«En el fondo ninguno de ellos es una mala persona. Son como nosotros, defienden lo que es suyo” (pág. 106). Estas palabras pertenecen a un hombre mayor que ha entendido que su rol en la política colombiana ha terminado y que debe renunciar a la presidencia de la república. Estas palabras, podríamos asumirlas como la síntesis de una historia llena de injusticias, desapariciones, homicidios y desesperanzas. Estas palabras, entre certeras y cínicas, hacen parte de El tiempo del ruido: novela escrita por el bogotano Juan David Aguilar y ganadora del Premio Medellín Negro de Novela de Crímenes 2018.
Publicada por la Editorial Random House y la Universidad de Antioquia, la obra está dividida en dos partes, las cuales son contadas por varios narradores. La primera parte, nos introduce en el mundo turbio y corrupto de la política y la sociedad colombiana de mitad del siglo XX. Aparecen personajes con añoranzas y circunstancias similares: candidatos a la presidencia que quieren cambiar el país, jóvenes mujeres que anhelan un mejor porvenir, hombres que luchan por sus ideales y dictadores en busca del poder absoluto y perpetuo.
La segunda parte es el desarrollo trágico de estos deseos. Con una narración más fluida y con menos rasgos de historicidad esta parte de la novela entrelaza las historias individuales para construir un tejido de dolor y muerte. Nada sucede como fue imaginado. Los sueños se van extinguiendo entre la impunidad y la intimidación, mientras los días transcurren y la pesadilla expone el más horrible de sus rostros.
De este modo, es fácil pensar que el conflicto de la novela es el tiempo. Es aquel tiempo donde el ruido es el sonido de la tortura, de la agresión sexual, del disparo en el ojo o del grito desgarrador que muchos oyeron y sufrieron durante la violencia bipartidista.
La ficción que Aguilar construye, con una técnica llena de artificios narrativos, nos habla de aquellos años de horror humano en que constreñir al sujeto y atemorizar al ciudadano era una manera frecuente de mantener una idea de país, una visión radicalizada y excluyente de la sociedad.
En el mundo ucrónico que crea el autor bogotano la vida es insignificante. El asesinato es una costumbre que se valida con el silencio cómplice de los otros. No importa si la víctima es una mujer, un perro, un soldado, un guerrillero o una res. No importa cómo se acallan las voces de los oprimidos o de los que oprimen. Importa oprimir y dominar.
Sin duda, hay que leer El tiempo del ruido. Si bien parece que la historia solo nos narra un ficticio pasado, lo cierto es que mientras destroza los sueños de los personajes nos hace pensar en el presente. Pensemos en que todavía, en nuestra sociedad, el fin justifica los medios. Pensemos en que es suficiente sentirnos en peligro para buscar cualquier solución; pues, cada quien, como sentencia el derrotado personaje “defiende lo suyo”.
Sobre el nombre de la novela
Uno de los acontecimientos más extraños que han pasado en Bogotá sucedió el 9 de marzo de Según Joseph Cassani, un cronista jesuita, en horas de la noche un enigmático ruido envolvió toda la ciudad. El ruido, ensordecedor y continuo, duró aproximadamente 15 minutos y causó pánico en sus habitantes.
Muchos salieron a la calle, mientras afirmaban que había llegado el fin del mundo; otros suplicaban al Cielo por sus vidas y por sus almas. Desde entonces, este hecho ha sido llamado Tiempo del ruido y su historia ha pasado de generación en generación como algo inexplicable. Aunque se han presentado varias hipótesis, lo ocurrido en la capital colombiana es tan incomprensible como la historia misma de nuestro país.
Por Julián Mauricio Pérez G.*
jperez135@unab.edu.co
*Docente del Programa de Literatura de la Unab.