Por Farouk Caballero / jcaballero752@unab.edu.co
Este es un homenaje literario, futbolero y periodístico a todos los que, por COVID o por violencia, ya partieron. Diferentes voces de futbolistas y periodistas se sumaron a esta iniciativa para hacer memoria desde las canchas de la palabra. Juanjo Buscalia, Diego Borinsky, Gastón Pezzuti, Camila Gallea y Daniel Tilger prestaron sus voces para darle vida al texto del profesor Farouk Caballero y así llevar algo de esperanza a los que sufren pérdidas irreparables.
Con este esfuerzo colaborativo, presenciamos un diálogo entre un Fontanarrosa narrador y un Borges expectante. Los dos están en el mismísimo cielo y aguardan por la llegada del Trinche, quien murió en 2020, después de que un ladrón lo despojara de su bicicleta. El delincuente lo lanzó al suelo y el golpe en la cabeza acabó con la vida del mito rosarino. Lo que no sabía el ladrón, es que él vivirá por siempre. Ahora jugará para que Fontanarrosa y Borges lo vean, y usted tiene acceso a esa previa en estos trece minutos y monedas. Bienvenidos todos.
Lea el cuento completo aquí:
Para Borges el cielo era una biblioteca.
Para Fontanarrosa era una cancha con un bar.
Los dos tenían razón y ahí llegó El Trinche.
El traspaso del Trinche
Cuando supe que el Trinche venía, les dije a los muchachos que ahora sí la armábamos, viste. Yo estaba seguro de que él daría un baile bárbaro en cada partido. Él es espectáculo puro, representa un fútbol que no tiene detractores y su sello fue jamás ver el fútbol como un laburo.
Primero, debo confesar que por él yo describí la relación del fútbol con las bellas artes. Por él fue muy sencillo ver la danza, la escultura, la música y el teatro dentro de una cancha. Por supuesto que al final el fútbol tiene su propia lengua, en la cual las buenas malas palabras son las que definen el tono exquisito de su folclore. Las puteadas son el lenguaje del fútbol, pero incluso, El Trinche me hacía putear para aplaudirlo. Yo le decía “¿quién lo recontraparió?” O “¡este hijo de mil putas nos enamora a todos!” Pero eso es cariño, en el tono está el respeto reverencial que le profeso.
Antes de prepararle la bienvenida, es necesario señalar que la noticia pegó durísimo allá en Rosario, porque él es ídolo. Él está en la memoria de la gente, fue un jugador de barrio que no quiso quedarse en primera, porque no le interesaba entrenarse y sacrificar su vida de titularidad indiscutible, en los boliches de La Calle Pichincha, por unos cuantos mangos. Esteee, viste, eso también es de cracks eh, porque con su talento enamoró a los que saben de fútbol. Y créame, amigo, que si en el algún lugar se sabe de fútbol en el mundo, ese lugar es Rosario. Allá en Rosario, sí hay día de fútbol, no vale el aniversario con tu esposa ni el día de la madre ni el cumpleaños de nadie. Y si hay final de campeonato, uno tiene derecho, por decreto, para ausentarse del nacimiento de un hijo. Creo que fue Valdano el que dijo que ser rosarino es una forma exagerada de ser argentino.
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Valdano lo vio jugar, incluso Menotti lo convocó a la selección absoluta, pero él no llegó, se quedó por ahí con amigos y una que otra piba que lo motivaba más que la fama y las cámaras. Eso, eso es una forma de vivir con huevos. El tipo en la cancha la descoció completa. Era tan diferente al resto, que, sin estar en primera, fue convocado a la Selección de Rosario que se armó para despedir a la Selección Argentina que disputaría el Mundial de Alemania 1974.
La cita la cumplimos en el estadio de la Lepra el miércoles 17 de abril de 1974. Era el día para aplaudir a los que llevarían nuestra bandera a Alemania. Santoro, Tarantini, Quique Wolff, Poy, Brindisi, Houseman y el resto vinieron a llenarse de ánimo y patriotismo con el grito del hincha en la tribuna. Pobres, el resultado fue todo lo contrario. Ellos quedaron con las caderas rotas debido al baile que les pegó el cinco de Rosario, El Trinche.
El pobre técnico del seleccionado, Vladislao Cap, se sintió mierda por no saber de ese cinco rosarino que destrozó a la Selección Argentina. Lo que debía ser una fiesta de despedida con aplausos ruidosos, por obra y gracia del Trinche, se trasformó en un papelón para la albiceleste mayor. El público no abucheó, porque en Rosario la gente es digna, me entendés. Allá sabemos que al que está humillado en la cancha no se le debe humillar más y ese día la Selección Argentina fue pisoteada por la banda del Trinche.
Muchos hinchas de Rosario se abrazaron en las tribunas con los Leprosos, pero yo esa blasfemia no la cometí eh. Me paré, grité y aplaudí, pero no iba a abrazar con el alma a nuestro enemigo histórico, eso es ser muy degenerado. Un respeto sí, quizá alzarle la mano y mostrarle la palma, pero saltar abrazados, nunca.
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El Trinche ese día dejó de ser un humano y se convirtió en leyenda rosarina del fútbol. Uno suponía que en la Selección Argentina jugaban los mejores, pero ese día se demostró que no, que el mejor jugador de ese año no estaba en los elegidos del técnico Cap. La prensa en Buenos Aires cumplió su papel y cuidó al seleccionado. Tituló: “Accidente en Rosario. Buen juego, pero nos faltó gol”. La prensa desde que se inventó acomoda las versiones. Amigo, bastaría un periodismo honesto, por sólo una semana, para derrocar a cualquier gobierno. En Buenos Aires creyeron su versión, pero aquí el diario CRÓNICA del jueves 18 de abril de 1974 tituló la verdad. En primera página y a seis columnas se leyó: “TRINCHE: POESÍA. ARGENTINA: VERGÜENZA”.
Fue un título poéticamente histórico. Ningún diario había usado, nunca, la poesía para explicar el fútbol. Eso lo generó El Trinche. Te acordás de las bellas artes y el fútbol, bueno ahí tenés la prueba. Ya en la cancha fue un baile espectacular y él dirigió la orquesta. Le daban el balón y no se la sacaba nadie, la pelota era del cinco. Te tiraba caño de entrada y te esperaba para tirarte caño de salida. Era un hijo de puta y la tribuna vibraba con cada pincelada que daba con el balón. El estadio se quería caer de la emoción. El partido terminó 3 – 1 y no sabés lo afortunados que fuimos todos los hinchas que vivimos en el estadio ese partido. Poder contar que yo vi el baile del Trinche es un recuerdo inmortal, y mirá desde dónde te lo digo.
Pero volvamos al Trinche. El tipo es descendiente de Yugoslavos. Mide casi dos metros y parece a simple vista lento y torpe, pero él vence todas las leyes de la física y de la gravedad apenas toca la pelota. Tiene una mezcla extraña entre la elegancia europea en el porte y la postura, pero mezcladas con el potrero y el barrio. Eso no es normal en el mundo, porque es unir lo mejor de Europa, con lo mejor de Argentina. Su fútbol es lirismo en estado puro, por eso no me equivoco al nombrarlo el Piazzolla de las canchas. Su leyenda tomó fuerza como lo hacen las leyendas históricas, pues muchos protagonistas principales del fútbol iban a verlo jugar para disfrutarlo y aprenderle. El tipo jugaba en Central Córdoba y hasta allá llegaba Marcelo Bielsa para analizar el juego del Trinche. Sabés que El Loco Bielsa triunfó y seguramente su sapiencia le debe mucho al cinco rosarino. El mismo Diego Maradona le dijo al Trinche hace poco: “vos fuiste mejor que yo”. Sobra decir que en temas de fútbol la palabra del Diego es sagrada. Lo único malo que tuvo Maradona fue que no nació en Rosario.
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Jugando con Central Córdoba, un árbitro pelotudo decidió expulsarlo por un reclamo. El Trinche se iba de la cancha, pero el público empezó a putear muy fuerte al árbitro y la cosa se puso caliente eh. El hombre de negro fue hasta donde estaba El Trinche y le suplicó que volviera a la cancha. El Trinche alcanzó a pensar en contestarle: “ahora sí me vienes a buscar a mí, ¡cagón de mierda, después de lo que cobrás!”, pero al verle la cara llena de miedo y los ojos arrodillados, decidió perdonar la ofensa. Le dijo que se quedara tranquilo, qué él le iba a quitar a la gente de encima. El Trinche volvió a la cancha, rompió dos cinturas, tiró dos caños y los hinchas le retiraron al árbitro la pena de muerte.
Ese es el tipo que llega hoy. Aquí le tengo la número cinco recién hecha. Yo soy el que dirige el equipo, porque para jugar al fútbol tuve únicamente dos problemas: la pierna izquierda y la pierna derecha. Pero cuando llegué, comprendí que mi visión de lo que debía ser esto era real. Aquí cuando vos llegás, te piden escoger entre dos cosas. La primera es que podés decir la edad a la que quieres volver. Si eras un guapo de barrio de 20, te quedás en esa edad. Si te gustaban los treinta, ahí volvés. Es exactamente igual a como estabas allá, también se acaban las enfermedades y eso, eso sí que es un enorme regalo.
La otra es que vos decidís a dónde entrás. Sólo hay dos opciones, del lado derecho esta la biblioteca, que es para abstemios, y del lado izquierdo está nuestro templo: la cancha. De este lado, además, hay un detalle fundamental que completa el milagro: un bar. El director del lado derecho pidió, por ejemplo, volver a sus 30 y nunca perder la visión, para poder leer todos los días aquí. Él antes no quería el fútbol eh, y se atrevió a decir que el fútbol era popular porque la estupidez era popular, pero cuando se enteró de que venía El Trinche, pidió permiso para venir hoy.
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Te lo dije, viste, aquí las reglas son claras, uno puede pasar un solo día a la semana de la biblioteca a las canchas o de las canchas a la biblioteca, pero sólo uno ehh. Yo voy a la biblioteca los martes, porque el domingo hay partido y el lunes se habla todo el día del partido. El martes, en cambio, baja un poco la presión y ya el miércoles todos pensamos en el partido del domingo que viene. En 10 minutos llega El Trinche y este domingo debutará para que volvamos a disfrutar de su magia. Su traspaso fue doloroso y traumático para todos los que están allá. Él no quería venirse, pero un pibe decidió robarle su bicicleta. El Trinche conducía porque adoraba andar en bicicleta a pesar de que tenía auto. El golpe del ladrón más hijo de puta en toda la historia de Rosario tumbó al Trinche, quien, con 74 años y sus casi dos metros de estatura, pues chocó con el asfalto con la misma fuerza con la que caería un cuerpo petizo desde cincuenta metros de altura. Se golpeó tan fuerte que quedó tirado, inconsciente, en la calle. Tuvo un derrame y eso firmó su traspaso.
Ya llega y el domingo nos deleitará. Hasta el director de la biblioteca del ala derecha, quien con sus escritos fue el que más combatió el fútbol en Argentina, lo verá jugar. Y yo cumpliré uno de mis sueños, dirigir al Trinche. Aquí jugará fútbol como le gusta, sin entrenarse y pasándola de joda cada vez que quiera, porque aquí están las dos cosas que garantizan una eternidad digna: una cancha y un bar. Volverá, seguramente, a esa edad de 1974, cuando con 28 años escribió, con la pelota, los versos más históricos del fútbol rosarino. Lo bueno será para nosotros, pues El Trinche se quedará aquí y ya no firmará más traspasos.