Un fuerte olor a tabaco impregna cada uno de los rincones de la casa en donde funciona la fábrica de cigarros ‘La acuarela’, sus paredes blancas, desgastadas y sucias dejan ver todo el trabajo que han hecho durante casi 45 años la pareja de esposos, Pastor Osorio y Gloria Fanny Acevedo.
Según la Secretaría de Desarrollo Rural y Económico de Piedecuesta al mes se producen 32 millones de unidades de tabaco y más de 7.500 familias, aproximadamente 20 mil personas se dedican a este oficio que tiene cerca de 200 años de historia.
Gloria Fanny aprendió esta labor por lo que le enseñaban sus padres, conoce cada uno de los procesos que se realizan en su fábrica, y “es ella quien enseña a los nuevos aprendices”, afirma su esposo.
Su trabajo comienza escogiendo la hoja de tabaco adecuada, porque de ello depende la calidad del producto final. Se selecciona minuciosamente y se clasifica para ser usada, ya sea como capa o capote. La capa es más suave y es la que va a cubrir finalmente el tabaco. El capote, por su parte, tiene una textura áspera, un aspecto más seco y es de menos calidad que la capa.

Después de elegir las hojas, el siguiente proceso es el de la picadura se realiza con la ayuda de una trituradora y se corta la vena del tabaco, necesaria para darle combustión, también se trituran los residuos de la hoja, ya sea capa o capote, y se mezclan junto con la picadura de la vena. Esta mezcla se le entrega al ‘rollero’ que se encarga de espalar quitar la vena de la hoja-. Su labor también es envolver la picadura en la hoja de capote, en este proceso es importante la rapidez y concentración del rollero, ya que de esto depende la cantidad de dinero que ganará diariamente. “Por cada mil rollos, se gana 10.000 pesos, el sueldo se lo pone uno mismo, puedo ganar desde 200 mil semanales o no puedo ganar nada si no hay tarea”, afirma Dennis Pico Ortiz, uno de los seis rolleros de la fábrica.
El siguiente paso es el de las ‘obreras’ como son conocidas en el gremio. Ellas son las encargadas de torcer el tabaco: lo primero es alisar el rollo, luego estirar la hoja humedecida, quitarle la vena, cortar la capa, envolver el rollo, pegarlo con goma y cortarlo del tamaño adecuado, dependiendo del tipo de tabaco que se esté trabajando. Según la Secretaría de Desarrollo Rural y Económico de Piedecuesta, el 78 % de la producción es ejecutada por mujeres cabeza de hogar de los estratos 1 y 2.
Finalmente, antes de sacarlos a la venta se organizan en unas tablas, se ponen unos sobre otros y luego se prensan aplicándoles fuerza. Esto permite darles una forma cuadrada para ponerle los anillos distintivos de la marca. Se les da el terminado final, empacados en papel celofán, se les agrega la etiqueta, el aroma característico y diferenciador de cada marca.
En Piedecuesta, dependiendo de la fábrica se trabajan tres tipos de tabaco: Romo, sellado por una punta, conocido como puro, Calilla, del tamaño de un cigarrillo y Panetela, cortado por las dos puntas. “Hoy el costo de un paquete de tabaco Romo de 25 unidades, está entre tres mil y cuatro mil quinientos pesos”, explica José Luis Méndez, trabajador de la fábrica de cigarros finos “Miranda”.

De acuerdo con el representante de la mesa directiva de Fedetabaco, Gabriel Pico Gutiérrez, con el fin de mejorar el sector tabacalero “se está buscando convertir el tabaco en un patrimonio histórico del país para eliminar cualquier tipo de impuesto, tanto en Colombia como en el exterior”. En el municipio de Piedecuesta, empresas como Colpuros exportan su producto a países europeos como: Alemania, España, Suecia, Bélgica y Rusia.
Por María Camila Arévalo B.
marevalo22@unab.edu.co
Slendy Liseth Pineda Palomino
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