Por Xiomara K. Montañez M. / xmontanez@unab.edu.co
El 18 de mayo se estrenó en los canales regionales la serie “El juicio del Conde”, inspirada en la historia de José María Rueda Gómez, más conocido como ‘el Conde de Cuchicute’. Este personaje santandereano de finales del siglo XIX fue reconocido por su particular forma de vestir, su monóculo, la escritura de crónica roja y viajes. Heredó de su familia adinerada extensiones importantes de tierra, permitiéndole estudiar en Estados Unidos y Europa, y vivir
una vida de privilegios.
Pero no siempre fue así. Como lo han contado investigaciones académicas, el Conde padeció paludismo, fue diagnosticado como maníaco-depresivo y en sus crisis, intentó quitarse la vida. Esto lo hizo más pintoresco para la sociedad de aquel entonces, de la que también fue víctima de burlas y señalamientos.
El actor Hernán Méndez Alonso interpreta a Rueda Gómez. Según dice, conocía lejanamente
algunas anécdotas sobre la presencia de este personaje en Bogotá y que junto a otros como la ‘Loca Margarita’ y el ‘Bobo del Tranvía’, sabía que tenía un tinte de locura. Sin embargo, cuando conoció la historia y supo que la dupla santandereana integrada por Mario Luis Mantilla Barajas (director) y Luis Fernando Orduz Cáceres (productor) la habían convertido en
una serie de ocho capítulos y que podría ser protagonista, le pareció “extraordinario y fascinante”.
Sobre la experiencia de interpretar una vez más lo que él llama un “personaje invisibilizado por la sociedad”, habló con 15.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención del personaje cuando el guion llegó a sus manos?
Lo primero que hago cuando me dan un personaje es ubicar paralelos que existen entre este y mi vida. No sé si todos los actores lo hagan así, pero ese es mi principio. Encontré que este hombre básicamente era un librepensador, que observaba su mundo de una manera particular e hizo todo lo que estaba a su alcance por lograrlo, no permitiendo que nadie intercediera en sus deseos y en sus formas de hacer las cosas.
Eso de alguna manera ha sido mi propia historia, la lucha que uno tiene frente a las resistencias que tiene la familia a que tú elijas una carrera como ser actor. Eso te genera una contrafuerza y tienes que entrar a ejercer esa contrafuerza de diferentes maneras. Desde ahí es donde pasas a ser juzgado de mediocre, de loco, de irresponsable, etcétera. Me fui más por ese lado, en encontrar los prejuicios que la sociedad tiene frente a ciertos tipos de personajes. Rueda había sido un poco víctima de eso.
Usted sorprendía a la producción hablando y posando como el Conde. Incluso, usar el monóculo para darle giros a la mirada del personaje durante la grabación de las escenas también fue idea suya. ¿Siempre trabaja de esa manera la construcción de sus personajes?
No. Cada personaje tiene un reto. Parto del principio que somos seres únicos, y por ende
tenemos comportamientos generales y particulares. Y en particular, Rueda me generó el reto de entender, primero, por qué había perdido el ojo, y segundo, qué le había ocasionado a él esa pérdida del ojo. Me di cuenta de que tenía que concentrarme en definir ese conflicto
interno del personaje, y lo encontré en jugar mirando solo por un ojo. Esto me fue dando la posibilidad de entender la psiquis de un hombre que ha perdido un ojo y en sus condiciones, y cómo él empieza a construir su propio universo a partir de esto.
¿Qué tan loco estaba el Conde? ¿Era una persona adelantada a su época?
Hay una línea que marca el comportamiento humano y social, y si se sale de esa línea hacia arriba, automáticamente son señalados como locos, y si se sale hacia abajo, son señalados de tontos, porque no están dentro de los cánones de comportamiento que se imponen.
Para mí, ese análisis fue el que hice con José María Rueda. También fui al Socorro, necesitaba
encontrar algo que me fortaleciera, lo que yo intuía que podría estar pasando con José María. Era un hombre progresista que entró a chocar con la clase alta de San Gil, que eran los que tenían el poder económico y comercial, tanto que se pone a hacer todo lo que hizo. Hubo un detonante que me alegró mucho y es que hay un actor en el Socorro que ha vivido del mito de
José María. Él defiende el personaje y en una función alguien le respondió: “Para nosotros sigue siendo el tuerto Rueda”. Eso para mí fue maravilloso porque entendí que José María se había inventado al Conde simplemente para burlarse de la clase alta de San Gil, para que lo reconocieran, no como un tuerto sino como el Conde de Cuchicute.
Usted se ha caracterizado en el cine por interpretar personajes que rompen con lo tradicional,
personas rechazadas, incomprendidas y de visión progresista. ¿Por qué esta inclinación?
Creo que es algo absolutamente necesario. Tengo una visión poco diferente de lo estético. A mí, el preciosismo me molesta un poco, soy más adepto al surrealismo. La telenovela, para mí, es un poco sosa, incómoda y banal, a pesar de que la he hecho, pero lo que me llena es la humanidad. Me gustan los personajes que no han tenido mucha visibilidad en el cine,
mucho menos en esta sociedad.
¿Qué importancia tiene un campesino? Los persiguen, los desprecian, los insultan.
Poder encontrar en el sentir que tiene cada individuo en esta sociedad es importante y
poder llevarlos al cine y darles esa dignidad a través de una representación.
En Colombia, las producciones de época casi siempre se han hecho desde una mirada centralista, pero nacen en las regiones y ayudan a construir memoria. ¿Cómo ve la apuesta de los productores santandereanos en este aspecto?
Santander ha tenido un eco interesante en Colombia, en cuanto a estas producciones, cosa que no ha pasado en otras regiones del país. ¿Cuál es la importancia de que esto
suceda? Hay que tener en cuenta que la televisión regional no se debe convertir como la televisión central, que banaliza todo, que lo vuelve un espectáculo solamente. No tengo nada en contra del espectáculo, estoy en contra de la calidad del espectáculo que se ofrece. Creo que poder llegar a tocar esas fibras locales desde su propia historia, desde la esencia, las necesidades y preocupaciones, es lo que puede hacer que Colombia, gradualmente, vaya ganando un terreno en la pacificación real de este país.
¿Cuáles son las lecciones que deja una historia como “El juicio del Conde”?
José María Rueda es un hombre que se va a mantener en la historia nacional por mucho tiempo. Así lo quieran tener un poco a la sombra, creo que va a seguir manteniéndose, porque para mí representa esta mentalidad y esa disyuntiva que tenemos como sociedad, entre seguir generándonos una economía medieval y ser progresistas. La serie se centra en el tema de las tierras, y por la propiedad de las tierras se puede llegar a ser lo que se quiera. Y también por esta necesidad de aparentar. Es una reflexión grande la que deja este personaje en ese aspecto, y es tener que montarse en alguien como un conde para poder soportar su enfrentamiento con el resto de la sociedad. Me parece que es una negación de su propia identidad.