe que usted es dueña de 14 millones de acciones del Banco Comercial Antioqueño?” Ella responde: “No, yo no sé”. Pronto se da cuenta de que María Mayorga no tiene idea de lo que le están diciendo, ni de que es la mujer más rica de Colombia. Algo huele mal.
Con ese paso asegurado, hay que decidir cómo continuar con la investigación, imaginando todos los obstáculos posibles. Y los hubo. A María Mayorga la desaparecieron. Se cayó todo. La Comisión de Valores buscó vereda por vereda hasta que localizaron la casa de la señora. Ese día, tras varios pasos de investigación alcanzados y cumplidos en orden, se desmontó la operación de especulación más grande que se había dado en Colombia: la caída de empresas de papel y mucho antes, décadas atrás de los #PanamáPapers.
Cuando el periodismo empieza a incomodar al poder, este tiene que hacer algo para que la información no se siga publicando. ¿Qué hizo el Grupo Gran Colombiano? Le quitó la pauta al diario El Espectador, “perder esa pauta fue quitarle las alas al periódico”, pero Guillermo Cano no se echó pa’ atrás y continuaron con la investigación.
La frustración abunda y parece no haber una solución para sumarle más pruebas a la verdad que ya existía. De repente, Castillo recibe una llamada casi divina. Le informan cómo puede obtener datos sobre el caso Michelsen y su involucración con el Grupo Gran Colombiano. Para ser periodista hay que ser práctico y si no se puede llevar el archivo directamente, se le toma foto y se le imprime, pero la prueba no se abandona.
Revisa documentos, verifica los datos, encuentra más fuentes y, poco a poco, se empieza a destapar el caño. El logro hecho por un periodista se celebra en todo el periódico. Así fue cuando Castillo desenmascaró Gran Financiera con ayuda de esa fuente anónima y bendita. Si con una amenaza no es suficiente, el poder pasa a la acción. A las tres horas asesinaron a la fuente en frente del cementerio Central de Bogotá. La investigación se truncó, pero los periodistas continuaron, a pesar de la muerte, porque sabían que el tema era importante y debía conocerse. No se detienen.
Último paso. Se escoge el formato de publicación, se organiza la información y se publica. ¿Por qué ganó esa batalla el periodismo? Porque bajó a un político. “El poder siempre miente”, pero no hay que tenerle miedo a un mentiroso. Esta fue una cátedra de periodismo comprometido que Fabio Castillo le dio a los asistentes. La charla quedó para un segundo e incluso tercer round, porque el papel de Guillermo Cano, su compromiso, el exilio de Castillo, el narcotráfico y sus relaciones con el poder se enmarcaron en una frase uribista icónica que dijo Castillo y generó risas de aceptación: “siguiente pregunta amigo”.