La historia del legendario Héctor Mora Pedraza empezó en la población de Girardot, departamento de Cundinamarca, el 11 de abril de 1940, cuando nació para este mundo. Aunque cundinamarqués de nacimiento, su vida se forjó en las calles de Acevedo, Huila, en donde compartía pilatunas con sus compañeros de colegio que siguieron siendo sus más fieles amigos de andanzas, viajes y anécdotas hasta el último suspiro de su existencia.
Luego la vida lo trajo a Bogotá, donde vino a cursar la carrera de Derecho en la Universidad Libre, pero en últimas terminó enamorándose de la televisión en donde empezó a hacerse conocer cuando se le encargó hacer el informativo de la Cámara de Representantes.
Ante los ilustres “Padres de la Patria” de aquella época (años 60 y 70) que posaban frente a una cámara de televisión (de aquellas de casetera y carrete externo), un micrófono y una luminaria, a Mora se le ocurrió la idea de sacar la cámara de televisión de los antiquísimos estudios de Inravisión, que en ese entonces se ubicaban en el sector de San Diego y en una que otra programadora aledaña que tenía los recursos para las mismas y llevarlas a recorrer el país y, por qué no, el planeta entero de la mano del colombiano que encendía cada noche su televisor.
Fue así como decidió darle un vuelco a su profesión y optó por el periodismo, colaborando con grandes de la época en esta rama de la comunicación como Yamid Amat, Margot Ricci, Oscar Restrepo, Juan Gossain y Jorge Enrique Pulido, por mencionar algunos, con quienes también compartía las oficinas del diario El Espacio en donde, a su vez, escribió columnas y noticias del acontecer diario de esa época.
La idea de un programa turístico en televisión la tenía definida luego de viajar a distintos países por cuenta de su alta participación en los grupos estudiantiles de su universidad. El entonces presidente de Caracol Televisión, Jesús Álvarez, lo invitó a Chocontá a presenciar la transmisión de un partido amistoso de fútbol entre la Selección Colombia y el Onceno peruano desde las gigantescas antenas transmisoras que el Estado. Allí logró concretar una reunión posterior para crear el primer programa turístico de colombia.
La idea le descrestó a Álvarez, tanto así que le dio sin titubear el espacio que tenía una serie policiaca estadounidense, porque según le dijo, le salía mucho más barato producir el programa que pagar para emitir esa serie. Así nacería en 1977 “El Mundo al Vuelo”, programa imperdible dentro de la agenda televisiva de los colombianos y que religiosamente era sintonizado cada fin de semana junto con los melodramas de la época como La Abuela, el noticiero de Arturo Abella, la Santa Misa y la reflexión diaria del Minuto de Dios con el Padre Rafael García Herreros.
En sus primeros programas tuvo varios personajes: un paisa que vendía camellos en Egipto, la primicia de entrevistar a un miembro del grupo insurgente vasco ETA y a un joven recientemente elegido representante de Colombia ante la Organización Internacional del Café en Londres, que muchos años después se convertiría en el Presidente de la República, Juan Manuel Santos.
Desde allí, el éxito de Mora fue subiendo y subiendo. Ya estaba a la altura de los personajes más queridos de la televisión nacional, se codeaba con Fernando González Pacheco y su “Animalandia”, y con Gloria Valencia de Castaño y su espacio “Naturalia”.
Esos programas fueron el vehículo para recorrer todo el planeta sin gastar tanto dinero ni salir de la casa. Mora llevó a los colombianos por la Península del Sinaí, la Unión Soviética, los floridos paisajes europeos, los deslumbrantes paisajes del Amazonas, la belleza del árido desierto australiano y hasta ser el único colombiano en estar dentro de dos misiones espaciales (aunque nunca se subió a una nave espacial en su vida).

Fue el guía turístico de abuelos y padres, así como su consejero en cuestiones básicas antes de viajar; por ejemplo, cómo empacar la maleta adecuadamente, qué documentación se requerirá para entrar a cada país, cómo defenderse en un país donde no se habla español, cómo pedir comida en chino mandarín, un taxi en alemán, indicaciones en francés, comprar un producto en turco o cambiar pesos por dólares en Estados Unidos.
Su programa tuvo el lujo de permanecer 23 años al aire en televisión nacional, pero como nada es eterno en este mundo, salió del aire en el 2000, cuando la crisis de la televisión pública mixta posterior al nacimiento de los canales privados, hizo que las programadoras que no desaparecieron durante ese transcurso de tiempo, tuvieran que sacar programas, vender varios equipos, recortar presupuestos, reducir personal operativo y despedir a muchos de sus talentos, entre los cuales el “viajero eterno” fue uno de ellos.
Pero Hecticor, como le decían sus amigos, no se detuvo ahí, él siguió organizando viajes y excursiones por todo el mundo de la mano de su familia y varios de sus compañeros, amigos y colegas, para que el ciudadano de a pie pudiera tener su probadita más allá de estas fronteras. Así mismo, escribió varios libros sobre sus aventuras por todo el mundo del cual el más vendido fue una guía turística sobre China y sus maravillas. En sus últimos años tuvo un regreso fugaz en la televisión con el programa Turismo Capital, que emitió el Canal Capital en 2007, y en la dirección del Canal del Congreso, en 2008.
Cuando su programa salió del aire con el cambio de administración en el distrito, Mora entró al mundo digital con un blog e incursionó en las redes sociales para compartir sus experiencias.
Aunque se supo que tuvo varios inconvenientes médicos en el pasado, sus amigos y familiares aseguraron que Héctor Mora estaba perfectamente bien de su salud, por lo cual fue mucho más sorpresiva su partida a los 77 años a causa de una desconocida complicación pancreática, no sin antes dejar un último mensaje en su página de Facebook que hablaba sobre el 500 aniversario de la Reforma Luterana y el impacto que tuvo en la ciudad de Colonia (Alemania) una de sus paradas obligatorias.
Héctor Mora partió al viaje de la eternidad, pero nos dejó un gran regalo: No dejar de soñar, ni de conocer, ni de explorar en este fantástico viaje que en últimas es la vida. Toda una vida resumida en su legendaria frase de batalla: “Viajar es un sueño que no termina nunca”.
*Integrante de Datéate, periódico de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Uniminuto. La publicación de este texto hace parte de la experiencia formativa que
impulsa la Red Colombiana de Periodismo Universitario que integra a medios de los programas de Comunicación Social y Periodismo, de distintas universidades de todo el país.
Por Cristian Vega*
crisvega.comunica2@hotmail.com