El sabor de la herencia

"Buenas, ¿hay bollo?", "¿está la señora de los bollos?", "¿es aquí donde venden bollos?", "¿ya pusieron bollos en la tienda?". Estas son algunas de las preguntas que más suenan por las calles del barrio La Victoria. Regresé a Barrancabermeja, mi tierrita, solo para contarles sobre este plato que está como pa’ chuparse los dedos. Hoy no hablamos del pescado, tamal o el dulce. Esta vez, el bollo es el protagonista y el plato fuerte en esta comida.

Por Karen Morales / karen.moralesg@unipaz.edu.co

El bollo, o los envueltos, vienen de la tierra y de las manos de los indígenas. La masa puede ser de coco, maíz, mazorca, yuca, plátano, esponjado o hueva de pescado. Se envuelven en hoja de bijao o maíz, y pa’ cocinarlos esta la leña o el fogón. El bollo hace parte de los platos típicos de la Costa Caribeña colombiana y de la orilla del río Magdalena. Si me preguntan con cuál me quedo, el de mazorca es el mejor. Y si las manos que los preparan son las de mi abuela, Nauris Toloza, Isabel Herrera, Claribel Simanca alias La Bollirri, Nacha, Ignacia Méndez o Jazmín Vides, ahí sí que no hay vuelta de hoja, porque créame, sea cual sea a quien elija, no se va a arrepentir. 

Mientras hablaba con algunas de ellas para conocer más sobre esta tradición, les pregunte: ¿Cuál es el bollo o los bollos que más venden? y al unísono respondieron: “el de mazorca, limpio y hueva de pescado”

El bollo de mazorca a simple vista parece sencillo, pero tiene su ciencia. Pa’ empezar debe tener en la cocina: maíz biche, azúcar y sal. O sea, nada del otro mundo. Después siguen tres pasos facilitos. Preste atención, porque si los hace en desorden o se salta alguno, de seguro que bollo no es lo que tendrá. Primero: Pelar, cepillar, lavar y moler el maíz. Repita conmigo: pelar, cepillar, lavar y moler. Y ahí ya tiene la masa. Ojo, con el agüita que sale del maíz cuando se muele, más conocida como leche, no se me apresure a botarla, échesela a la masa. Con una pizca de sal y azúcar ya queda lista esta mazamorra. Luego lo envuelve con la hoja de maíz y se pone a cocinar.

Después de este «corto» proceso nuestro bollo de mazorca está listo pa’ pintura. Una mini torta amarilla es lo que tendrá, si algún día lo quiere probar. Así como el bocadillo con el queso, el pan con el chocolate o la empanada con el ají, este manjar pega, eso sí, con todo. Si no me apuran, les recomiendo, bollo con pescado, suero o queso.

Una tradición que viaja por el río

Por las aguas del Magdalena navega una tradición que ha perdurado a pesar del tiempo. Una corriente que lleva consigo los secretos de generaciones pasadas. El bollo es una antigua costumbre que se convirtió en el legado de familias, amigos y vecinos a la orilla del río.

Las bolleras tienen algo en común. No es cocinar por cocinar, mejor dicho, no es hacer “solo bollos”. La mayoría de mujeres vienen de Altos Del Rosario, y estas viejas dejaron sus tierras para aterrizar en la cuidad del calor, el fandango, el río y los pescados. Algunas son madres cabeza de familia y en el bollo encontraron la manera de sostener a sus hijes. Isabel Herrera, bollera de nacimiento, cuenta que hacer bollos es trabajar y tener un empleo.

La elaboración del bollo es una vocación transmitida de madres a hijas. Con recetas que se han conservado y adaptado. Una mezcla de azúcar, colores y sabores que termina en una masa exquisita. Amasada por manos expertas que recibieron con amor un legado ancestral. Esta joya culinaria, con su sabor, forma particular y su historia representa una exclusividad territorial. La tradición del bollo no solo se limita a la preparación, el consumo y la venta. Cada año, las personas se reúnen en el Festival Nacional del Bollo, un encuentro que resalta esta riqueza de los barramejos. Los envueltos, el baile y la música crean un ambiente festivo que involucra a todes.

El Festival Nacional de Bollo

Este parcha nació hace 28 años y reúne a 28 mujeres. Se hace en Barrancabermeja, exactamente en el Barrio La Victoria. La celebración se da por dos motivos. El primero es festejar el cumpleaños del barrio y el segundo para resaltar el trabajo hecho por las bolleras. En 1995 se organizó la primera versión. Eran alrededor de cuarenta mujeres y gracias a ellas, y a José Vicente Güiza y Teresita Muñoz, se creó.

Como les fue tan bien, la Alcaldía Municipal decidió institucionalizarlo y financiarlo. “Hay que seguir cultivando con la descendencia la hechura de este producto porque se puede perder la tradición y no queremos que ese festival se acabe, es lo único que resalta a el barrio”, afirma Teresita Muñoz.

La tradición del bollo, como muchas otras costumbres, nos invita a conocer y cuidar nuestras raíces. Saborear este manjar permitió que las bolleras crearan este ritual, esta congregación que les trajo nuevas fuentes de trabajo. Como a Claribel Simanca alias La Bollirri que viene del sur del departamento de Bolívar: «Yo soy de Altos del Rosario. Allá mi tía hacía bollos y nosotros la veíamos, es una tradición familiar”, o como Nauris Toloza quien vio a su mamá hacer los bollos de limpio, mazorca y yuca y desde los 8 años los aprendió a envolver.

El bollo más que un alimento que complementa las comidas de los costeños y los ribereños es la vida para cientos de ellos.

Universidad Autónoma de Bucaramanga