Tres círculos escalonados unidos por una columna central que conduce a la parte alta, entregan agua y sacan de la rutina a familias enteras que habitaban en el histórico barrio La Concordia de Bucaramanga. Era 1935 cuando la pileta pública fue inaugurada, encargada de surtir líquido a los habitantes del barrio conocido como ‘el de la prisión’. Un lugar que fue desocupado y demolido para abrir paso a la famosa Diagonal 15.
El sitio exacto en que se ubicó esta fuente fue el costado oriental de la avenida La Rosita con carrera 15. En ese entonces todo estaba rodeado de monte, la población no alcanzaba a sobrepasar los 100 mil habitantes, las personas compartían juntas creando diferentes formas de esparcimiento, pero para quienes vivían en el barrio de la pileta, un momento de tranquilidad se reducía en admirar cómo el agua fluía en este parque que irrumpía la tensión que proporcionaba la Cárcel, dejando disfrutar de una de las atracciones existentes en esta época


Este paraje histórico que está en el olvido por las nuevas edificaciones, intercambiadores y procesos de modernización, se ubicaba en un parque llamado Arturo Regueros Peralta. Por esta zona se movilizaban los hombres que estaban interesados en el comercio, pues era un punto central, famoso por su tabaco, panela y sal. También se podían ver viajeros que de forma obligatoria pasaban por esta vía que comunica con el sur del departamento.
Según Antonio José Díaz, arquitecto especialista en patrimonio del municipio, en la antigüedad las piletas brindaban el servicio de agua, generando una tradición de recolección que tenían que hacer para abastecerse de este servicio. En Bucaramanga el servicio de acueducto nació en los años veinte, del siglo pasado, por esta razón la función que se le daba a esta fuente pasó a ser decorativa. En ese entonces marcó tendencia por su diseño auténtico y su original manera de unir a las familias de ese entonces.
El encargado de moldear esta obra de arte fue Miguel Vicente Rueda, un reconocido tallador de piedra. Su espíritu artístico plasmado en esta obra ha trascendido más de 84 años, recorriendo la ciudad y siendo testigo silencioso de las transformaciones físicas y sociales. Rueda también creó el obelisco Sembradores del Bien, en el Parque Romero, el pedestal de la escultura del Parque Santander y numerosas lápidas en el Cementerio Central.
Su recorrido

“Recuerdo estar ahí sentada, maravillada, casi de forma absurda por cómo todo fluía. En ese en tonces no había mucha variedad, aun así, era una niña feliz”, narra Eddy Mora, quien ha habitado el sector de La Concordia por más de 60 años.
El aire era enternecedor, todo era tan limpio que resplandecía, o eso ocurría en su cabeza, pero estos detalles sólo dejan ver lo apasionante que era para un niño apreciar de, como Mora lo llama, una de las atracciones que tenía la ciudad en ese tiempo.
En la primera parada se puede ver su base más pequeña, sin ocupar tanto espacio, pues esta plaza no era tan grande. El arquitecto Díaz señala que a finales de los sesenta del siglo pasado, la fuente se traslada a la Puerta del Sol, que funcionaba como glorieta, y el tamaño de esta desproporcionado comparado con la fuente que adornaba el centro
En esta segunda parada la base de piedra ya tenía un diámetro más grande, pero, aún así no alcanzaba las dimensiones de la rotonda.

La pileta fue testigo del crecimiento que Bucaramanga comenzaba a tener. Los campesinos y visitantes la llamaban ‘La Cadena’, porque en esta época los tiempos se pusieron difíciles con el Estado, y el Ejército controlaba el acceso a la ciudad pidiendo identificación a los ciudadanos para evitar comportamientos delictivos.
Al contrario del parque donde estuvo anteriormente, la pileta ya no era famosa por las visitas que recibía, sino por la admiración que le daban desde sus vehículos, pues este se convirtió en un cruce importante de la carrera 27 y la Diagonal 15, vía Floridablanca y Girón.
En los años sesenta y setenta del siglo XX, las primeras torres del barrio Conucos comenzaron a acompañar esta glorieta. El crecimiento de la población iba de la mano con el número de carros, se instaló una red de semáforos pero este plan no dio abasto. Por esta razón lo único que sobrevivió de la glorieta de la Puerta del sol fue la fuente.
Finalmente, fue desinstalada y relegada a un rincón del patio de la Casa de Bolívar, ubicada en la calle 37 con carrera 12, cuya parte trasera da a la plaza cívica ‘Luis Carlos Galán Sarmiento’. En este lugar se han encargado de su preservación.
En la actualidad

Este patrimonio fue avaluado en 50 millones de pesos. El arquitecto Gilberto Camargo asegura que fue declarada Ornamentación Urbana de Bucaramanga. Actualmente la fuente será, una vez más, testigo de otro cambio que embellecerá sus alrededores: El Patio de los Edecanes, un proyecto que realizará la Alcaldía de Bucaramanga y que planea ser entregado a finales de junio de este año. En él se invirtieron $1.435 millones.
La pileta sigue siendo la misma, dos cuerpos. El primero es el que más ha sido expuesto a cambios, ahora es un octágono que cumple la función de recipiente de agua. El segundo, es la pila original compuesta por tres círculos conectados en forma escalonada. Lo que más llama la atención de esta obra de Miguel Rueda es su fascinante forma de flor abierta, poniendo en la cima lo que siempre la hizo especial, su brote de agua tan tradicional y elegante.
Los lugares donde se alojó esta obra durante años ya no son ni la sombra de lo que eran antes. En La Concordia sus habitantes no mencionan la existencia de la la cárcel que hubo en el sector, y son muy pocos los habitantes que recuerdan esta fuente, que fue la encargada de suministrar agua en la zona.


Ahora, después de la construcción de la 15, puentes y negocios locales solo queda el recuerdo de pocos, que con emoción retornan sus memorias y señalan al parque de Los Periodista y al Regaderos Peralta como protagonistas en la mitad del siglo pasado.
Para Mora este patrimonio es invaluable, no se mide con dinero, sino con recuerdos, que según ella, no son valorados de la misma manera por quienes no lo vivieron. Después de tantos años, para ella, la Pileta Histórica siempre significará su niñez, pero también progreso, porque a pesar de lo que muchos creen que es algo simple, en el pasado fue signo de arte, progreso y crecimiento.
Por Paola Encinales Niño
pencinales@unab.edu.co