Él viaja libre por el cielo del Complejo de Páramos de Almorzadero, mientras sus polluelos esperan el alimento en los nidos incrustados en las montañas y laderas rocosas. La neblina lo secunda a 4 mil metros de altura, el aire lo impulsa, y los pequeños seres lanudos que comen en las praderas ni se enteran que son su plato predilecto.

Ni los campesinos que habitan en el refugio de alta montaña llamado El Salto (sector El Mortiño, municipio de Cerrito) ni mucho menos las ovejas los perciben. Los primeros están concentrados en la siembra de papa o cría de cabras y ganado, y los segundos, en disfrutar del pasto que emerge en medio de una espesa sinfonía marcada por los de verdes que pasan del color savia al musgo, el oliva y hasta el verde intenso característico de los paisajes fríos y de páramos.

Por más que deseen alcanzarlo, dice Doris Amilde Torres Ortiz, el aliento, la lluvia y las labores diarias del campo no permiten la persecución. Al final, la majestuosidad del cóndor andino o de los Andes (Vultur gryphus) simplemente los embelese, y “ellos, como nosotros, también buscan su comida. Las ovejas pequeñas, por ejemplo, son su presa favorita”, dice la mujer.  

El día que se dieron cuenta que “el mensajero del sol”, el “símbolo del espíritu guerrero de los ancestros”, no siguió sobrevolando el cielo del Almorzadero, desistieron de la idea de cazarlos. Lo hacían por medio de ‘cebos’ o trampas con carne envenenada que las aves se llevaban en sus garras y que luego compartían con sus polluelos. Cuenta el campesino Gilberto Conde Antolines que dos décadas atrás se contaban una población considerable sobrevolando la zona, y que hoy, según los cálculos que hacen con la comunidad, el grupo llega a 20. “Recuerdo que mis abuelos los llamaban gallinazo (Coragyps atratus). A lo mejor eran los mismos cóndores, pero no estoy seguro”, explica el campesino.  

Caída de agua conocida como El Salto, ubicada en el sector de Mortiño. Tiene una altura aproximada de 130 metros. Los visitantes a la zona suelen practicar actividades de aventura como rapel o descenso, y ciclomontañismo. / FOTO XIOMARA MONTAÑEZ

Resalta el trabajo investigativo que desde hace cuatro años adelanta la organización  Neotropical junto con la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS), la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá, y algunas alcaldías de municipios aledaños al páramo como Cerrito, Málaga, Concepción y San Andrés.

Gilbero dice que, según los investigadores, los cóndores que se ven en Almorzadero provienen de una migración de aves de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde se encuentra la población más grande del país, especialmente, de cóndores silvestres.

En otros sitios de Colombia han sido criados e introducidos por el hombre, lo que también ha permitido su viaje a territorios de la cordillera Andina, que fácilmente los lleva al sur del contienente (Chile y Argentina).

Como lo expone el segundo volúmen del Libro Rojo de Aves de Colombia, entre el macizo de Santurbán y el páramo de Almorzadero se calcula existen al menos 30 de estas aves.

Gilberto Conde Antolines.

Si bien en los últimos años se estima que la población en el terrritorio nacional supera los 130 ejemplares, los cuales han sobrevivido gracias al proceso de reintroducción y la reproducción, lo cierto es que los investigadores de la Universidad Javeriana y del Instituto Alexander von Humbolt lo incluyeron en el Libro Rojo como una de especies amenazadas, “principalmente por el deterioro y transformación de los hábitats como consecuencia de los asentamientos humanos y la expansión de la frontera agrícola hacia los bosques andinos y páramos”, como asegura dicha publicación.

“A veces podemos ver volando hasta cinco ejemplares. Cuando estamos con suerte, vemos hasta 15 aves. Neotropical nos enseñó a identificarlos: son carroñeros. El macho es el único que tiene cresta. Los juveniles son de color café claro; solo cuando llegan a la edad adulta les sale el collar. Con las alas extendidas alcanza los 3 metros y medio, de alto miden hasta un metro y medio”, cuenta el también agricultor.

Doris recuerda que también fueron alertados de la baja en la población de cóndores por parte de organizaciones ambientalistas y de protección de especies. Entonces, para ella, Gonzalo y otros habitantes de El Salto fue más sencillo dejarlos en su aventura por los aires y pensar en cómo lograr la convivencia pacífica sin que se afectara el ave, el negocio de la ovicultura y el sustento diario.

Ahora el reto para esta comunidad se dirige en varios frentes. Uno, construir establos especiales para las ovejas -ya cuentan con algunos apriscos- y así minimizar el impacto en el ecosistema de páramo y la caza por parte de esta aves. Dos, ofrecer paquetes turísticos que incluyan el avistamiento de cóndores y otras especies, así como caminatas ecológicas y deportes de aventura. Tres, vender artesanías elaboradas a base de lana de ovejas, como llaveros, bufandas, bolsos y ruanas, entre otros.

Durante el Global Big Day o día mundial de la observación de aves, celebrado el 5 de mayo, un grupo de integrantes de instituciones estatales, organizaciones sociales, universidades y medios de comunicación visitó el sector de El Salto y apreció el vuelo del cóndor andino. /FOTO JUAN GUILLERMO NEIRA

¿Qué les hace falta además de las ganas? Una de las cosas más importantes es que llegue la energía eléctrica, pues no cuentan con ese servicio, así como mejorar los senderos para transitar desde la vía principal a la vereda. Pero lo principal es la inversión económica tanto de la Gobernación de Santander como del Gobierno Nacional.

“Ojalá pudiéramos mejorar nuestras casas, para recibir a los turistas y que funcionen como hostales. Queremos un proyecto de paneles solares por tener energía alternativa y mejorar las condiciones de vida de todos los pobladores. Pero lo más importante es que los organismos encargados de velar por el medioambiente se comprometan en la protección del cóndor y de toda la fauna del Almorzadero, pues nos los han dejado a nuestro cuidado, y somos los encargados de alimentarlos y protegerlos”, dice Doris Amilde.

Características del lugar

El punto de encuentro para el recorrido y avistamiento de cóndores fue la plaza principal de Cerrito. Se realizó durante el Global Big Day o día mundial dedicado a la observación de aves, el sábado 5 de mayo. El grupo de invitados y caminantes no superaba los 20 integrantes, pues es el número límite para recorrer esta zona de páramo y no impactarla.

Uno a uno los participantes se presentaron. Asistieron miembros de la Cámara de Comercio, la Policía Ecológica y Ambiental, del Ministerio de Agricultura, estudiantes y docentes del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), investigadores de la Universidad Industrial de Santander, gestores en turismo de aventura y de naturaleza como El Andinista, y algunos medios de comunicación de Málaga como de Bucaramanga, entre otros.

Cóndor andino o de los Andres (Vultur gryphus). / FOTO GILBERTO CONDE ANTOLINES

De allí se tomó rumbo al El Mortiño. El recorrido en vehículo dura aproximadamente 45 minutos. Luego, el transporte se detiene para que los visitantes se alisten para la caminata que no supera la hora de recorrido. Finalmente, se llega al refugio de alta montaña llamado El Salto, lugar en el que viven Doris y Gonzalo.

La vista de una imponente cascada que lleva el mismo nombre del refugio recibe a los visitantes. Al transitar los senderos demarcados por la comunidad para llegar a los 4 mil metros de altura y ver los cóndores, se escucha el paso del río Angostura.

El frío es imponente. A medida que se asciende, el aire disminuye y el paisaje sorprende con formaciones que superan los 400 años de antigüedad  y en cuyas entrañas se guarda un potencial minero considerable, que de acuerdo con el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, “se concentra principalmente en carbón, caliza, arenas, gravas, recebos y triturados, y en menor cantidad, el oro, plata, galena, níquel, plomo y cobre”.

Una casas campesina hecha el bareque y techo de paja. Concina de leña, niños jugando en medio del frío y una lluvia fina que no incomoda, pero sí enfría. Doris aprovecha la llegada de los viajeros y les ofrece aguadepanela con cuajada y almojábana.

“Ahí va un cóndor”, grita Gonzalo. El grupo sale corriendo con cámaras para captar el momento. “Es un juvenil. Miren con tranquilidad. Se posó en la roca”, añade Doris.

El Complejo de Páramos de Almorzadero se ubica entre los departamentos de Santander y Norte de Santander. Es también considerado por los investigadores como la conexi{on de los páramos de Santurbán – Berlín y del Cocuy. / FOTO JUAN GUILLERMO NEIRA

El ave se camufla en medio de las rocas color café. Finalmente, gracias a los binoculares de un policía que participa en la caminata, el grupo logra verlo. Minutos después otra ave se despliega en medio del cielo blanco. “Es un macho adulto”, explica Gonzalo.

Satisfechos por la suerte que corrieron al ver el avistamiento de esta y otras aves, llega el momento de compartir un exquisito plato de la zona: el ovejo asado, con pepitoria y papa cocida.

A las 4 de la tarde los visitantes se despiden de los campesinos de El Salto. La pequeña hija de Gonzalo llamada Xiomara hace de las suyas montada en un pequeño triciclo de plástico. No le importa el frío, la lluvia y menos el paso del tiempo. Mientras el grupo pide a gritos un café o una aguadepanela caliente, ella solo grita “¡helados, helados, quién me compra helados¡”.

“La palabra turismo produce miedo, pero podemos hacer la diferencia”

Esto asegura Adriana Hernández, gerente de El Andinista, una organización social enfocada en el ecoturismo en la provincia de García Rovira, y que acompaña los proyectos de los campesinos de El Salto. Asegura que mientras la comunidad logre el apoyo estatal, se busca vincular a investigadores, universidades, entidades público / privadas que se interesen en la conservación de la fauna, la flora y la biodiversidad del lugar, pues es relevante conocerlo antes de intervenirlo.

Adriana Hernández de la organización El Andinista, y Doris Torres, representante de la comunidad de El Salto. / FOTO JUAN GUILLERMO NEIRA

“Por ahora buscamos adelantar un convenio con la sede UIS de Málaga para realizar un estudio de carga del lugar y así llevar un buen proceso de turismo de naturaleza. Así sabremos cuántas personas pueden venir a visitarnos y mitigar el impacto al medioambiente”, asegura Hernández.

No solo El Andinista apoya esta labor. También se ha vinculado la Red Internacional de Profesionales Protectores del Ambiente (Rippa), que además de brindar acompañamiento a los visitantes de esta zona, se especializa en “el diseño, promoción y ejecución de programas y proyectos sustentables que contribuyan en la construcción de una sociedad que denote condiciones más aptas para el desarrollo socio-ambiental”, como asegura Astrid Lineros, una de sus integrantes y gestoras.

Por Juan Guillermo Neira

jneira217@unab.edu.co

Xiomara K. Montañez M.

xmontanez@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga