Por Felipe Jaimes Lagos
fjaimes394@unab.edu.co
Hace 22 años, en la vereda Buenavista, al suroeste de Puerto Asís, María Iris Piaguaje dio a luz al menor de sus hijos: Franklin Andrey Arcila Piaguaje. En la modesta vereda que limita al norte con el municipio de Puerto Caicedo; al sur, con la frontera entre Colombia y Ecuador; al oriente, con la orilla del Río Piñuña Blanco, y al occidente, con la Vía entre Puerto Caicedo y Puerto Vega, se encuentra parte de la comunidad indígena de Siona.
Franklin Andrey creció en esta comunidad que tiene como principio el respeto por la tierra por ser el lugar del cual obtienen todos los elementos esenciales para garantizar su subsistencia y desarrollo cultural. Entre los tonos verdosos de los árboles y los múltiples colores del río Piñuña, este joven indígena aprendió un dialecto distinto a las 64 lenguas amerindias que se manejan entre las 102 comunidades indígenas que viven en el país.
De la vereda a la ciudad
Los recuerdos de Puerto Asís son “borrosos por no decir inexistentes, porque desde muy pequeño me mudé a Mocoa”. La familia conformada por María Piaguaje, Óscar Arcila y sus cinco hijos prontamente dejó aquella vereda testigo de cada uno de los partos de sus habitantes para trasladarse hacia la ciudad, por la decisión de dejar atrás toda posible amenaza de desplazamiento por un latente conflicto armado.
En el colegio San Agustín de Mocoa, en medio de las clases de quinto grado y viendo los rostros de sus profesores, Fanklin Arcila trazaba dibujos en su libreta de apuntes. Cada vez más prolíficos y con mayor destreza, la habilidad con el lápiz se trasladó rápidamente al lienzo y, por conveniencia, el lienzo se hizo muro: “La primera vez que me atreví con vinilos a hacer un mural fue en el colegio para validar las horas lúdicas”.

A pesar de que el territorio urbano suele ser considerado más tranquilo que el rural, el mismo conflicto del que huía la familia Arcila Piaguaje los encontró y por esta razón, “cuando tenía 12 años, tuvimos que irnos hasta Bucaramanga”, cuenta Franklin.
Los primeros 900 kilómetros
Entre Mocoa y Bucaramanga hay 910 kilómetros de carretera que están presentes en las más de 16 horas de viaje. Pasar de suroeste a nororiente colombiano significó un gran cambio de ambiente para un Franklin que entraba a sexto grado, pero la fascinación por la perfecta anatomía de Da Vinci, las formas de Van Gogh y los retratos de Velázquez cada día se hacían presentes en las horas de clase en la Institución Educativa Centro Piloto Simón Bolívar de Bucaramanga.
“En 2017 me enamoré del arte urbano y me motivó a seguir aprendiendo”, así que Franklin Arcila, en ese entonces de 19, años no dudó en presentarse a la convocatoria de Teatro Verde que buscaba 50 artistas para llenar de color el Parque Extremo ubicado en el barrio San Martín de Bucaramanga. Y el 12 de febrero de 2018, pintó su primer mural callejero en el barrio El Poblado de Girón. De ese punto en adelante, Franklin Arcila se convertiría en el muralista Franklin Piaguaje.

Sus 6.200 seguidores en Instagram conocen sus murales y también dan fe de que este joven muralista un día está terminando una pieza en el barrio Los Colorados (Bucaramanga) y al día siguiente se encuentra en Socorro realizando un nuevo mural.
El ciclo efímero
“Los murales envejecen, es un ciclo efímero como todo en el arte”, comenta quien poco a poco perdió la cuenta de sus murales. Primero suponiendo que había hecho 30, luego 50, después 80 y ahora contabiliza vagamente alrededor de 100. Aunque sea difícil mantener la cuenta, “todos los murales que pinto tratan de mostrar nuestra cultura, lo que somos y a veces ocultamos por aparentar algo que luego no somos”, relata el joven de 22 años.

El ciclo del arte de Piaguaje lo ha llevado a más de 20 municipios como Santa Marta, Sopó, Algeciras, Sibundoy, Betulia, Socorro, Bogotá, Lebrija, Bucaramanga y Cúcuta. “Soy lo que muestro, pero no precisamente en redes”, expresa el artista plástico, que entre 2019 y 2020 no ha tenido una semana de descanso debido a que el “toque Piaguaje” se ha vuelto muy popular en redes y no dejan de preguntar por su agenda para realizar otra obra.

Ya con cuatro años en el muralismo y toda una vida entregada al arte, Franklin Andrey Arcila Piaguaje no se preocupa por la fama o el reconocimiento, su único objetivo es representar las telas indígenas en las líneas coloridas de sus murales, traer la imagen de nuestra cultura ancestral a cada municipio que vaya y retratar la cosmovisión de una comunidad, “porque hay que tener presente de donde somos y lo que tenemos”.